95 días cumple hoy el Ministerio de Cultura sin que el presidente Gustavo Petro haya nombrado en propiedad al encargado de esa cartera ni a los jefes de las distintas direcciones. Esto, en vez de crear preocupación exclusiva entre los gestores culturales, debería ser uno de los grandes temas de debate nacional. No lo es. Pero sí es un motivo de burlas.
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El pasado 17 de mayo, más de 1.500 gestores culturales de Colombia y de otros países mandaron una carta (una de las más de 50 que ha recibido el mandatario colombiano) en la que reclaman atención sobre las consecuencias de la interinidad en el ministerio y la parálisis e incertidumbre con las políticas públicas que allí se gestionan.
Además de varios nombres de cantantes y artistas muy conocidos en el país, entre los firmantes están Apichatpong Weerasethakul, director de cine tailandés; Úrsula Vidal, secretaria de Cultura del estado de Pará, en (Brasil); Luciano Manuel Fernández Vicente, director técnico del Patronato Municipal de Cultura del Ayuntamiento en La Coruña (España); José Antonio Max Gregor, antropólogo social y especialista en políticas culturales de México; Emilio Palacios, director adjunto en la Fundación Kreanta, Barcelona (España); Lucero Millán, directora de la Asociación Teatro Justo Rufino Garay en Managua (Nicaragua); Diana Guerra, directora general de Industrias Culturales y Artes del Ministerio de Cultura de Perú; Sergio Arbeláez Ospina, director de la Feria Internacional de Música de Guadalajara (México).
Los invito a activar su curiosidad: busquen la carta y terminen de leer los nombres de la lista que sigue creciendo. ¿Por qué? Porque lo poco que trascendió en Colombia fue la reacción de unos exponentes de la extrema derecha que, en vez de leer para entender, escogieron los nombres de un puñado de artistas que hicieron campaña por Petro, para burlarse de ellos y, de paso, de la sustentada intención de ciudadanos del mundo sobre la importancia que debería merecer la cultura para la sociedad y los gobiernos.
No es cierto que con Iván Duque le fuera mejor al sector (ni con los otros expresidentes) y tampoco que lo que exclusivamente se llama cultura haya arrojado índices económicos favorables en ese gobierno, como lo muestran algunas cifras publicadas esta semana. Bien lo explica Juan Daniel Oviedo, director del DANE durante el gobierno de Duque, en un artículo publicado el 23 de abril de este año en El País de España, titulado “Colombia se convierte en una mina dorada para los casinos virtuales”.
“A primera vista, la gente puede pensar que los conciertos, el cine y los espectáculos deportivos o la economía naranja están jalonando el crecimiento. Nada más impreciso”, asegura Oviedo. Dentro de la etiqueta “Actividades artísticas y de entretenimiento”, con la que el DANE midió el crecimiento económico del sector entre 2021 y 2022, con un aumento del 42,2 %, “las dos actividades que más pesan dentro de ese capítulo son los juegos de suerte y azar, seguidos por un segmento que se denomina «Otras actividades personales», donde se mide el valor agregado que genera, por ejemplo, el servicio doméstico”, aclara el artículo.
Otra invitación: busquen los proyectos culturales que han transformado las vidas de las comunidades en las regiones, revisen qué pasa con una ciudad o municipio cuando llegan las ferias del libro, los festivales de teatro y de música. La cultura —que no tiene color político— vista desde las expresiones artísticas, la gastronomía, las religiones y el comportamiento humano es lo que crea el marco para saber qué nos define como colombianos. Bajo esa idea, podrían ustedes responder ¿qué somos? ¿Les parece bien que se burlen de la identidad cultural?
*Periodista.