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Los tres disparos que impactaron hace 77 años el cuerpo de un hombre valiente, audaz, progresista y verdaderamente demócrata, alteraron el rumbo de la historia de Colombia. No lo digo yo, lo afirman académicos, novelistas, políticos y, sobre todo, lo confirman los sobrevivientes del genocidio al movimiento gaitanista, al hacer memoria de la estigmatización, hostigamiento y persecución sufrida desde antes del asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán.
La familia directa de Gaitán ha sido parte de esa memoria acosada. Puedo afirmar que la memoria desde la vivencia y la memoria desde la observación son caminos que no necesariamente comparten un mismo objetivo. Mientras la una involucra todo el cuerpo, la otra ejercita la mente y sus capacidades cognitivas. Si bien el observador puede sentir empatía e involucrase emocionalmente, también tiene la posibilidad de reposar, tomar distancia y ponerle punto final al hecho violento.
No quiere decir que una memoria sea mejor o más valiosa que la otra, solo son diferentes y no necesariamente complementarias. La memoria de la víctima, del sobreviviente y de los familiares componen la memoria colectiva con las experiencias personales, sentimientos, recuerdos vívidos y se transmite por generaciones. En contraste, la histórica estudia patrones y tendencias que, por lo general, responden a preguntas o a hipótesis.
La memoria histórica y el esclarecimiento de la verdad del conflicto son la razón de ser del Centro Nacional de Memoria Histórica. La entidad tiene el deber de investigar cómo las memorias individuales y colectivas se entrelazan con la historia del país, analizando testimonios, fuentes, patrones y tendencias. El observador contextualiza los hechos dentro de un marco que considera factores sociales, políticos y económicos que no siempre hacen parte de la memoria vivencial.
En Colombia, las llamadas “víctimas”, las verdaderas heroínas que se resisten al olvido e impunidad, bailan, cantan, escriben, tejen, actúan, pintan, lloran, gritan las memorias como expresión de su cultura. Los 163 lugares de memoria identificados por el Centro develan causas, responsables y hechos más allá de lo dispuesto por nuestra historia.
A pesar de la incesante resistencia de las memorias, unas han sido más escuchadas y aceptadas por la sociedad y el Estado, otras se han visto obligadas a gritar duro para ser reconocidas, y otras guardan silencio para no verse confrontadas con la estigmatización, el rechazo, la revictimización. El rol de la memoria histórica es democratizar las memorias, no simplificar, censurar, manipular o esconder memorias colectivas para no caer en una representación oficial inexacta.
El 9 de abril de 1948, Colombia se partió en mil pedazos. Para armar este rompecabezas debemos tener las piezas completas de un país moral y éticamente restaurado, verdaderamente democrático, tal como lo soñó Gaitán. Por eso, para conmemorar el “Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas”, el CNMH ocupa espacios del Exploratorio Nacional, un proyecto pensado desde los años 70 para transformar la cultura del país mediante la promoción de una mentalidad participativa que fomente relaciones colectivas empáticas, pacíficas y solidarias.
La programación abre con el arropamiento del primer lugar de memoria, la Casa Museo Gaitán, propuesto por las mujeres tejedoras de la Fundación Arrópame con tu Esperanza. Durante la jornada tendremos exposiciones, espacios de evocación y diálogo entre el pasado y el presente; un viaje inmersivo por los lugares de memoria de Colombia; talleres, charlas y cerraremos hacia las 6:00 p.m. con un canelazo conversado.
Hasta que la vida me alcance y desde el lugar en que me encuentre, no me cansaré de rendirle honores a Gaitán y al pueblo gaitanista. ¡A la carga!
*María Valencia Gaitán es la directora del Centro Nacional de Memoria Histórica y nieta de Jorge Eliécer Gaitán.