Creer que el diálogo es el único camino para acabar la guerra nos pone frente a un dilema que es el de confiar en la palabra del “enemigo”. Cuesta convencerse de que quien hizo tanto daño con su violencia pueda honrar la verdad para que no haya repetición y así conseguir el perdón.
El dilema puede resolverse de distintas formas. Una, en el encuentro con ese enemigo que, después de recibir nuestra confianza y a pesar del odio de tantos sectores y de las ganas de seguir en guerra, intenta rehacer su vida, criar a sus hijos y llevarlos a la escuela, crear un negocio, ganarse un sueldo y reincorporarse a una vida a la que tiene derecho...
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