“La Operación Orión fue la operación militar más exitosa y la más brutal en la historia urbana de América Latina. La hicieron las Fuerzas Militares asociadas con los grupos paramilitares para expulsar los últimos bastiones de las milicias guerrilleras que había en la comuna 13 de Medellín”.
Ese operativo del Estado inspiró la más reciente novela de Pablo Montoya, La sombra de Orión, y con esa frase el pasado 18 de febrero el escritor colombiano resumió la acción armada mientras hacía una de las presentaciones de su libro. El mismo día, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) informó al país que entre 2002 y 2008 hubo al menos 6.402 víctimas de ejecuciones extrajudiciales.
“¿Qué significa ser bueno en regiones roídas por el mal? Me atrevería a decir que bueno es aquel que no levanta la mano para agredir al otro. ¿Pero cómo hacerlo en un país concebido, inflamado, vigilado por los grupos armados?”, se pregunta Pedro Cadavid, profesor de literatura y protagonista de La sombra de Orión, cuando habla con las familias de los desaparecidos en la comuna 13 que aseguran que fueron enterrados en La Escombrera.
Ese lugar podría ser la fosa común que crearon los paramilitares junto con agentes del Estado luego de haber eliminado una aberración con nombre de guerrilla, para crear otra con nombres de otros matones. También, como lo describe el autor Pablo Montoya, hay militares, policías, empresarios y políticos que sostienen que “allí no hay nadie, que es una invención, que es una hipérbole de los que quieren afear la imagen de la ciudad”.
Desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, asesinatos, desplazamientos masivos, cuerpos desmembrados, mujeres violadas, secuestrados, niños obligados a la guerra, familias desintegradas, aguas negras para los intentos de paz, guerreros desde el Congreso, la Casa de Nariño y las redes sociales saboreándose con más violencia y con muertos que no son los suyos, unos medios de comunicación que miran para otro lado, callan o temen a los sujetos que manipulan la verdad. Esa es la agenda del día de todos los días en Colombia.
¿Alguien duda que estamos enfermos?
“Pedro Cadavid se enferma de violencia. El país y la sociedad están enfermos de violencia. No me tocó inventar algo traído de los cabellos, sino que es la constatación de lo que yo veo. Cuando tú te acercas a las personas que han vivido la violencia y la desaparición forzada, ves que están enfermos de impotencia y resentimiento, porque además estamos en un país donde la impunidad es pavorosa y la impunidad también enferma”, afirmó Pablo Montoya, rasgado de dolor, mientras explicaba el trabajo de campo que hizo en la comuna 13 con víctimas, victimarios reinsertados de todos los bandos y mujeres que lideraban el trabajo social en medio de los disparos.
6.402 es un número que sería un escándalo monumental en un país que no estuviera enfermo. Y eso, teniendo en cuenta que “sólo” es la cifra de las ejecuciones extrajudiciales en un periodo determinado de tiempo. Falta citar, aunque ya están documentados, los datos de las desapariciones, los desplazamientos forzados, las violaciones de mujeres y hombres en la guerra, los robos de tierras… ya no importa si son disidencias de guerrillas o de paracos, narcos o miembros de la fuerza pública corruptos: todos son unos criminales y todos nos tienen enfermos.
Un solo caso de desaparición forzada, un solo caso probado de ejecución extrajudicial debería conmovernos y provocar preguntas sobre lo que somos como país. Y no. Del 2002 al 2021, seguimos igual.
* Periodista.
“La Operación Orión fue la operación militar más exitosa y la más brutal en la historia urbana de América Latina. La hicieron las Fuerzas Militares asociadas con los grupos paramilitares para expulsar los últimos bastiones de las milicias guerrilleras que había en la comuna 13 de Medellín”.
Ese operativo del Estado inspiró la más reciente novela de Pablo Montoya, La sombra de Orión, y con esa frase el pasado 18 de febrero el escritor colombiano resumió la acción armada mientras hacía una de las presentaciones de su libro. El mismo día, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) informó al país que entre 2002 y 2008 hubo al menos 6.402 víctimas de ejecuciones extrajudiciales.
“¿Qué significa ser bueno en regiones roídas por el mal? Me atrevería a decir que bueno es aquel que no levanta la mano para agredir al otro. ¿Pero cómo hacerlo en un país concebido, inflamado, vigilado por los grupos armados?”, se pregunta Pedro Cadavid, profesor de literatura y protagonista de La sombra de Orión, cuando habla con las familias de los desaparecidos en la comuna 13 que aseguran que fueron enterrados en La Escombrera.
Ese lugar podría ser la fosa común que crearon los paramilitares junto con agentes del Estado luego de haber eliminado una aberración con nombre de guerrilla, para crear otra con nombres de otros matones. También, como lo describe el autor Pablo Montoya, hay militares, policías, empresarios y políticos que sostienen que “allí no hay nadie, que es una invención, que es una hipérbole de los que quieren afear la imagen de la ciudad”.
Desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, asesinatos, desplazamientos masivos, cuerpos desmembrados, mujeres violadas, secuestrados, niños obligados a la guerra, familias desintegradas, aguas negras para los intentos de paz, guerreros desde el Congreso, la Casa de Nariño y las redes sociales saboreándose con más violencia y con muertos que no son los suyos, unos medios de comunicación que miran para otro lado, callan o temen a los sujetos que manipulan la verdad. Esa es la agenda del día de todos los días en Colombia.
¿Alguien duda que estamos enfermos?
“Pedro Cadavid se enferma de violencia. El país y la sociedad están enfermos de violencia. No me tocó inventar algo traído de los cabellos, sino que es la constatación de lo que yo veo. Cuando tú te acercas a las personas que han vivido la violencia y la desaparición forzada, ves que están enfermos de impotencia y resentimiento, porque además estamos en un país donde la impunidad es pavorosa y la impunidad también enferma”, afirmó Pablo Montoya, rasgado de dolor, mientras explicaba el trabajo de campo que hizo en la comuna 13 con víctimas, victimarios reinsertados de todos los bandos y mujeres que lideraban el trabajo social en medio de los disparos.
6.402 es un número que sería un escándalo monumental en un país que no estuviera enfermo. Y eso, teniendo en cuenta que “sólo” es la cifra de las ejecuciones extrajudiciales en un periodo determinado de tiempo. Falta citar, aunque ya están documentados, los datos de las desapariciones, los desplazamientos forzados, las violaciones de mujeres y hombres en la guerra, los robos de tierras… ya no importa si son disidencias de guerrillas o de paracos, narcos o miembros de la fuerza pública corruptos: todos son unos criminales y todos nos tienen enfermos.
Un solo caso de desaparición forzada, un solo caso probado de ejecución extrajudicial debería conmovernos y provocar preguntas sobre lo que somos como país. Y no. Del 2002 al 2021, seguimos igual.
* Periodista.