“Nunca salía de su cuarto. Llegaba a casa, azotaba la puerta e iba directamente a la computadora. Yo veía la luz encendida a la una de la mañana. Tocaba la puerta y le decía: ‘Jamie, vete a dormir. Mañana tienes clases’. Apagaba la luz, pero nunca me decía nada”. Esta es una frase que dice Manda, la mamá de Jamie, en Adolescencia, la miniserie de cuatro capítulos producida por Netflix. Eddie Miller, el papá, responde: “No podíamos hacer nada. Todos los niños son así hoy en día. No sabemos qué están viendo en sus cuartos. Podía estar viendo porno o algo así (…) no podemos vigilarlos siempre, es imposible”. El diálogo ocurre en el capítulo cuatro.
Adolescencia cuenta la historia de Jamie Miller, interpretado por Owen Cooper (una gran revelación actoral), un niño de 13 años acusado de asesinar a una compañera de su colegio. La familia del joven está compuesta por su padre Eddie, protagonizado magistralmente por Stephen Graham; Manda, la madre, interpretada por Christine Tremarco; y Lisa, la hermana, interpretada por Amélie Pease.
El guion, escrito por Jack Thorne y Graham, aborda temas como la radicalización en internet, la influencia de discursos misóginos en los jóvenes que tienen un carácter vulnerable y la violencia juvenil. Thorne explica en varias entrevistas que el objetivo es “mirar de frente la ira masculina” y mostrar cómo algunos adolescentes son influenciados por figuras tóxicas que encuentran en la web.
Manda: “[Jamie] tiene muy mal humor y tú también”.
Eddie: “No digas eso. No lo heredó de mí, ¿o sí?”.
Manda: “No, pero a veces pienso que debimos detenerlo. Haberlo notado y detenerlo”.
Esta serie no deja indiferente a quien la ve. Es imposible. Provoca reflexiones sobre el rol que cumplimos como madres y padres, y sobre la importancia de ejercer una presencia real, amorosa y sincera para nuestros hijos. No señala a nadie, sólo nos abre los sentidos para observar, sentir angustia, impotencia, para llorar. Prende alarmas ante lo básico y muchas veces ignorado que es el hecho de tener una comunicación libre y permanente con nuestros hijos.
Eddie: “No podemos culparnos”.
Manda: “Pero nosotros lo criamos, ¿o no? (...) Creo que sería bueno que aceptemos que quizás debiésemos haber hecho más”.
Eddie y Manda nunca supieron que su hijo era matoneado y discriminado en el colegio, que se sentía feo, que lo afligía no gustarles a las niñas, que vivía pegado de Instagram, que veía porno, que recibía emojis agresivos de las niñas que lo molestaban, que estaba lleno de ira… no sabían nada de su hijo.
Manda estaba en casa la mayor parte del tiempo y no supo cómo comunicarse con Jamie. Eddie trabajaba de 6 a. m. a 8 p. m. y no vio ni intuyó nada, porque tampoco sabía qué hacía su hijo. Los dos pensaban que en el colegio y encerrado en el cuarto estaba a salvo.
Jamie mató a su compañera y hubo muchos indicios de que el niño estaba mal y que, detectados a tiempo, hubieran evitado la tragedia.
Cientos de análisis de expertos se han escrito y publicado sobre el aislamiento social que sufren los niños, niñas y adolescentes, sobre el matoneo virtual, físico y emocional, sobre la adicción a las redes y el daño cerebral y en el comportamiento que eso produce, sobre la importancia de la presencia y la comunicación, pero… ¿qué tanto leemos sobre esto, aprendemos, curioseamos, consultamos y aplicamos en nuestros hogares?
Al final de la serie, Eddie entra a la habitación de Jamie y, por primera vez, llora desconsoladamente. Esta es una escena desgarradora. Se sienta en la cama, agarra un osito que estaba allí, lo cobija, le da un beso y dice: “Lo siento, hijo. Debí haberlo hecho mejor”.
Estimados lectores, ¿qué tan conscientes somos del comportamiento de nuestros hijos? Si les parece exagerada la historia, los invito a revisarse. Nunca es tarde.
* Periodista/directora Feria del Libro Pereira.