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Colombia es uno de los países latinoamericanos que puede contribuir significativamente a la transición energética. ¿Por qué?
Antes que nada, es importante decir que la transición energética es una de las grandes “transiciones” que debemos llevar a cabo como humanidad para garantizar nuestra supervivencia en el planeta Tierra, en un contexto donde el cambio climático, causado en gran medida por el aumento de las emisiones de gases efecto invernadero de origen humano, amenaza el bienestar humano y la existencia de innumerables especies en la Tierra.
A pesar de las advertencias, se sabe que alrededor del 64 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global, provienen del uso de combustibles fósiles y de procesos industriales altamente contaminantes. Además, alrededor del 12 % de las emisiones netas de gases de efecto invernadero provienen actualmente del sector energético, lo que representa una gran oportunidad para realizar cambios que tengan un impacto directo en la mejora de las condiciones atmosféricas del planeta.
La transición energética es un proceso de absoluta necesidad, y su verdadero potencial radica en que sea una respuesta global y multisectorial. Colombia destaca como uno de los países latinoamericanos que puede aportar más a este desafío común, ya que no solo es signatario del Acuerdo de París, sino que también ha sido uno de los primeros en formular una estrategia climática a largo plazo con una meta clara de lograr la carbono-neutralidad antes de 2050.
La Agencia Francesa de Desarrollo (AFD) apoya diversas acciones en Colombia, como el programa de modernización del sistema de alumbrado público de Medellín. Este proyecto reemplazará más de 142.000 puntos lumínicos, lo que se espera resulte en un ahorro energético del 48 % y una reducción estimada de 10,000 tCO2eq al año. La inversión de un banco de desarrollo en este tipo de proyectos reduce los costos para la empresa y la ciudad, ya que las tasas de interés competitivas son más bajas que financiarlo con recursos propios.
Además, se destaca el proyecto del parque solar fotovoltaico Tepuy, actualmente en construcción en el municipio de La Dorada, Caldas. Este parque contará con cerca de 200.000 paneles solares y una capacidad instalada de 83 MW, suministrando energía eléctrica a una ciudad habitada por 400.000 personas. Es el primer proyecto de energía renovable no convencional de gran envergadura de EPM en Colombia y representa una contribución importante a la transición energética del país.
Por otro lado, Proparco, filial del Grupo AFD, ha financiado los consorcios Electribus por USD 52M y GreenMovil por USD 48M, encargados de adquirir y operar el parque de buses eléctricos más grande del mundo fuera de China, ubicado en Bogotá. También se están llevando a cabo negociaciones con empresas líderes en el sector de energías renovables para futuras transacciones.
Estos ejemplos demuestran por qué la transición energética requiere la participación tanto de actores públicos como privados, con financiamiento y contratos bancables que atraigan a inversores de desarrollo como el Grupo AFD. Esto acelerará la transición energética en Colombia y garantizará la sostenibilidad de los diferentes componentes, incluida la iluminación.
Finalmente, la transición energética no debe planearse desde una perspectiva sectorial, ni basarse únicamente en la maximización de beneficios económicos para algunos actores. Esta necesita ser entendida desde un paradigma diferente, que debe ser co-construido desde una mirada renovada, pues estamos viviendo una transición de un modelo de desarrollo basado en energías fósiles que conocemos y sabemos manejar, hacia un modelo cuya forma final aún no podemos dimensionar, pero que responde a un imperativo global.
* Responsable de Clima, Colombia (Agencia Francesa de Desarrollo)