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Ha corrido mucha tinta (o, como decía el general Francisco de Miranda, el Precursor de la independencia bolivariana, se ha hecho mucho “bochinche”) en torno a una supuesta banderita de “Guerra a muerte”. Y bien, cuando Bolívar con otros socios fue a conspirar contra Miranda en la noche del 30 de julio de 1812 (era la madrugada del 31) y Bolívar se presentó con sus socios a la casa donde esa noche dormía Miranda, su edecán, el capitán Carlos Soublette, subió a la alcoba de Miranda con una linterna, tocó y le dijo: Unos revolucionarios quieren verlo ya. Miranda lo miró y respondió: “Bochinche, bochinche. Esta gente no sabe más que hacer bochinche”. El resto es grave y no importa.
Aquí y ahora, otra vez se hace “bochinche” en torno a una supuesta bandera recientemente resucitada en manifestaciones en la ciudad de Nueva York. Tiene sentido entonces precisar, en nombre de la historia, algunos puntos:
La banderita es atribuida a Bolívar en su trayecto victorioso de campaña para tomarse Venezuela y dar un golpe de gracia (que fue efímero) al imperio español que había recuperado el poder en Venezuela tras el grito de independencia de 1810 y el intento de consolidación de esta por parte del gran Francisco de Miranda, héroe de la Revolución Francesa, héroe de la revolución norteamericana, supuesto amante de Catalina de Rusia, intelectual y aristócrata de quimeras y conspirador él mismo ante el gobierno británico del ministro William Pitt para libertar a Venezuela. Así vino Miranda a Venezuela a fines de 1810 y lo hacen generalísimo y dictador; y así fracasó en 1812. Bolívar era su subalterno y lo entrega a España. Luego huye a Curazao brevemente y finalmente llega a Cartagena a fines de 1812. Luis López de Mesa dice que Bolívar “nació” como “Bolívar, el grande”, en 1812.
Al mando de Labatut, un francés de poco seso, aliado de los independentistas granadinos, Bolívar es enviado al Bajo Magdalena para organizar los ejércitos de la nueva patria, pero Bolívar era indócil y por su cuenta organiza un ejército casi de fantasía. Se dirige a Camilo Torres, que presidía las Provincias Unidas de Nueva Granada y era la figura del Congreso de Tunja (Bogotá se debatía en la Patria Boba). Torres le da poder a Bolívar, lo nombra brigadier (¡hasta ahora brigadier!) y lo empuja a iniciar una campaña que se llamó Admirable.
La Campaña Admirable lleva a Bolívar del Magdalena (1812) a Cúcuta y en 1813 Bolívar entra a Venezuela con la meta de llegar a Caracas y arrebatarle el poder al español Domingo de Monteverde, con quien Miranda había capitulado. Este es el punto en que ahora nos quieren conectar con la banderita.
He oído decir que la Campaña Admirable no fue Admirable, sino la obra de un psicópata. Difiero. Fue admirable simplemente porque un joven de 30 años, un modesto brigadier, con poca formación militar, a diferencia de Miranda y a diferencia de San Martín, y sin un ejército digno de tal nombre, con apenas 600 hombres, venció al imperio con un ejército de 6.000 en esos días y se tomó Caracas, la “joya de la corona”, (esto es admirable!). Pero Caracas no era tan buena idea y a Bolívar le tomó por lo menos cinco años para darse cuenta (¡pero esa es otra historia!).
Bolívar vence menos con milicia que con astucia, rapidez y terror: el otro tema de estos días. En la Campaña Admirable lo acompañan el gran José Félix Ribas, el gran Rafael Urdaneta, los grandes granadinos Ricaurte y Girardot. ¿Psicópatas todos ellos porque apoyaron el terror de Bolívar en 1813? No lo creo.
Bolívar expide su famoso Decreto de Guerra a Muerte en Trujillo, Andes venezolanos, el 15 de junio de 1813. Dos meses cortos después ya estaba en Caracas (6 de agosto), coronado como Libertador. Así que Bolívar había hecho su campaña sin ese tal Decreto. ¿Y por qué lo hizo? Bolívar lo explica: “A los inicuos españoles -dice entonces- nuestro magnánimo corazón se digna aún abrirles por la última vez una vía a la conciliación y a la amistad, todavía se los invita a vivir pacíficamente entre nosotros (…) si cooperan con nosotros a la destrucción del gobierno intruso de España (…) Se indultará al español que se pase a nuestro ejército (…) los americanos, aun los traidores, serán amnistiados y perdonados en general”. El 30 de julio, a una semana de entrar en Caracas, volvió a dirigirse a los españoles y canarios así: “nuestra benignidad, sin embargo, os convida nuevamente […] a gozar de la felicidad de existir entre nosotros en paz y armonía” ¿Psicópata? Tampoco me parece.
Bolívar había rechazado a un patriota rico y loco: Antonio Nicolás Briceño, a quien apodaban “El Diablo”, que le había mandado en un saco las cabezas de dos españoles. A Bolívar le pareció el hecho repugnante y lo desaprobó. Briceño cayó y fue ejecutado por los españoles antes de junio 15 de 1813.
Pero es que los españoles no eran angelitos de porcelana. Yáñez, Antoñanzas, Zuazola, Morales, y por supuesto Boves, eran buitres sangrientos que al tomar una población ejecutaban a todos los hombres, violaban a sus mujeres, incendiaban campos y casas y abandonaban a los huérfanos (y sin la formalidad de decretos). Esa guerra no era civilizada de ningún lado. ¿Alguna lo ha sido? También Bolívar fue cruel e inclemente en estos tiempos. Después de Boyacá en 1819, actuó más como un general napoleónico. Quien también era loco. Por eso Lacan dijo: Loco es todo aquel que se considera Napoleón, incluido Napoleón.
¿Y qué hay de la banderita? La supuesta “bandera de la Guerra a Muerte”. Bueno, los mejores historiadores de Bolívar (D. O´Leary, Gerhard Masur) no la mencionan. Pero la banderita que muestran por ahí, que no es roja y negra, sino roja blanca y negra con un elaborado diseño heráldico de rombo blanco, cuadrado negro y esquineras rojas triangulares, aparece como una de las banderas de la Segunda República de Venezuela (6 de agosto de 1813 – 6 de septiembre de 1814), en competencia con la tricolor de Miranda, la misma que todos los de acá tenemos. La bandera roja y negra es la del ELN con su lema Liberación o Muerte, que no aparece por ninguna parte en Bolívar. No está en sus proclamas, no está en sus miles de cartas. Si Bolívar tuvo una bandera en la Campaña Admirable, esa sería la de las Provincias Unidas de Nueva Granada, la de Camilo Torres. Bolívar todo el tiempo estuvo rindiéndole informes a Torres, su jefe, hasta cuando entró a Caracas. Para el terror está la bandera de los piratas: negra con calavera y tibias (o espadas). Por ahí no va Bolívar.
Finalmente, Bolívar fue benigno con los afroamericanos. Amó a Hipólita, la negra que lo amamantó y fue fiel a ella toda la vida. Liberó a sus esclavos. Prometió la libertad a quienes se enrolaran al ejército patriota. Fue partidario de decretar la plena libertad de los esclavos, pero el Congreso de Cúcuta (con Santander y Nariño) la aplazó.
Piar, en fin, que era un grande, fue claramente un insurrecto en Angostura. Bolívar lo perdonó. Pero Piar reincidió y tras un juicio sumario fue ejecutado en Angostura, donde Bolívar estaba entonces. No asistió a la ejecución, pero cuando le informaron lloró y dijo: ha muerto parte de mi sangre. Un rumor decía que Piar era hijo ilegítimo de Juan Vicente Bolívar, el padre de Simón. Vaya uno a saber.
* Autor, profesor titular (r) de la UN. Doctor y Magister. Presidente de la Federación Colombiana de Sociología