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Entre el destripador y el que “manda a la mierda”, que entre el diablo y escoja

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Claudia Morales
07 de agosto de 2025 - 05:05 a. m.
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Algo pasa en una sociedad que enaltece rabiosamente a los políticos guaches y ordinarios que usan groserías, ofensas y amenazas en su lenguaje público. Algo pasa, también, cuando nos califican de tibios a quienes pedimos respeto y mesura de parte de quienes deberían estar obligados a cuidar sus formas y más si pretenden ocupar la silla presidencial. Algo pasa cuando el presidente de un país llama nazis, mafiosos, muñecas de la mafia, vampiros, orangutanes de la codicia, súbditos de intereses elitistas, entre otros, a todo aquel que no se alíe con su pensamiento (empresarios, funcionarios en ejercicio de sus cargos, periodistas, etc.).

Vuelvo con este llamado sobre el buen uso del lenguaje (ya lo hice en la columna “El discurso de odio sí mata”) y las repercusiones que parecen no entender los políticos ni los ciudadanos cuando se ignora ese principio, porque el martes pasado oí la entrevista que le hicieron en La W Radio al exalcalde de Medellín y precandidato presidencial del Pacto Histórico, Daniel Quintero, quien, con mucho orgullo, repitió que “vamos a mandar a la derecha a la mierda” porque el país “no ha sido gobernado por una derecha sana sino una derecha corrupta y esa es la que hay que acabar”.

En la misma entrevista, el señor Quintero se escabulló con una respuesta de cajón ante el listado que recordó el director de la emisora sobre las prácticas corruptas del actual gobierno. El precandidato sabía que lejos de los micrófonos un montón de focas aplaudían lo que erróneamente se considera el carácter para ser un político brillante.

¿Hay políticos y seguidores de la derecha en Colombia que son corruptos? ¡Por supuesto! Son miles los casos y pruebas conocidas, entre otras, gracias a las investigaciones de periodistas de esos medios que el presidente Petro insulta un día sí y un día no y que su pastor Saade quiere cerrar. Podrían ahorrarse las groserías y amenazas y, más bien, Quintero, Petro, Saade y compañía deberían hacer un esfuerzo por recuperar algo de dignidad; claro, si sus rabos de paja se lo permiten.

Hace una semana, en la otra orilla del espectro político, apareció en La FM de RCN el abogado y precandidato del Centro Democrático, Abelardo de la Espriella, señalando lo siguiente: “Y sepan ustedes, señores de la izquierda, en mí tendrán a un enemigo acérrimo que hará todo lo posible para destriparlos y enfrentarles, determinada y decididamente. A esa plaga hay que erradicarla”. No sólo el señor De la Espriella aprovechó una cadena radial nacional para amenazar a un sector de la política, sino que todos los integrantes de la mesa de trabajo de la emisora guardaron un silencio absoluto, después del cual despidieron al precandidato.

El Artículo 188 de la Constitución Nacional establece que “el presidente de la República simboliza la unidad nacional y, al jurar el cumplimiento de la Constitución y las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos”. Ese mandamiento, es evidente, se lo pasan por la faja Quintero y De la Espriella (que quieren ser presidentes), Petro (presidente en ejercicio) y muchos otros de la derecha y de la izquierda por igual, que, alentados por masas revanchistas e ignorantes, siguen soplando el fuego de una Colombia incendiada, cansada y desesperanzada.

Cuánta falta hace en Colombia la formación y la educación política para ciudadanos y políticos con el fin de tomar decisiones informadas, exigir responsabilidades, promover el cambio social y contribuir a la construcción de una sociedad pacífica, democrática y justa. Los mencionados en esta columna lejos están de ello y, lo peor, es que a sus votantes eso no les importa; al contrario, les fascina.

En un mundo utópico, mi deseo sería jamás oír, leer o citar groserías ni amenazas de los políticos y, en cambio, entrecomillar en esta columna ideas luminosas y propuestas creativas, tan ausentes en nuestro presente.

* Periodista y directora Feria del Libro Pereira.

@ClaMoralesM

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Chirri(rv2v4)13 de agosto de 2025 - 08:52 a. m.
Si, mujer, tienes toda la razón. Te felicito con ternura, y ajá: mucho respeto. Que, en las piximas elecciones, vamos con todo. Que una cosa es el odio que le tienen a Petro, y, otra muy distinta, la esperanza que ha sembrado entre la pobresía, un hombre lleno de buenas intenciones, pero con la lengua brava.
Julia Isabel Aranguren(g40zq)10 de agosto de 2025 - 12:17 p. m.
Excelente columna. Si esos son nuestros dirigentes y ejemplo a seguir, qué se espera como dicen de la “Indiamenta” y gente sin la mínima capacidad de discernir entre el bien y el mal? Los principios y valores de otro tiempo como el respeto, consideración, empatía, dignidad, se les considera cosa de idiotas, lo que abunda es ignorancia.
Viejito Senil(zl7ku)08 de agosto de 2025 - 11:53 p. m.
Buena columna! Los lenguajes se cargan y, en ocasiones, terminan en acciones muchas veces lamentables. Recuerden que muchos crímenes dirigidos a líderes, lideresas y actores sociales, se dieron por señalamientos irresponsables de personajes que ostentan diversos niveles de poder.
OPINION(76384)08 de agosto de 2025 - 04:47 p. m.
A esta Columna le hacé falta una pata
Alvaro Bolivar(78612)08 de agosto de 2025 - 12:10 p. m.
Excelente columna
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