¿Qué conocimiento tenemos del departamento de Nariño? ¿Nos importa?
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¿Qué conocimiento tenemos del departamento de Nariño? ¿Nos importa?
Una noticia del 7 de septiembre dice que entre el 13 de marzo y el 22 de agosto de 2020 fueron masacradas 34 personas en distintos territorios del departamento: el corregimiento El Palmar; San Juan de la Costa, La Guayacana y La Espriella, en Tumaco; Samaniego y Ricaurte.
¿Es a eso, a la guerra, a lo que se limitan nuestras ideas sobre esa esquina de Colombia?
La Alerta Temprana 027 de la Defensoría del Pueblo, emitida el 2 de julio del presente año, señala que en Nariño llama la atención “la realización de prácticas de guerra deshumanizantes, con sevicia y crueldad, como los descuartizamientos de cuerpos humanos, las masacres de combatientes fuera de combate, la desaparición forzada y de cuerpos humanos mediante fosas comunes”.
¿Cuántas veces hemos leído eso en titulares de las páginas escondidas de los periódicos, o lo hemos oído en las noticias superficiales de la radio?
¿Sabemos qué deja la guerra? Deja más violencia y a una sociedad inerme, desempleada, adolorida, desigual y olvidada. ¿Tenemos noción de qué pasa, por ejemplo, en el ámbito social y del conflicto con las mujeres del departamento?
El informe “Mujeres y hombres: brechas de género en Nariño”, elaborado por entidades nacionales e internacionales y presentado el mes pasado, tiene varios hallazgos que merecen un debate profundo:
El 79,4 % de los reportes de violencia en Nariño en el marco del conflicto armado son casos de desplazamiento forzado, en los cuales el 52,5 % de las personas desplazadas son mujeres. En ese contexto, el 95,5 % de los delitos contra la libertad y la integridad fueron perpetrados contra mujeres.
Cerca del 79 % de las madres nariñenses que dieron a luz en el año 2018 tienen un nivel de escolaridad que no supera la educación media. El embarazo infantil y adolescente continúa aportando el 24,59 % de los nacimientos y para el año 2019 el 86 % de los hogares monoparentales estaban a cargo de una mujer.
El 9,4 % de las mujeres de Nariño son analfabetas. El 9,6 % de la población sin educación en Nariño corresponde a mujeres indígenas; el 7,6 %, a mujeres NARP (negras, afrocolombianas, raizales, palenqueras); el 3,7 %, a mujeres ROM y el 4,8 %, a mujeres que no se reconocen dentro de ningún grupo étnico. Esto es increíble: de toda la población nariñense, tan solo el 14,3 % de las mujeres tienen acceso a algún nivel de educación superior.
Otro dato preocupante: para el año 2019, solo el 15,7 % de la población ocupada trabajaba con un vínculo laboral formal. Oí a Luz Marina Castillo Vallecilla, lideresa del municipio de Barbacoas, afirmar: “Tenemos hambre de desarrollo, trabajo y educación. Créanme, en la costa Pacífica no hay oportunidades de trabajo”.
Una alarma escondida bajo la impunidad: en los últimos cinco años, se reportaron 19.540 eventos de violencia contra mujeres en Nariño. El 45,8 % corresponde a casos de violencia contra niñas y adolescentes. Se trata de violencia física, negligencia, abandono y daño psicológico. Y entre los años 2015 y 2019 se denunciaron 6.065 casos de violencia sexual contra mujeres en el departamento.
Nariño es Colombia, estimados lectores, y sus mujeres, como todas en el territorio nacional, deberían ser prioridad en términos de políticas públicas. No normalicemos la violencia contra ellas, la desigualdad, el analfabetismo, los embarazos tempranos ni la ausencia de trabajos productivos. ¿Cuántos gritos se deben oír para llamar la atención del Estado, de la sociedad toda? ¿Cuántas investigaciones más deben hacerse para reafirmar lo que no queremos ver?
* Periodista.