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Breve recuerdo de Maruja Vieira

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Columnista invitado EE: Jorge Emilio Sierra Montoya*
10 de noviembre de 2023 - 02:05 a. m.
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Cuando se publicó la primera edición de mi libro de poesía infantil Poemas para niños (1999), un colega periodista me invitó a presentarlo en su programa cultural que entonces dirigía en la Radiodifusora Nacional de Colombia.

Todavía recuerdo que hicimos la grabación respectiva en un estudio radial, donde ambos teníamos sendos micrófonos al frente y, más allá, una enorme ventana de vidrio, a través de la cual vimos llegar a los futuros entrevistados del programa.

En realidad, sólo eran dos personas: Ana Mercedes Vivas, también periodista (a quien yo conocía en virtud de mi oficio, como subdirector del diario La República), acompañada por una distinguida señora de edad avanzada, de la cual ignoraba, en cambio, quién sería.

Eso poco importó, claro está. Lo único que me interesaba era hablar de mis poemas y leerlos, lo mejor posible, en mi propia voz, que, a propósito, nada tiene de melódica o agradable para los exigentes oídos de tan selecta audiencia, intelectuales en su mayoría.

Puesto que la transmisión era en vivo, lograba escucharse afuera del estudio, en el salón contiguo, donde las pacientes damas parecían poner mucha atención y celebrar, con sus ojos y gestos, la lectura de mis versos y los comentarios que hice sobre literatura infantil, haciendo la referencia obligada a autores como Rafael Pombo.

Concluida la entrevista, era previsible el inmediato relevo del personaje invitado, quien resultó ser —óigase bien— doña Maruja Vieira, “la mamá grande de la poesía colombiana”, acompañada por su hija, Ana Mercedes, quien me presentó a su madre con orgullo, no sin soltarme, antes de pasar al estudio de grabación, una propuesta que me tomó por sorpresa.

Sí, Maruja tendría un recital en los próximos días y quiso, al escuchar mis versos, que yo también los leyera junto a ella, en obvio reconocimiento a mi obra poética.

No sé qué me pasó. Si fue por timidez, por soberbia o sabrá Dios por qué. Lo cierto es que, en un abrir y cerrar de ojos, me negué a aceptar la invitación, hecho que fue sin duda una falta de respeto, una ofensa gravísima o al menos un desaire, del que me habré de arrepentir por el resto de mi vida.

Ahora sólo puedo imaginar cómo pudo haber sido un recital al lado suyo, invitado por la mismísima Maruja Vieira, siendo así consagrado ante un público que seguramente recibiría con buen agrado mis versos infantiles, declamados a la sombra de nuestra gran poeta nacional.

Por tal motivo, al darle mi adiós definitivo el pasado 28 de octubre, cuando Maruja falleció en Bogotá a sus 100 años de edad, en medio del dolor colectivo y, en especial, de los círculos intelectuales, reviví aquel episodio personal, íntimo, doloroso, que hoy logro hacer público, lleno de vergüenza.

Pero también, de emoción y orgullo, aunque tan maravilloso encuentro poético nunca hubiera ocurrido y permaneciera oculto en la memoria y la imaginación, “la loca de la casa”, al decir de santa Teresa.

¡Qué vaina!

* Miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua.

Por Jorge Emilio Sierra Montoya*

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Alamo(88990)11 de noviembre de 2023 - 03:06 p. m.
Hummm... si doña Maruja "vieira" esta columna, de seguro usaría la "sierra", don Jorge Emilio.
María(11708)11 de noviembre de 2023 - 01:25 p. m.
Siempre con un ego extrapolando!
Eduardo(27855)10 de noviembre de 2023 - 10:58 p. m.
Amable, muy amable su nota. (Y valiente). Gracias
Gerardo(epsdn)10 de noviembre de 2023 - 04:42 p. m.
Destaco su honradez para reconocer lo sucedido. En el mundo hace mucha falta de eso...
Fernando(01465)10 de noviembre de 2023 - 04:05 p. m.
Qué mala leche la de estos comentarios. Algo pasa en Colombia que tanta gente está lista a descalificar y a penalizar a los demás a la menor falta. Yo no tenía ni idea de quién era Maruja Vieira. No soy afecto a la poesía así que veo esto con cierta imparcialidad, pero me pareció entretenida e infomativa la lectura.
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