Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Hace poco, uno de nuestros Amigos del Alma —un joven con síndrome de Down que vivía en condiciones de profunda precariedad— logró algo que aún muchos consideran imposible: compró su propia casa. Lo hizo con su salario, con disciplina, con dignidad. En Barranquilla, otro participante que vive en un barrio vulnerable avanza en su carrera de Derecho, gracias al ajuste de su jornada laboral, a su ahorro responsable y al acompañamiento que diseñamos para que pudiera sostener su proceso.
Historias como estas no deberían ser excepcionales. Deberían ser norma. Pero no lo son. Aunque Colombia cuenta con leyes, incentivos y discursos que promueven la inclusión laboral de personas con discapacidad intelectual, seguimos en deuda. No solo con ellas. También con nosotros mismos.
Trabajo desde hace más de una década por la inclusión real. Lo hago como directora de Best Buddies en Colombia, una organización que reconoce en estas personas —a quienes llamamos con orgullo nuestros Amigos del Alma— a ciudadanos con derechos, capacidades y talentos por desplegar. Pero también lo hago desde un lugar íntimo, que con los años se convirtió en propósito. Fue a través de una experiencia personal que descubrí, desde el amor, la dignidad y la pérdida, que la discapacidad intelectual no es un límite, sino una oportunidad de ver la vida con otros ojos.
Nuestro modelo de inclusión es integral: trabajamos articuladamente con empresas, familias y cada Amigo del Alma, diseñando rutas personalizadas para que cada persona no solo acceda a un empleo, sino que se sostenga y crezca en él.
La causa que represento nació de una herida y se transformó en esperanza. Y esa esperanza se concreta cada vez que una empresa decide abrir una vacante, no por caridad, sino por visión. Porque ha comprendido que la inclusión no es un favor: es una responsabilidad, una forma de vida, una decisión que humaniza y transforma los entornos laborales.
Y sin embargo, todavía hay barreras. La más difícil no es la técnica. Es la actitudinal. Son los miedos, los prejuicios, los paradigmas que nos hacen dudar de lo evidente: que las personas con discapacidad intelectual pueden y quieren trabajar, y que cuando lo hacen, lo hacen con compromiso, con alegría y con un sentido de pertenencia inquebrantable.
En Best Buddies no pedimos oportunidades vacías. Construimos caminos sólidos. Acompañamos a las empresas, preparamos a las personas, sostenemos a las familias. Y diseñamos estrategias de inclusión que generan valor real. Pero necesitamos que más organizaciones —públicas y privadas— decidan dar ese primer paso. Esperemos que la más reciente reforma laboral promueva procesos de inclusión poderosos y transformadores. ¡Aún se los debemos!
Hoy, más que nunca, el país necesita empresas que apuesten por lo esencial: el talento con propósito. Que se atrevan a romper los viejos esquemas y decidan ver lo que por tanto tiempo se ha ignorado.
Estamos listos. Ellos también.
Y yo, con una historia que me marcó para siempre, seguiré recordando que hay causas que nacen del amor y se convierten en caminos que ya no tienen regreso.
* Directora ejecutiva de Best Buddies Colombia