Cuidado con los incorruptibles

Columnista invitado EE
14 de abril de 2020 - 05:00 a. m.

Por: Camilo A. Enciso*

Maximiliano Robespierre, corazón y alma de la Revolución Francesa, fue conocido en sus días de gloria como El Incorruptible. Su aparente castidad, religiosidad y ética a prueba de todo hacían de él un ejemplo a seguir, un arquetipo de la virtud republicana. Pero ya para 1794, por la guillotina del Tribunal del Terror –al servicio de Robespierre– desfilaban cientos de personas cada día, supuestos conspiradores en contra de la causa de la Revolución. Ese mismo año, víctima de su propio invento, Robespierre fue enviado al patíbulo por sus adversarios, y su cabeza rodaba ensangrentada tras su ejecución en la Plaza de la Revolución.[1]

La historia nos enseña que en ocasiones los incorruptibles son peligrosos. Al igual que Robespierre, el dictador de República Dominicana Rafael Leonidas Trujillo tenía fama de impoluto, hasta que sus andanzas con niñas menores de edad y las torturas a las que su jefe de inteligencia, Johnny Abbes, sometía a sus críticos y antagonistas políticos empezaron a filtrarse a la opinión pública. Recordemos a Julio César, quien rechazó tres veces la corona de laurel para demostrar su falta de ambición, pero poco después se alzaba como dictador indiscutible de Roma. Los ejemplos abundan.

Acá hemos tenido cientos de personajes de similar calibre: Javier Cáceres, expresidente del Senado y promotor del lema “chuzo para los corruptos”, se rasgaba las vestiduras denunciando la corrupción de otros, hasta que fue condenado a nueve años de cárcel por la Corte Suprema de Justicia por sus nexos con paramilitares; nuestro flamante embajador ante la OEA y exprocurador, Alejandro Ordóñez, quien reprochaba la inmoralidad de cada cosa que se cruzaba por su camino, hasta que fue destituido por el Consejo de Estado de la jefatura del Ministerio Público tras comprobarse que había contratado a familiares de varios magistrados encargados de presentar la terna de candidatos al cargo de procurador, lo cual habría facilitado su reelección en el cargo; y qué decir del fiscal anticorrupción Gustavo Moreno y los magistrados de la Corte Suprema de Justicia involucrados con el cartel de la toga.

Pero la historia se repite, y los actores de la comedia (¿tragedia?) universal, así como sus comportamientos, se reproducen. Por estos días de pandemia, en los que todas las virtudes y defectos de la humanidad hallan terreno fértil para florecer, se ha dado una especie de nueva gran explosión de la “virtud” anticorrupción. Varios congresistas, en patético espectáculo, donan su sueldo para mostrarse comprometidos, humanos y solidarios. No lo hacen callados. Lo hacen enviándole la chiva a los medios para que registren su hazaña.

El Centro Democrático anuncia una donación de dos mil millones de pesos, con bombos y platillos, tras haberse opuesto en el Concejo de Bogotá al simulacro de cuarentena que –en buena hora– decretó la alcaldesa. También guarda silencio frente al fiasco de la Ley 100 de autoría de su líder único, sobre los asesinatos de líderes sociales y desmovilizados de la FARC, y sobre los cien hombres armados que por estos días deambulan en Argelia, Cauca, buscando desmovilizados para masacrarlos.

Además, la vicepresidente anuncia la creación de un escuadrón anticorrupción en asocio con la Procuraduría, la Contraloría y la Fiscalía, pero las cabezas de esas entidades le responden con una cachetada, aclarando que ellos no le responden a la vicepresidencia. Mal momento para anunciar la creación del malogrado grupo de tarea conjunta: justo una semana después de que InSight Crime publicara una investigación según la cual Álvaro Rincón, esposo de la vicepresidente, tuvo relaciones comerciales con Guillermo León Acevedo Giraldo, alias Memo Fantasma, un narcotraficante que creció de la mano de Pablo Escobar y después montó su propio emporio. La vicepresidente le salió al paso a la acusación, pero igual, las "ías" no se iban a dejar manosear de esa forma.

Por último, mientras los 32 gobernadores y más de mil alcaldes intentan lidiar con los estragos que la pandemia está dejando en sus territorios, parecería que el presidente y algunas "ías" les muestran los dientes a todos por igual, metiendo en el mismo saco a justos y pecadores. Montonera a la que pretendía sumarse la vicepresidente. Un gobernador me decía por estos días: “Hoy me bloquearon tres carreteras grupos de ciudadanos que no tienen comida. Les pedimos una cotización para los kits de alimentación a varios mayoristas y grandes superficies, pero no me venden porque están cuidando su inventario. Colombia Compra Eficiente no ayuda en nada. Les pedimos propuestas a los comerciantes al detal, y me venden 20 o 30 por ciento más caro; nadie controla la especulación e inflación de precios. ¿Qué se supone que deba hacer? ¿Dejar morir de hambre a la gente?”.

Y mientras tanto, la Superintendencia de Industria y Comercio y la Fiscalía como si nada. Muchos anuncios sobre control de precios y prevención de abusos y acaparamiento, pero la especulación está desbordada en media Colombia, muchos comerciantes abusan de su posición de privilegio, latas de atún se venden a precios exorbitantes, y nadie interviene. Todos anunciando cosas, gritando, amenazando, intimidando, pero a la hora de la verdad, pocos resultados. Imperan la política y la politiquería, la descoordinación es monumental, y languidecen las política públicas de alta calidad y la lucha contra la corrupción seria y responsable. Ahora abundan las donaciones de congresistas caritativos, pero no asumen su parte de responsabilidad por un sistema de salud colapsado, desfinanciado, empobrecido, ni por un sistema tributario regresivo al que le han dado vía libre.

Desfilan ante nuestros ojos no uno, ni dos, ni tres Robespierre, sino cientos. Pronto veremos si, tal como ocurrió con El Incorruptible, la historia y el pueblo les pasan factura.

@camiloencisov

 

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