El propósito de pactar un cese al fuego es una decisión de gobierno muy significativa, si se piensa en la urgente necesidad de llevar alivios humanitarios reales a zonas y comunidades profunda y extensamente afectadas por el conflicto. Pero este deseo (loable, sin duda) choca con un principio de realidad que tiene que ver con cómo se concibe, el momento de hacerlo, las capacidades reales de concretarlo e incluso, digámoslo sin temor, su conveniencia.
Sus bondades implican enormes desafíos y, sobre todo, riesgos estratégicos.
Por Diego Arias*
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