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Si usted tiene hijos adolescentes y/o que son adultos jóvenes, ¿se ha preguntado cuánto saben sobre la historia de Colombia? Y, en ese sentido, ¿qué saben sobre la toma del Palacio de Justicia?
Hechos:
- El 6 de noviembre de 1985 un comando de guerrilleros del M-19 se tomó la sede del Palacio de Justicia en el centro de Bogotá y mantuvo rehenes a cerca de 350 personas.
- La acción violenta se extendió hasta el día 7 como consecuencia de lo que se llamó la retoma del lugar por parte del Ejército.
- Según el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), allí “murieron 98 personas incluyendo magistrados, funcionarios, civiles, guerrilleros e integrantes de la fuerza pública. A estas muertes se suman las 11 personas que fueron desaparecidas forzadamente”.
Tres hechos que resumen escuetamente el que fue el momento más espantoso que vivió Colombia y sobre el que hoy, cuarenta años después, no hay una verdad absoluta. Durante esas horas de terror ocurrieron una serie de atrocidades cometidas por la guerrilla y el Ejército que siguen siendo materia de investigación, lo cual ha imposibilitado para las víctimas el cierre de sus heridas.
Si usted va con sus hijos al centro de la capital colombiana con la idea de hacer memoria sobre los anteriores hechos, va a encontrar una información muy pobre dentro de la Casa del Florero, con unas maquetas y unas fotos, y una placa dentro del Palacio de Liévano con los nombres de algunas de las víctimas. De hecho, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) ordenó cambiar esa placa con el fin de resaltar que, como resultado de la persistencia de las familias de las víctimas, se estableció la implicación del Ejército Nacional en violaciones graves a los derechos humanos.
Unas fotos, unas maquetas y una placa, no hay más. Lo que sí hay son innumerables testimonios, informes, ensayos, documentales y libros como Noches de humo, de Olga Behar; El Palacio de Justicia, una tragedia colombiana, de Ana Carrington; El Palacio sin máscara, de Germán Castro Caycedo; La tragedia del Palacio de Justicia, de Enrique Parejo González; Los once, de Miguel y José Jiménez; y, recientemente, la novela histórica Mural, publicada por Ricardo Silva Romero.
Helena Urán Bidegain, hija del magistrado Carlos Horacio Urán, quien estaba en el Palacio el día de la toma, lleva años dando la batalla para demostrar que su padre fue víctima de una ejecución extrajudicial y para llamar la atención sobre la ausencia de justicia y una política de memoria.
Helena, que publicó en 2023 Mi vida y el Palacio, acaba de publicar con el sello Aguilar Deshacer los nudos, y esta semana lideró un sentido homenaje a las víctimas e hizo el lanzamiento de la Fundación Carlos H. Urán. Ella sostiene que “necesitamos espacios donde la sociedad sienta que esto le concierne” y a eso le apunta la fundación.
Sin embargo, al país le falta algo más y ese algo es un museo que amplíe el contacto de la gente con la historia del Palacio, que haga un aporte democrático y humano, que exalte el coraje cívico para exigir instituciones sólidas y que reitere que no podemos seguir matándonos.
Tenemos que dejar de caminar sobre los lugares que cargan las tragedias como si no hubiera pasado nada. Como sociedad civil estamos llamados a la grandeza que no han tenido los soberbios y negacionistas de lado y lado, y a dar la mano a Helena y a las demás familias que siguen padeciendo la angustia del paso del tiempo en medio del miedo, los silencios obligados y sin la verdad.
Nuestros hijos merecen un país distinto y eso empieza por ser conscientes de la real construcción de la memoria. Y no puede haber una memoria bien construida si no están allí la toma y retoma del Palacio de Justicia.
* Periodista.
