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Por: Comisión de medición de revistas científicas - Sociedad Colombiana de Filosofía
Colciencias ha venido refinando su metodología para clasificar las revistas científicas (incluyendo las ciencias sociales y humanas). Desde hace un tiempo, adoptó la métrica del conteo de citas que recibe una revista: básicamente, a mayor volumen de citas, mejor es la revista. Los índices dividen las revistas –según los volúmenes de citaciones recibidas– en 4 rangos que van del rango de mayor volumen de citaciones (cuartil 1) al rango de menor volumen de citaciones (cuartil 4). En agosto de 2016 Colciencias incluyó como novedad al índice H5, aplicado a revistas, junto a los índices JCR y SJR utilizados ya antes para la clasificación. El índice H5 es conocido por ser más incluyente que JCR y SJR. No se restringe a revistas seriadas, sino que incluye también las citas en libros y tesis doctorales que estén en la red. Y en especial, es más incluyente por tener en cuenta publicaciones en todos los idiomas. Pero la verdad es que Colciencias lo incluye como un índice de segunda categoría. Para sus expertos, las revistas que por el volumen de citaciones recibidas quedan en los rangos o cuartiles 1 y 2 del índice H5, son equivalentes a las revistas de los cuartiles 3 y 4 de JCR y SJR. Como quien dice, el índice H5 es de segunda. En el documento de agosto de 2016 que describe la nueva política, no aparece ninguna justificación explícita para esta jerarquización.
Esta decisión demuestra un desprecio, o al menos un desinterés, por las publicaciones científicas que no están en idioma inglés, pues las revistas incluidas en los índices que Colciencias privilegia (JCR y SJR) están en su gran mayoría –más del 85%– en idioma inglés. En las áreas humanísticas es más pertinente que en las ciencias naturales y puras escribir en el idioma nativo. Un historiador o un sociólogo puede con su investigación producir un análisis novedoso y creativo de un fenómeno como la guerra en su país, el postconflicto o la política educativa. Y puede luego sentir que es más importante que su producto interpele a sus conciudadanos y no tanto a los expertos internacionales. Para lograrlo, necesita escribir en su lengua nativa. Esta tensión no se da en las ciencias naturales y puras, donde un descubrimiento científico está mucho más relacionado con el lenguaje universal de las matemáticas que con una lengua en particular. Para los investigadores que trabajan en áreas humanísticas y sociales, la política de Colciencias tiene que causar perplejidad por el desprecio implícito que expresa por el castellano, nuestra lengua nativa.
Pero el problema más grave que enfrentan las revistas en lengua nativa es que cualquier métrica adoptada hoy para determinar el volumen relativo de citaciones adolece de una deficiencia crucial: ninguna está normalizada por el tamaño de las comunidades lingüísticas capaces de leer y citar en un idioma particular. Normalizar significa aquí hacer comparables dos magnitudes o cifras. Pongamos por ejemplo que una de ellas, el número 100, representa el volumen de citación de una revista de filosofía publicada en inglés y la otra, el número 8, representa el volumen de citación de una revista de filosofía publicada en castellano. Aparentemente, la revista en inglés es de una calidad muy superior a la revista publicada en castellano. Pero no es así en realidad, porque las cifras no son comparables. Para hacerlas comparables, hay que tener en cuenta cuántas personas pueden leer y citar esas revistas. Ese número no depende sólo de la difusión de la revista o de su calidad, depende en mayor medida de la capacidad que las personas tengan de leer en esos idiomas. Por ser el inglés la lengua franca del mundo académico de hoy, todos los autores en cualquier disciplina pueden leer y citar del inglés, aunque no todos pueden publicar en ese idioma. En cambio, el potencial de lectores y citadores en cualquier otra lengua es proporcional al número de autores que publica en ella. Esa es la diferencia entre una lengua franca y una que no lo es: todos tienen acceso a la primera, pero solo los hablantes nativos tienen acceso a la segunda. En el caso específico del castellano, la comunidad que escribe en castellano en disciplinas humanísticas y que puede leer y citar en castellano es apenas un 3% de la comunidad total. Estamos, pues, ante unos índices que comparan volúmenes de citación sin “normalizarlos” en relación con la ventaja lingüística que exhiben las revistas publicadas en inglés.
La Sociedad Colombiana de Filosofía escribió a Colciencias llamando la atención sobre este hecho. Es frustrante que sus expertos hayan respondido, insinceramente, que ya vienen trabajando en esa normalización de los índices. Si eso fuera cierto, lo habrían demostrado poniendo al índice H5 en pie de igualdad con JCR y SJR y anunciando en sus documentos las medidas que han venido tomando en pro de esa normalización. El índice H5, si bien no está normalizado en el sentido que aquí interesa, al menos es lingüísticamente más incluyente en sus reportes de citaciones y, seguramente, estaría interesado en una normalización por el tamaño de las comunidades lingüísticas, si los expertos de Colciencias manifestasen ese interés. La realidad es que su política expresa un desinterés, y acaso un desprecio, por su propia lengua materna.