Cuenta la leyenda que existió una mujer conocida como la reina de Saba. Unos dicen que nació en Etiopía y otros aseguran que fue en la región que hoy conocemos como Yemen. Algunas historias sostienen que a la mujer la llamaban —dependiendo de la creencia— con distintos nombres y unas coinciden en que visitó al rey Salomón y que con él tuvo un hijo. Los creyentes del Antiguo Testamento recuerdan que el propio Jesús la mencionó y otros aseguran que no hay ninguna prueba de su existencia.
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En Canción de antiguos amantes, la más reciente novela de la escritora colombiana Laura Restrepo y que tiene a la reina de Saba como protagonista, así está descrita:
“La mítica reina de Saba, ¿cómo habrá sido en vida, cuando habitó en la Tierra? Vital, imperiosa, viril y seductora, como describe Citati a las protagonistas de Las mil y una noches. Y también iracunda, montaraz y llevada de su parecer, engendro que fue de un mundo crudo y sangriento. Mujer de armas tomar, violentada y violenta: encarajinada. Bella como Jerusalén y temible como ejércitos en combate”.
En la presentación de la novela que tuve el honor de hacer el mes de septiembre pasado durante la Fiesta del Libro en Medellín, Restrepo afirmó lo siguiente: “La reina de Saba es la única mujer que está en la Biblia y en el Corán por sabia y poderosa, no por santa, ni virgen, ni pobre, ni por puta”.
Cito otro fragmento: “¿Habrá sido tan bella como aseguran? Horriblemente hermosa, como toda criatura mitológica. Según el Cantar de los cantares —donde la llaman Sulamita—, tiene ojos como palomas, vientre como gavilla de trigo o valle de lirios, melena como rebaño de cabras que brincan por la sierra, frente como una granada, senos como racimos de vid o gacelas gemelas”.
Mientras transcurría la conversación pensé que todas tenemos (o deberíamos tener) un poco de aquello que atrapó la curiosidad de Laura Restrepo y que la llevó a fijar su mirada en la reina de Saba. Se lo pregunté y ella contestó que sí, que todas somos algo de esa mujer y que así lo quiso representar con las realidades que relata en la novela sobre las migrantes y refugiadas de Etiopía, Somalia, Kenia, Eritrea, Djibouti y Uganda, y con otra de las protagonistas llamada Zahra Bayda, partera del equipo Médicos sin Fronteras.
Le debía a Laura Restrepo una columna sobre su libro y encontré el momento con la noticia del subcampeonato mundial que logró la selección Colombia femenina de fútbol sub-17. Esta publicación es en homenaje a las jugadoras porque ellas son, para mí, las reinas de Saba; ellas representan el temple, la gallardía, la belleza, la disciplina y el coraje que tuvo esa mítica mujer.
A Pata de Cabra, como la llama Laura en su novela, hasta su propia madre quiso exterminarla. A las jugadoras las han menospreciado los directivos del fútbol y una parte importante de la hinchada colombiana. “Hoy tengo que mendigar y me ves en la miseria, pero yo provengo de una dinastía milenaria y mi tradición va a perdurar cuando de la tuya queden cenizas”, dice el personaje de Zahra sobre las mujeres migrantes y su descendencia de la reina.
Ahí radica la belleza de los logros de las deportistas, y es que por muy solitarias que a veces se sientan, deben saber que tienen el don para perdurar en el tiempo. Eliana Agudelo, Jimena Ospina, Juanita Escobar, Karla Torres, Laura Garavito, Linda Caicedo, Luisa Agudelo, María Camila Correa, María Fernanda Viáfara, Martina Duque, Orianna Quintero, Paula Suárez, Sofía Patiño, Stefanía Perlaza y Yésica Muñoz: por entre los resquicios de la ignorancia de los dirigentes del fútbol colombiano y los sueños que ustedes están cumpliendo, se ha colado (para muchos de nosotros) el descubrimiento del fútbol femenino colombiano. Ese hecho les marca a su favor otro gol de victoria.
* Periodista.