Cada vez hay menos colegios privados de niñas en nuestro país y pareciera que la reacción general a este fenómeno es que si el mundo es mixto, también lo deben ser los colegios. Se asume muy fácilmente la idea de que segregar a las mujeres es perjudicial para su desarrollo y que su convivencia con los niños solo puede mejorar las relaciones y ayudar a superar las desigualdades de género que aún persisten en todos los ámbitos de la vida. Sin embargo, lo que arroja la investigación es todo lo contrario, al menos para el caso de las niñas. Si bien sí hay evidencia de que a los niños les benefician los contextos coeducativos o mixtos, todo apunta a que a las niñas les favorece mucho, tanto en lo académico como en lo relacional, tener su propio ambiente.
Si hablamos de aprendizaje, las niñas en Colombia continúan aprendiendo menos matemáticas y ciencias que los niños, haciendo que como país sigamos perdiendo esos talentos tanto en la academia como en la industria. Así lo confirma el BID en su informe del estado de la educación en América Latina y el Caribe 2024, enfocado en la medición de aprendizajes. Sobre nuestro país, afirma el BID que la brecha en matemáticas se amplía en bachillerato y que es más evidente en los estratos socioeconómicos más altos y en colegios privados.
Lejos de demostrar diferencia de capacidades, el BID afirma que estos hallazgos reflejan la influencia de expectativas y estereotipos sociales presentes en la escuela y la familia. Muchos colegios de niñas del mundo insistimos en esto hasta el cansancio, pero debemos seguir haciéndolo: un ambiente de niñas sensible a las desigualdades de género es un ambiente en el cual las niñas crecen libres de estereotipos. La recomendación del BID en su informe es que Colombia implemente políticas focalizadas para estimular el interés y la participación femenina en estas áreas desde la primaria. Sin duda, esto se puede hacer desde contextos mixtos, si hay la intención. Pero difícilmente puedo pensar en una política más focalizada en la motivación de las niñas que un ambiente diseñado exclusivamente para ello y para ellas.
En cuanto al desarrollo personal y relacional, es mucho lo que se puede decir. Quisiera solo mencionar los interesantes estudios que se han hecho en las últimas décadas sobre la ocupación física de los patios de recreo por parte de niños y niñas en colegios mixtos. Una y otra vez vemos a los niños ocupando el centro de estos espacios y las niñas relegadas a las periferias. Los niños se expanden en sus juegos de pelota y las niñas se repliegan. Hoy sabemos que el juego, especialmente en la infancia, es una actividad determinante para el desarrollo de las habilidades sociales, emocionales y cognitivas del ser humano. Jugar es aprender y lo que se aprende en el espacio del juego se replica en la vida. En los colegios de niñas ellas ocupan todos los espacios y no hay un rincón del colegio que no les pertenezca. A mí me gusta pensar que, a partir de esa experiencia, las niñas crecen sabiendo que el mundo es plenamente suyo.
Esto es apenas una reflexión de un tema más profundo. Pero quisiera cerrar diciendo que debería haber no menos sino más colegios de niñas: modelos educativos que enriquezcan, fortalezcan y dinamicen la educación de la mujer en nuestro país. Todos los colegios, mixtos y de género, tienen el potencial de focalizar sus esfuerzos hacia la motivación y el bienestar relacional de las niñas, pero es algo que no se puede dejar al azar. Si algo nos han enseñado todos los estudiosos de las desigualdades es que estas no cambian de manera natural; a menos de que haya políticas claras que apunten a reducir las brechas de género, estas por sí solas no van a cambiar. Al contrario, se profundizarán.
* Rectora del Gimnasio Femenino