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¿Ustedes han llorado alguna vez luego de contemplar, descubrir o reafirmar algo asociado a la belleza?
Pienso en la belleza como una característica intrínsicamente asociada a la alegría, pero no necesariamente ligada a lo que habitualmente —y muchas veces de forma errada— creemos que es lo bello.
En Hipias Mayor, uno de los diálogos de Platón escrito hace veintitrés siglos, Sócrates e Hipias disciernen sobre lo bello en sí, pero no logran llegar a una conclusión. En su debate, intentan entender qué es lo bello desde lo útil, lo temporal, lo conveniente y lo que les da placer a los sentidos y se esfuerzan por establecer diferencias entre lo que es una cosa bella y lo bello. Con este diálogo, Platón quiere dejar claro que la belleza no puede ser pasajera, relativa o de apariencias, sino que debe ser absoluta, eterna y permanente.
Pasemos del siglo IV a. C. a varios momentos del mes de noviembre de 2025: el biólogo indonesio Septian Deki Andrikithat cae de rodillas y rompe a llorar frente a la flor más rara del mundo. Este hombre llevaba 13 años buscando la flor Rafflesia hasseltii y finalmente la encontró en Sumatra. En el video que le dio la vuelta al mundo, aparece Chris Thorogood, un biólogo de la Universidad de Oxford que acompañaba a Deki, dándole palmaditas en su hombro mientras le dice: “La encontramos, amigo, lo logramos”. El mismo Thorogood afirmó que a esa flor “la ven más los tigres que los humanos”.
La flor es, efectivamente, rarísima; es de color claro por fuera, manchas cafés con blanco por dentro, tiene unas espinas de color naranja en el centro y parece tener una textura dura. Es una planta parasitaria sin hojas, raíces ni tallos visibles y su floración dura entre cinco y siete días.
Juan Camilo Quintero, fotógrafo de la naturaleza, sorprendió con unas imágenes del Barbudito Paramuno (Oxypogon guerinii), un colibrí único en el mundo y exclusivo de los páramos andinos de Colombia. Esta diminuta ave tiene su cuerpo de color gris, un collar blanco, su cabecita es de color negro y lleva barba blanca, gris y verde esmeralda. No sé si Juan Camilo lloró, pero su cara de felicidad mientras contempla esa belleza no tiene precio.
Ilia Malinin, patinador artístico estadounidense de 21 años, ganó el Grand Prix de Nagoya, Japón, rompiendo su propio récord mundial en el programa libre individual masculino. Ese jovencito parecía no patinar sino flotar sobre la pista de hielo mientras una banda sonora y su propia voz con frases poéticas, acompañaba su presentación. Si ustedes ven el video, les aseguro que mientras sube la velocidad del patinador y somos testigos de sus piruetas hechas con extremada delicadeza mientras los violines de la música se intensifican, la piel se eriza y dan ganas, muchas ganas de llorar.
Hubiera sido genial oír a Sócrates y a Hipias intentando llegar a la definición de lo bello si en su realidad hubiera existido la flor rara de Sumatra, el colibrí colombiano y Malinin, el patinador. Lo que es seguro, es que Platón hubiera quedado satisfecho pensando que esos tres ejemplos sí cumplían con sus requisitos sobre el concepto de la belleza.
Esta columna es una invitación a descubrir la belleza en acciones, imágenes, palabras, abrazos, amaneceres y en todo aquello que nos rodea y que a veces damos por sentado; es una invitación a combatir la dureza de la vida, el miedo que nos embarga, la insatisfacción, la incertidumbre, la tristeza y el cansancio creando marcos de belleza desde nuestros lugares.
Suficientes razones tenemos en este mundo agresivo para tantas veces sentir que no vale la pena vivir y por eso nos perdemos de pequeños o grandes momentos y ¡de la belleza! Que pueden darle algo o mucha luz a nuestros días.
Llorar por lo bello… quizá sea esta una intención romántica, pero no menos necesaria.
* Periodista-Directora Feria del Libro de Pereira.
