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En 2019, Fahr Parsi (ciudadana afgana que usa ese seudónimo por razones de seguridad) fundó en Kabul, capital de Afganistán, una biblioteca clandestina para mujeres con el fin de tener un espacio seguro para leer, debatir y hablar sobre sus derechos.
Con el retorno al poder de los talibanes en 2021, Fahr y sus compañeras de lectura escondieron los más de 4.000 libros que tenían, cerraron la biblioteca y reinventaron la intención de seguir unidas creando una red digital de lectura en WhatsApp y Telegram para divulgar entre ellas libros escaneados en PDF y, a veces, hacer préstamos de libros físicos.
Varios medios de comunicación del mundo han escrito reportajes sobre este club de lectura digital que, sin duda, es una muestra de resistencia contra lo que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) llama un “apartheid de género”, es decir, el acoso, la violencia y la anulación de todos los derechos por el hecho de ser mujeres.
Fahr Parsi es abogada, tiene 29 años, es líder, activista, lectora y no les teme a los talibanes a pesar de saber que, si descubren su identidad y la toman presa en alguna de las protestas, su familia será degradada y ella será torturada, violada y asesinada en una cárcel.
“Las mujeres en Afganistán desafían a los talibanes con clubes de lectura secretos en WhatsApp y Telegram”, un reportaje de El País de España publicado el 14 de agosto, dice que “desde que los talibanes recuperaron el poder en Afganistán, las niñas tienen prohibido asistir a la escuela secundaria y las universidades están totalmente cerradas a las mujeres. Las afganas tienen prohibido acceder a la mayoría de los trabajos, parques públicos, gimnasios, bibliotecas y cafeterías. No pueden viajar sin ir acompañadas de un familiar cercano que sea varón y tienen prohibido hablar en público”.
Los libros y los escritores afganos y extranjeros también son censurados si no siguen la ideología talibán. “Cuando descubren a una mujer leyendo libros o educándose en secreto, la someten a acoso y palizas físicas y su familia también corre peligro de recibir castigos”, señala El País.
Otras mujeres en el exilio también han creado grupos de Telegram y hacen planes de lectura para niñas y adultas que están bajo el yugo talibán. “Shahrbanu Haidari, una defensora de los derechos de las mujeres afganas e investigadora que vive en el Reino Unido asegura que ‘las mujeres afganas no se han rendido, solo han cambiado su manera de resistir’”, agrega el reportaje.
Rescaté la historia de estas mujeres porque es una manera de responder a la influencer española María Pombo, quien se enorgullece de no leer e incita a rebelarse contra los libros. Cada quien con sus ideas, pero creo que el ejemplo de mujeres afganas leyendo a costa de su vida es el que debería destacarse en una sociedad muchas veces frívola, estúpida e ignorante y que justo por eso sigue como rebaño a altavoces banales como la señora Pombo.
Cabe recordar al filósofo francés Guy Debord quien, en La sociedad del espectáculo, afirmaba que “la vida parece ser una mera acumulación de poses y trivialidades, y cada cual convierte su vida en su propio escaparate para venderse al mejor postor en el mercado de la atención. Y vende más quien es más sensacionalista y hace pensar menos”.
Alentemos más clubes de lectura en nuestros entornos; apoyemos las librerías de barrio, vayamos a las ferias del libro e incentivemos con amor en nuestros hijos e hijas la importancia de leer, no para ‘ser mejor persona’ (una sentencia tonta y antipática), sino para ablandar el corazón, viajar con las historias, formar criterio, pulir la ortografía, gritar de emoción, llorar, sentir rabia con los finales inesperados…
Seamos felices y libres con la lectura y honremos con ello a mujeres como las afganas que no tienen ese privilegio.
* Periodista-directora Feria del Libro Pereira.
