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¿Cómo sacar adelante el metro de Bogotá?

Columnista invitado EE y Eloy García*

27 de mayo de 2023 - 02:10 p. m.

La pregunta tiene trampa. ¿De qué metro hablamos? ¿Del de superficie o del subterráneo? ¿Del programado por el presidente Petro en su etapa municipal o del que promueve la actual alcaldesa? La respuesta es muy sencilla: de los dos. Porque la movilidad es imposible en Bogotá si no se opera desde una suma integrada de ambos modos y de algún otro más −como los buses y el Regiotren que avanza en Cundinamarca−.

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Cualquier experto en la materia sabe perfectamente que lo que ahora se llama movilidad, y hace no mucho se denominaba transporte, consiste justamente en un sistema integrado de modos que requiere de la acción de múltiples sujetos coordinada desde la autoridad del Estado. Es el abecé de la movilidad que nace –incluso como término- en la cabeza de un genio, Lewis Mumford (The Highway and the City, 1957), precisamente a partir del fracaso anunciado de la política de infraestructuras del presidente Eisenhower en los años cincuenta en Estados Unidos. Una idea que se define por tres notas:

1. El fin de la movilidad es asegurar el desplazamiento colectivo de las personas en una sociedad que al ser de masas, ricos y pobres resultan igualmente dependientes (igualmente menesterosos que diría Forsthoff) y no pueden asegurar por sí solos su propia circulación.

2. El instrumento de la movilidad son los diferentes modos (carretera, ferrocarril, aéreo) que adecuadamente combinados dan la posibilidad de satisfacer plenamente las necesidades de movilidad. La construcción de infraestructura no garantiza de por sí una buena movilidad e incluso en ocasiones puede estorbarla seriamente porque la movilidad es el resultado de una política de servicios y no de obras.

3. El papel del Estado resulta fundamental ya que permite coordinar desde la autoridad la organización del servicio evitando disfuncionalidades, la captura de lo público por el interés privado y facilita la economía de recursos en un momento en que la sostenibilidad aparece como objetivo político número uno en todas partes.

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El sólo hecho de comparar estas notas que conforman el paradigma de la movilidad de las sociedades contemporáneas de América, Europa o Asía, con lo que está sucediendo hoy en Colombia -excepción hecha de Medellín-, demuestra que la movilidad se ha parado hace tiempo en nuestro país y que no sólo los sucesivos gobiernos han carecido de una política de movilidad sino que Colombia entera está sumida en una grave crisis de movilidad que colapsa literalmente toda la República. Llama poderosamente la atención que Colombia, que es una Republica de ciudades, se encuentre tan atrasada en un tema tan urbano como la movilidad. Pero lo cierto es que, al menos en este punto, Colombia se quedó anclada en el siglo XX, aferrada al automóvil individual, al transporte por un bus que es un automóvil colectivo, como sí la unimodalidad fuera todavía posible en el mundo postmoderno.

La consecuencia de ello es que los problemas crecen cada día y los remedios de un día chocan abruptamente con las soluciones de otro. ¿Quién tiene razón en Bogotá, los que defienden el metro de superficie en construcción o el subterráneo programado? Pues los dos, porque los dos son necesarios como evidencia el trancón que todos los días nos atormenta.

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¿Quién y cómo proceder al respecto? En lo que hace a lo primero, la política de movilidad no puede ser obra de un alcalde porque tiene que ser de largo plazo (es lo que precisamente significa la palabra sostenible). Es el presidente de la Republica quien debe liderarlo (cómo hiciera Belisario Betancourt en Medellín). Respecto del cómo, debe ser una ley de movilidad sostenible aprobada por el Congreso la que resuelva tanto el problema de Bogotá (y el menor es el de los costes de lo hasta ahora efectuado) como los de toda la República, programando el futuro de todas las ciudades colombianas que superen el umbral del millón de habitantes. No hace falta inventar nada, sólo hay que tener el coraje de hacerlo.

* Eloy García es ciudadano español y colombiano por carta de naturaleza. Se doctoró en Derecho con una tesis sobre movilidad que obtuvo premio extraordinario

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