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María Claudia Lacouture*
Las acciones que pongamos en marcha en este momento de la historia del país serán determinantes para tener un turismo creciente, sostenible y para siempre. Así como hemos construido una red de promoción e integración internacional, ahora el reto está en lograrlo en el mercado nacional. Colombia necesita integrarse internamente también, máxime con el extraordinario panorama que abre la paz, el inmenso territorio que se abre para explorar y disfrutar.
Es el momento de abrir el abanico de posibilidades. Hasta hace pocos años, los destinos visitados con gran afluencia se contaban con los dedos de las manos. Esos destinos ahora son puntos de partida para emprender viajes de todos los estilos y los más diversos gustos. Montañas, valles, selvas, playas. Cultura, gastronomía, música, religión, pueblos patrimonio. Aventura, naturaleza, avistamiento de aves. Y en medio de todo eso, congresos, convenciones, ferias y fiestas.
La oferta es interminable y variada. Ahora, con los corredores turísticos, diseñados dentro de la estrategia de integrar la región y promover nuevos destinos, se facilitan los recorridos, se potencian los destinos y se condensan los productos.
Y también se atrae inversión. El Acuerdo de Paz justamente nos abre esa oportunidad de vincular áreas y zonas que por décadas han pedido que lleguen las iniciativas privadas y que han estado marginadas por cuestiones de seguridad.
Para nadie es un secreto que Colombia está en la mira internacional como destino turístico emergente, con un creciente número de viajeros internacionales, cuyo aumento se ha venido dando por encima del promedio mundial. Sólo el año pasado, los 5,8 millones de viajeros extranjeros que llegaron al país dejaron US$5.688 millones. Datos sin precedentes sobre los cuales podemos hacer más.
Hace poco leí sobre el casi millón de colombianos que en el primer semestre del año escogieron destinos en el exterior. Eso habla bien de cómo hemos avanzado en materia económica y del apetito por ir más allá de las fronteras. Sin desvirtuar esa posibilidad, es hora de que como viajeros tengamos esa misma ansiedad de conocer nuestro país. Imaginemos por un momento que buena parte de esos recursos pudo ser motor de desarrollo regional, en especial para destinos de posconflicto.
Esto nos genera una gran responsabilidad que debe ser abordada de manera integral. Desde el profesionalismo que deben tener todos los prestadores de servicios turísticos, contando con el Registro Nacional de Turismo, la implementación de las normas técnicas de sostenibilidad y calidad; desde la institucionalidad del Gobierno Nacional, los gremios y los gobiernos locales para la competitividad, promoción y efectiva implementación; y desde los viajeros con la práctica de un turismo responsable.
Es momento de volver a nuestras raíces, de mostrar a nuestros hijos el país que tenemos y con ello poner nuestro aporte en la implementación de la paz, cuyo resultado no puede quedar sólo en manos del Gobierno y empresarios. El desarrollo se construye entre todos.
Moralmente, los colombianos tenemos la obligación de superar la polarización y aprovechar las oportunidades. Es el momento para que las empresas expandan sus límites y conquisten nuestro propio mercado, desarrollen nuevos productos y generemos más consumidores. Ya tenemos reglas claras que facilitan que los destinos se preserven para las próximas generaciones.
Contamos con una política turística que perdurará más allá de las coyunturas históricas y de las administraciones de Gobierno y que consolidará, con la contribución de todos, un turismo para siempre.
*Exministra de Comercio, Industria y Turismo.