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El futuro no se firma, se construye

Columnista invitada y Itzel Morales Lagunes*

08 de noviembre de 2025 - 12:05 a. m.
“La COP30, que se celebrará en Belém do Pará, Brasil, será una cita crucial”: Itzel Morales Lagunes
Foto: EFE - Andre Coelho

Hay una brecha silenciosa entre lo que los países dicen y lo que realmente hacen. En materia climática, esa distancia ya no se mide en años ni en discursos, sino en vidas. La COP30, que se celebrará en Belém do Pará, Brasil, será una cita crucial no solo porque tendrá lugar en el corazón de la Amazonía, uno de los ecosistemas más importantes y amenazados del planeta, sino porque llega en un punto donde la paciencia del mundo con las promesas vacías empieza a agotarse. El gran desafío de esta cumbre no es redactar nuevos compromisos, sino demostrar cómo se implementarán los existentes.

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En Colombia, esta urgencia adquiere una dimensión concreta. En 2024, las exportaciones de petróleo y sus derivados alcanzaron los 15 mil millones de dólares, es decir, más del 30 % del total de las exportaciones del país. Al mismo tiempo, las ventas del rubro de combustibles y productos extractivos representaron, en los primeros cuatro meses de 2025, el 39 % del valor total exportado. Esta dependencia económica de los fósiles coexiste con un país que alberga casi el 10 % de la biodiversidad mundial, una enorme porción de la Amazonía y territorios clave para la acción climática.

Pero el problema no es solo económico: es estructural. El país aún no ha fijado una fecha para abandonar los combustibles fósiles, no cuenta con una hoja de ruta pública para la reconversión laboral en zonas carboníferas y no ha definido un plan verificable completo para desplegar energías limpias. Mientras esto ocurre, la región se ve afectada por fenómenos extremos, pérdida de glaciares y crisis hídrica que ya golpean vidas.

En este escenario, surge una propuesta que podría marcar un cambio de época: el Mecanismo de Acción de Belém (BAM). Esta iniciativa, impulsada por la sociedad civil latinoamericana, plantea un nuevo marco de financiamiento climático sin deuda, con transparencia, transferencia tecnológica y cooperación internacional para garantizar que los recursos lleguen a quienes más los necesitan. El BAM busca que la implementación de los compromisos climáticos deje de ser un proceso fragmentado y se convierta en un eje global de acción coordinada, donde América Latina no solo exija apoyo, sino también rendición de cuentas y justicia climática.

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El reto latinoamericano guarda tres ejes. Primero, combatir el retardismo climático, esa inercia que retrasa la transición desde la comodidad de “ahora no”. Segundo, enfrentar el negacionismo, que hoy reviste formas distintas pero sigue alimentando la pasividad. Tercero, exigir un financiamiento climático constante, predecible y sin generar nuevas deudas para el sur global que trabaja para superar desigualdades históricas.

Colombia tiene los recursos, la biodiversidad y la urgencia para liderar esta fase, pero eso implica actuar con claridad: ¿cuándo dejaremos los combustibles fósiles? ¿con qué mecanismo financiero? ¿Cómo protegeremos a las comunidades?

La pregunta que queda es esta: ¿cómo avanzamos juntos, de verdad? Porque prometer no es actuar, y el futuro está convulsionando. La COP30 es la oportunidad para que América Latina deje de ser factor de riesgo y se convierta en motor de cambio.

*Branch manager The Climate Reality América Latina

Por Itzel Morales Lagunes*

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