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Cuatro dimensiones de la unión demoliberal

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Columnista invitado EE: Camilo A. Enciso Vanegas*
06 de enero de 2021 - 07:00 p. m.
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Escoger un candidato único a la Presidencia sí es posible, pero lograrlo exige alcanzar compromisos en cuatro dimensiones: principios, programa, reglas de gobierno corporativo y reglas de procedimiento para la elección del candidato. La dimensión de los principios es fundamental. El acuerdo no puede buscar la victoria por sí misma ni debe permitir que se suba al bus cualquiera al precio que sea. La integridad y los principios cuentan. El acuerdo alrededor de esta dimensión podría basarse en los 14 principios de Compromiso Ciudadano, entre los cuales están el valor sagrado de los recursos públicos, la gestión transparente de lo público y la prevalencia del interés público sobre el particular. Ver acá.

En cuanto a la segunda dimensión, el acuerdo sobre unos mínimos de lo que debería ser un programa de gobierno común no es menor. Colombia tiene cientos, miles, quizás cientos de miles de problemas sin resolver, pero es muy importante definir qué es lo prioritario y cuáles serían las posiciones de los nuestros en caso de llegar al poder frente a los aspectos más sensibles que le preocupan al país. En esto hay que ser realistas y actuar con foco. La conversación para llegar a un acuerdo en esta dimensión no puede volverse una pequeña constituyente.

Tampoco puede volverse un congreso ideológico. Hay que ser prácticos. De lo contrario nos enfrascaremos en una serie de debates estériles que permitirán que nuestros adversarios, con su demagogia simple y superficial, mentirosa pero efectiva, cojan la delantera. Nuestro centro de gravedad podría ser un pacto que contemple la defensa de la Constitución de 1991, la implementación de los Acuerdos de Paz, y compromisos en aspectos tales como la protección de líderes y excombatientes, reparación de las víctimas, reforma política, equidad de género, reforma agraria integral, política antidrogas, protección del medioambiente, lucha contra la corrupción, defensa de la propiedad privada y descentralización.

De otra parte, somos conscientes de las reservas de muchos compatriotas frente a las posiciones de algunos de los candidatos con respecto a una u otra materia. Pero creemos que muchas de las reservas son infundadas o basadas en mitos, leyendas, propaganda negra o fake news. Es responsabilidad de todos estudiar con seriedad qué ha dicho y qué propone cada candidato. Así podríamos identificar con mayor claridad en dónde están las diferencias, en dónde las afinidades, y frente a desacuerdos demasiado intensos, podría aplazarse la discusión para más adelante o acordarse una fórmula procedimental para resolverlos.

La tercera dimensión es la del gobierno corporativo. Tal vez se le ocurra a un lector suspicaz que por esto hacemos referencia a una burda repartija de puestos o a la manera tradicional de repartir ministerios y entidades entre aquellos que ayudan al candidato victorioso a llegar al poder. Eso no es. Por gobierno corporativo entendemos un sistema de pesos y contrapesos que debería contribuir a prevenir los abusos de poder, y, más aún, a maximizar la posibilidad de alcanzar con éxito los intereses del mandante, es decir del pueblo.

Esta dimensión es clave porque una de las preocupaciones más importantes que tienen muchos colombianos está relacionada con el carácter de algunos de los candidatos. Y ojo con esto: varios precandidatos del centro (no, presidente, no estamos hablando de usted), el centro izquierda y la izquierda están en la lista de aquellos que generan desconfianza por estas razones. Es natural. Los políticos suelen tener personalidades fuertes y una confianza grande –a veces desproporcionada– en sí mismos. En ocasiones terminan consumidos por lo que los antiguos llamaban hubris, una arrogancia incontenible, una especie de intoxicación letal generada por el poder. La que consumió a Uribe y está consumiendo a Duque.

La pregunta central para la conversación sobre esta dimensión entonces es: ¿qué mecanismos podríamos acordar para evitar el abuso de poder? ¿qué instrumentos adicionales a los que ya tiene nuestra Constitución, tantas veces ultrajada, podemos adoptar para impedir que el candidato que elijamos termine aspirando a convertirse en un emperador?

Hay que pensar bien esto, pero damos un par de ejemplos simples sobre cómo podría operar: primero, cualquier iniciativa de reforma tributaria debería ir acompañada de la firma de todos los ministros; y segundo, la terna para fiscal general o las nominaciones para otras alta dignidades del Estado, incluyendo las magistraturas de las altas cortes, debería ser el resultado de un proceso meritocrático, abierto y participativo. Este sería un acuerdo político, no jurídico. Pero la violación del acuerdo podría representarle al presidente perder sus mayorías para gobernar.

En cuarto lugar, tenemos la dimensión del mecanismo de elección del candidato único. Este es un punto muy complejo por la simple razón de que no es realista esperar que los candidatos se sometan a una fórmula bajo la cual vayan a resultar molidos por sus contendores. Los que saben que van atrás en las encuestas no querrán que el candidato se decida por medio de una encuesta. Los que tienen poca estructura política, no querrán que la decisión se dé por medio de una consulta. Y así. De todas las dimensiones, nos parece que esta es la que mayor dificultad tiene, por lo cual nos ocuparemos de ella en otra columna.

Baste por ahora plantear un par de reflexiones que las fuerzas demoliberales deberían tener en cuenta. Primero, hacer una consulta en una fecha distinta a las elecciones del Congreso de 2022 resultaría costosísimo. Algo poco deseable, que además resultaría inmensamente impopular, en un tiempo de tantas penurias económicas. Y segundo, la razón que esgrime Sergio Fajardo en su libro El poder de la decencia para no haber participado en la consulta de Mockus, Peñalosa y Garzón en 2009 es que ya había avanzado mucho en el ejercicio de recolección de firmas para poder inscribir su candidatura y en consecuencia no podía defraudar a quienes le habían dado su confianza. No vaya a ser que Fajardo empiece a recoger firmas temprano y bajo el prurito de la coherencia decida otra vez lo mismo.

* Abogado penalista, ex secretario de Transparencia y docente.

Por Camilo A. Enciso Vanegas*

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Hugo(14000)07 de enero de 2021 - 05:47 p. m.
Larga columna,para que quepan el mayor número de lugares comunes.Cita otros tantos de Compromiso Ciudadano.Disfraza la oposición al cambio rápido de la desigualdad,el gran problema,con la"hubris"para aludir insidiosamente a la izquierda.Centro en el mejor de los casos es una derecha "blanda"con acuerdos para cambios leves,quizá algunas mejoras, para que todo siga igual y no incomode al statu quo.
Manuel(6280)07 de enero de 2021 - 01:08 p. m.
Mucha palabrería para no decir nada; característica del discurso "tibio" de Fajardo! Pésima "columna", porque realmente es propaganda política ...
Amadeo(14786)06 de enero de 2021 - 11:01 p. m.
Este fracasado zar anticorrupción que no combatió la corrupción sino que trató de ocultar lo de Odebrecht el mismo día en qu el Fiscal denunció al gobernante al cual servia como receptor de esos aportes, y que debió renunciar al quedar en evidencia su impostura
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