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¿Qué pasó en Gorgona?

Claudia Morales

27 de noviembre de 2014 - 09:21 p. m.

Las Farc, que ya no tienen la capacidad para hacer ataques como el de Las Delicias en 1996, Patascoy en 1997 o Miraflores en 1998, sí saben que golpes cortos y contundentes como el que dieron en la Isla Gorgona les dan beneficios mediáticos y de negociación en la mesa de Cuba.

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Para atacar la isla, el frente 29 necesitó dos lanchas, pocos días para hacer inteligencia en la zona y quince tipos que se hicieron pasar por pescadores y que llevaron los cilindros bomba, tatucos y granadas. En ataques del pasado, las Farc movilizaban entre 100 y 200 hombres y hasta se dieron el lujo de sitiar por tres días una capital como Mitú, Vaupés, con 1.500 guerrilleros, y hacer secuestros masivos.

Piensen ustedes en lo siguiente: Gorgona tiene más de 9 km de norte a sur, 2,3 km de ancho y 20 km de costas. Es decir, que hablamos de un tamaño casi como el de la isla de San Andrés. Adicional a eso, son 339.500 kilómetros cuadrados de jurisdicción marítima en el Pacífico. ¿Pueden nuestras fuerzas militares y de Policía cuidar y vigilar esa extensión de mar? No.

El general Luis Eduardo Martínez, director de Carabineros y Seguridad Rural, me dijo que los avisos de un posible ataque a la isla sí existían, pero que eran parte de un cúmulo de amenazas que diariamente recibe la Fuerza Pública. Ninguno es específico y, ante eso, me explicó que lo que hizo la Policía hace un tiempo fue reforzar a los cinco policías que había allí dotados con armas cortas, con seis hombres más que llegaron dotados con fusil.

Al comandante de la Armada, almirante Hernando Wills, le pregunté por qué no había presencia de su fuerza en Gorgona si, además de algunas amenazas, es conocido que la zona es un corredor estratégico de drogas ilícitas para las Farc. Me contestó que dos buques tipo patrullera estaban a 40 millas de la isla haciendo control del narcotráfico y que la Armada lleva cinco años haciendo escolta de las embarcaciones de cabotaje que salen de Buenaventura y otras poblaciones del Pacífico para evitar que las asalten.

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También me contó Wills que con Parques Nacionales están trabajando en la instalación de una estación de guardacostas y un radar y que no ha sido posible concretarla por asuntos ambientales. Ahora esperan la autorización de la ANLA y a más tardar en enero estarían empezando la construcción.

El balance, menos de una semana después de los hechos, es el siguiente: el teniente de la Policía John Suárez dio la pelea hasta que lo remataron las Farc y el patrullero Jorge Patrón perdió un ojo durante el combate. La isla está cerrada, el operador de turismo Aviatur dijo que no quería seguir con el contrato y Julia Miranda, directora de Parques, me dijo, con un tono que a pesar de todo es positivo, que ella espera encontrar pronto un nuevo operador y evaluar cuanto antes la nueva estrategia de seguridad de la Armada y la Policía para volver a recibir a los turistas e investigadores.

Gorgona nos deja tres lecciones: las Farc seguirán dando golpes que les salen baratos desde el punto de vista operativo, y con los muertos que corresponda porque ese es el menor de sus problemas; la Fuerza Pública se sostendrá con el aliento de muchos que siguen dando la pelea a pesar de todas sus limitaciones, y mientras tanto, la sociedad mirará con desinterés el Pacífico, como suele ocurrir, porque eso está muy lejos para que sea su problema. ¿Cuántos Gorgona estarán por venir?

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