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Barbie: la gran sorpresa de la industria del cine en materia de feminismo

Columnista invitado EE y Edna Liliana Valencia

30 de agosto de 2023 - 09:06 p. m.

Por: Edna Liliana Valencia

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Mi hermana y yo nacimos en Bogotá en los años 80. Éramos las únicas niñas negras del barrio y ninguna de las dos fue fan de las muñecas Barbie. Creo que ella no tuvo ninguna y yo solo tuve dos: la Barbie embarazada (era espeluznante; se le destapaba la barriga y le salía un bebé de plástico que siempre terminaba perdido) y la Barbie rapera (me encantaba porque venía con una pequeña grabadora que emitía sonidos de hip hop).

Yo prefería jugar fútbol y ensuciarme en la arenera. Para mis padres eso nunca fue un problema, pero para mis amigos del barrio, eso era de niños. Creo que realmente nunca quise una Barbie, pero el hecho mismo de no quererla me convertía en una niña considerada poco femenina. Y ya era suficiente con ser mujer y negra como para que, además, me llamaran “machorra”.

Terminé, entonces, cediendo ante esta poderosa figura femenina de plástico que representaba poco menos que el modelo aspiracional de toda niña de la época. Barbie era el ejemplo de la perfección. Vaya problema: no se parecía a mí. O más bien, yo no me parecía a ella.

Jugando con Barbies, empecé a odiar, de manera inconsciente, mi cabello afro y mi piel oscura. Me costó décadas recuperar mi autoestima y le costó décadas a la empresa Mattel entender el daño que la muñeca tradicional les estaba haciendo a tantas niñas. Las Barbies negras y de diferentes tallas que aparecieron paulatinamente en los estantes de las jugueterías, no me hicieron sentir mejor. Me parecía un simple tema de conveniencia mercantilista y con esa sensación llegué a la sala de cine a ver la película tras su estreno el pasado 20 de julio.

Grande fue mi sorpresa cuando descubrí, a lo largo de la cinta, una contundente crítica al sistema patriarcal, desde un lenguaje digerible; una equilibrada representación de la diversidad con Barbies de diferentes grupos étnicos, texturas de cabello y en variedad de roles de representación (amé que la Barbie presidenta fuera negra) y una comparación retórica con el mundo real que muestra las incoherencias del machismo. Incluso una autocrítica de Mattel como reflejo de la sociedad, donde la creadora de Barbie, Ruth Handler, está encerrada en una habitación mientras un montón de hombres diseñan el mundo de una de las más importantes referencias femeninas de la historia del juguete.

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La directora de la película, Greta Gerwig, hizo un excelente trabajo junto a su equipo creativo. Logró evadir la narrativa del feminismo blanco al reconocer que la protagonista de la historia siempre ha sido la Barbie estereotípica. Me encantaron los diálogos, principalmente el monólogo de la madre latina que tiene el verdadero papel estelar.

Considero que le faltó profundidad en el abordaje del feminismo interseccional al no mostrar que hay mujeres quienes, además de enfrentar el machismo, debemos enfrentar el racismo, el clasismo, la homofobia y el capacitismo, entre otros sistemas de opresión. Sin embargo, sé que abordar todos los temas en una sola obra es casi imposible. La misma sólo merece aplausos. No logrará borrar el daño que nos hizo Barbie a las niñas diversas durante más de 50 años, pero al menos sentará un precedente de representación y empoderamiento femenino para las generaciones presentes y futuras.

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Por Edna Liliana Valencia

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