La Red de Ferias del Libro confirma que en total son 17 ferias las que marcarán el calendario 2022 en Colombia. Las ciudades en las que estos encuentros se hacen son Bogotá, Bahía Solano, Cartagena, Manizales, Bucaramanga, Cúcuta, Medellín, San Andrés, Pasto, Villavicencio, Pereira, Santa Marta, Ipiales, Cali, Itagüí, Montería y Popayán. 18 ciudades capitales no tienen feria del libro.
Los que observan desde la distancia lo que hacemos quienes trabajamos en la cadena del libro, como organizadores de ferias o como dueños de pequeñas editoriales, libreros, distribuidores, escritores, ilustradores, correctores o editores, califican como “quijotesca” la labor. Otros le dan al sector una mirada desapasionada y desinformada. Quiero entonces concentrarme en este grupo porque tal vez un cambio de orientación allí podría hacer de nuestra tarea algo más grato.
¿Para qué hacemos una feria del libro? Creo, esencialmente, que es para prestar un servicio social a los habitantes de las ciudades y los municipios que, con los libros y los encuentros que creamos alrededor de ellos, aprenden, forman su criterio, se divierten, aprovechan un espacio seguro y provocan debates. El servicio social también se expande a todos los eslabones de la cadena del libro que en estos encuentros fortalecen su industria y amplían sus opciones de supervivencia.
Puesto de esa manera, no habría espacio para dudar sobre la importancia de apoyar a un sector que en muchos sentidos es frágil y que debería tener el soporte fijo para que su existencia sea sólida.
Andrés Agudelo, director de Festilibro en Itagüí; Lynda Bula, coordinadora de contenidos de ULibro en Bucaramanga; Mariela Guerrero, de Temporada de Letras en Pasto e Ipiales, y Tania Manzano, de la Fiesta del Libro en Cúcuta, coinciden en que el mayor problema para hacer una feria del libro es la incertidumbre presupuestal. Guerrero, por ejemplo, sostiene que no tener presupuestos fijos lleva a que varios organizadores en las regiones se vean “forzados a participar en convocatorias regionales o nacionales, que significan zozobra porque no siempre salen favorecidos”.
Lynda Bula opina que lo más difícil en Bucaramanga es “tratar de convencer a las empresas de que se unan al proyecto que le aporta enormemente a la cultura de la región, no solo porque podríamos contar con más invitados nacionales e internacionales, sino porque también podemos darle mayor visibilidad al talento local reconociendo su trabajo”. Lynda toca un punto clave y que debería ser objeto de discusión para encontrar una solución: ¿cómo logramos mayor sensibilidad en el sector privado para no depender del recurso público que en las pequeñas ciudades casi siempre es escaso y muchas veces condicionado?
Señoras y señores del sector público y privado: los invito a visitar las ferias del libro, recorran los stands, compren libros, entren a las charlas de la programación, vean las emociones de la gente y revisen los procesos logrados a lo largo de los años en distintas comunidades gracias a esos encuentros. La persistencia en las ferias no es un capricho. Colombia necesita formar a su población y crear lazos de paz, y eso también es posible si nos damos la mano y fortalecemos las distintas formas de hacer cultura.
Soñemos en grande y pensemos que llegará el momento en que en Colombia habrá al menos una feria del libro en cada una de las 32 ciudades capitales.
Ñapa. Agradezco al presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Pereira, Jorge Iván Ramírez, a Ángela Estrada, directora administrativa, y a la Junta Directiva por seguir apoyando Paisaje, Café y Libro-Feria del Libro del Eje Cafetero.
@ClaMoralesM
* Periodista.