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#GraciasPelaez

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Claudia Morales
26 de diciembre de 2014 - 01:53 a. m.
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Escribo esta columna once horas después de terminado el último programa de Hernán Peláez como director de La Luciérnaga.

A veces sirve escribir a flor de piel, con el corazón en la mano, al menos cuando se trata de decir cosas buenas y de dejar un reflejo de alegría.

A esta hora de este miércoles 24 de diciembre, hay cerca de 25 mil mensajes que los oyentes le dejaron a Hernán a través del hashtag de Twitter #GraciasPelaez, que lo convirtieron en tendencia mundial, según dice la red. Las manifestaciones de cariño y admiración cada segundo que pasa me quitan un pedazo de aliento, porque jamás en mis 41 años de vida y 20 de estar en el oficio del periodismo vi algo siquiera parecido. Y no puedo evitar sentir el pecho henchido de orgullo porque tuve el placer y la fortuna de ser su segunda de a bordo en un programa tan bello como La Luciérnaga.

Me va a hacer mucha falta el “Claudia, deje de reírse” que decía siempre que alguno de los talentosos compañeros hacía una imitación o contaba un chiste. También la tomada de pelo por mi infinita ignorancia sobre el fútbol, las anécdotas que contaba en su oficina antes de empezar el programa, los regaños porque llegaba con el pelo alborotado y las uñas sin pintar, y por supuesto, voy a extrañar todo desde el primer día que estuve en su casa en septiembre de 2012, cuando me explicó cómo es que funciona “este circo”, como solía decir.

Hernán se va como se van los grandes de cualquier oficio: cuando está en su mejor momento y cuando ya tiene la certeza de que dejó una marca indeleble en nosotros y en cada generación que como oyente y periodista se formó a la par con su voz y su maestría para hacer radio. Y se retira de La Luciérnaga porque también tiene el derecho de robarle al tiempo más horas para estar con sus hijos, sus nietos y Beatriz, una esposa tan bonita. Bien le oí decir a ella: “ustedes ya lo tuvieron más de 20 años, y Caracol más de cuarenta. Ahora me toca a mí”.

#GraciasPelaez por dejarte querer y admirar. Por dejarnos estar a tu lado, unos más años que otros, y permitirnos empaparnos de tu talento.

Viene un enero de 2015 sin ti en cabina, pero con todas tus enseñanzas impregnadas en cada uno de nosotros. Bienvenida la nueva época, porque sé que seguirás cerca y porque confío en un equipo bello, amoroso, solidario y virtuoso que sabrá asumir el reto de continuar tu legado de la mano de otro colega fantástico como es Gustavo Gómez.

A él y a todos seguro nos esperan un buen viento y una buena mar.

 

*Claudia Morales

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