¿Cómo es posible que las mujeres sigan siendo prácticamente invisibles en la investigación médica si representan la mitad de la población? ¿Por qué continúan recibiendo tratamientos que no tienen en cuenta sus particularidades biológicas, fisiológicas y su manera única de envejecer y enfermar?
Esas preguntas están en la contraportada del libro “La revolución del genoma femenino” (Planeta, 2025) del médico, investigador y catedrático español Guillermo Antiñolo y que, luego de leerlas, alborotaron ideas, desencantos y miedos que han pasado por mi mente y mi cuerpo en los últimos dos años. Ustedes se preguntarán por qué en ese margen de tiempo y la respuesta es porque fue en ese momento cuando llegó a mi vida la menopausia.
En esta, su más reciente publicación, el doctor Antiñolo señala que la interrupción de la generación de estrógenos desata efectos en la memoria y la concentración, produce depresión, afecta la sexualidad, los huesos, los músculos, la piel, el metabolismo y el sistema cardiovascular. Sin embargo, lo que devela el especialista es que no hay políticas sanitarias preventivas y en cambio sí hay equivocaciones en los diagnósticos y en los tratamientos, lo cual, además de tener una obvia consecuencia médica, también va en detrimento de las relaciones interpersonales.
Sobre la depresión, por ejemplo, Antiñolo expone en el libro que es “una condición que afecta de manera desproporcionada a las mujeres en comparación con los hombres, y cuya disparidad se vuelve aún más evidente durante y después de la menopausia”. Según cifras del Ministerio de Sanidad de España, “las mujeres sufren casi tres veces más trastornos depresivos que los hombres y el doble en el caso de la ansiedad”.
Sobre la osteoporosis, advierte que “durante los cinco y diez años después de la menopausia, las mujeres pueden perder hasta un 20 % de su masa ósea”. Sobre los problemas cardiovasculares, cuenta Antiñolo que cuando la estructura y función de las proteínas cardíacas pierden la protección natural de los estrógenos, “experimentan un aumento en la rigidez arterial y otros cambios adversos en la función cardiovascular, que pueden llevar a condiciones como la insuficiencia cardíaca”.
En una entrevista que le hicieron en El País de España en junio de este año, a propósito del lanzamiento del libro, el investigador dijo lo siguiente: “La menopausia, en el fondo, es un problema de salud global que afecta a la mitad de la población, pero hasta la educación de los estudiantes de medicina es profundamente androcéntrica y algunos conceptos de fisiología y de salud en el hombre se han llevado a la mujer sin pasar por la casilla de salida y sin tener en cuenta que la mujer padece más problemas relacionados con el envejecimiento que los hombres. Son eventos perfectamente evitables”.
“La revolución del genoma femenino” no es una investigación fatalista sino realista y necesaria. Es una vía efectiva para aprender y para investigar más. También nos enseña a las mujeres a entendernos como pacientes sin culpa y nos muestra que sí hay hábitos que podemos modificar y tratamientos que podemos usar para asumir los cambios de la menopausia sin angustia y dolor y a conocer herramientas que, incorporadas a tiempo, pueden prevenir enfermedades.
El libro, además, hace un llamado de atención para mejorar la atención preventiva y tira de las orejas a las facultades de Medicina que no abordan con seriedad e investigación el cuerpo y los cambios de las mujeres y a los especialistas que han normalizado malestares que sí tienen cómo tratarse.
Así que, médicos, mujeres y hombres de todas las especialidades, quedan invitados a leer, a entender y, de paso, a ser más compasivos con las mujeres en menopausia, una condición que aún hoy sigue siendo un estigma y, muchas veces, un factor de burla o discriminación.
*Periodista-Directora Feria del Libro Pereira. @ClaMoralesM