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Las mamás también son así

Claudia Morales

03 de junio de 2021 - 10:00 p. m.

La periodista de RCN Radio Herlency Gutiérrez hizo un par de reportajes sobre “las mamás de la primera línea”. Esas “vándalas”, como las califican algunos políticos y otros ciudadanos, son mujeres que, especialmente en las noches, protegen con escudos artesanales —que mandaron hacer rompiendo sus alcancías— a hijos propios y ajenos que participan en las protestas sociales.

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Los caminos de estas mujeres que viven de labores informales se cruzaron como resultado de los reportes de personas muertas, lesionadas, abusadas sexualmente y desaparecidas: “Lo hacemos por amor a nuestra patria y por esa impotencia que sentimos al no poder hacer más por el país en el que a los jóvenes les tocó vivir”, le dijo una de ellas a la reportera en Bogotá. “Las que están trabajando en el día se van a trabajar y se quedan las que trabajan en la noche, y viceversa”, contó otra mamá en Cali.

Ellas resisten con la única fuerza posible, que es el amor, porque fuerza física no tienen. Son admirables, así se esfuercen en descalificarlas y amenazarlas. Muchas mamás están en la primera línea por sus hijos desde otros espacios, sonriendo, llorando, luchando con gritos o en silencio, o entregando hasta la vida por ellos.

Esas mamás de espíritu grande, que han parido hijos o los han adoptado, están en las calles y también en la literatura, que hace algo extraordinario y es llevarnos por la magia de la ficción con historias que no pocas veces tienen nombres propios. “Ser mamá es inventar juegos de sol a sol… fingir que le ganas al miedo y pierdes en los juegos”, piensa la mamá blanca (que no tiene nombre) que crio a un niño negro (que tampoco tiene nombre) abandonado por Gina, una mamá negra del Chocó. Ellos son tres personajes de Esta herida llena de peces, la primera novela de la colombiana Lorena Salazar Masso, y arañan la piel del lector hasta causar dolor.

También hay mamás como Claudia, que siendo chiquita oye que su madre hubiera preferido no tenerla, y luego tiene una hija que llama igual, a quien le hereda sin proponérselo pesos de tristeza, dudas y miedos. Claudia y Claudia son las protagonistas de Los abismos, la novela de Pilar Quintana ganadora del Premio Alfaguara 2021 que, de forma cruda, como es la característica esencial de la narrativa de la escritora, rompe el romanticismo que la sociedad suele imponer al rol de la maternidad.

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Hay mamás como aquella a la que Aleksy odia en la novela El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, de Tatiana Tibuleac. Cuando Mika, la hermana de Aleksy, muere, su madre entra en tal estado de enajenación que elimina de su vista, de su vida, literalmente, la presencia de su hijo. Él crece queriendo matar a su mamá hasta que ella se enferma de cáncer y antes de su muerte él la acompaña un último verano. Aleksy se conmueve, ella le pide perdón.

¿Se puede juzgar mal a madres como la de Aleksy o como Claudia porque se hunden en sus emociones más profundas?

Eso son, eso somos las mamás, tan humanas, frágiles, poderosas, graciosas, creativas, aburridas, unas o muchas veces tristes, entregadas, preocupadas, despistadas y llenas de escudos, unos de madera como los de las mamás de la primera línea, otros de miedo, de creencias o sólo de fuerza interior.

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Y, bueno, hay que decirlo: malas mamás también hay.

Las mamás son de muchas formas y tal vez lo más acertado es lo que dijo Quintana en una entrevista: “La maternidad está idealizada y la madre es vista y juzgada a través de ese prisma… sólo se nos permite hablar de lo maravillosa que es la maternidad”.

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@ClaMoralesM

*Periodista.

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