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De la peña Juaica a la Quinta del libertador, pasando por el Bolívar 83

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Columnista invitado EE: René Guarín Cortés
26 de agosto de 2025 - 07:33 p. m.
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Hace 49 años, cuatro jóvenes colombianos ilusos se reunieron en una peña en Cundinamarca, Colombia, para hacer un juramento. Hoy, cuando ya sobrepasan los 60 años todos y cuando uno de ellos es presidente de la República, René Guarín quiso reunirlos “para dejar constancia de que la esperanza nunca desaparece”. Estas fueron sus palabras para ellos cuatro.

Jairo, Gonzalo, Gustavo y Germán, hoy uno presidente, el otro ministro, el otro oficial retirado de policía y el otro artista, conmemoran, 49 años después y en el mismo lugar, su juramento de la peña Juaica. Su compañero y convocante, René Guarín, de sombrero, les lee unas palabras.
Jairo, Gonzalo, Gustavo y Germán, hoy uno presidente, el otro ministro, el otro oficial retirado de policía y el otro artista, conmemoran, 49 años después y en el mismo lugar, su juramento de la peña Juaica. Su compañero y convocante, René Guarín, de sombrero, les lee unas palabras.
Foto: René Guarín / especial para El Espectador

Las utopías les pertenecen a las mentes locas, bien decía Fernando Birri: “Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos, y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso sirve, para caminar. Ayer ustedes eran niños y visitaron esta peña con unos juramentos de utopías; hoy son unos adultos vivos por al azar con que siempre se mueve la musa de la guerra, o acaso la musa de la esquiva paz.

No quiero hablar de muertes porque me invade la nostalgia de los que nos acompañaron en estas utopías, pero sé que los espíritus de ellas y ellos están merodeando por acá, expresando el grito “a paso de vencedores” cada vez que se asoma la dificultad, es decir siempre.

Nadie imaginaría que entre los millones de niños que sueñan con un mundo mejor, como el niño que fue Luis Otero y hablaba en el colegio de la espada de Bolívar, aparecieran cuatro jóvenes en esta mágica montaña prometiendo tener una Colombia del tamaño de nuestros sueños. Tanta sangre derramada, tanta ilusión frustrada, tantas pintas en las paredes de Colombia que decían: “es tiempo de ser gobierno”, repitiendo las palabras de Álvaro Fayad; tantos grafitis de “Iván Marino, volcán y camino”; tantos periódicos entregados de “Tenga, esta es Colombia”; tantos papeles que decían “Oiga, hermano”; tantos Bateman que nos enseñaron que la revolución es una fiesta, tantas Chiquis de embajadas y amores, en fin, tanta locura y tanta utopía juntas.

Cuando conocí la historia de su encuentro en esta peña pensé en el encuentro que cada uno de ustedes ha tenido con sus propias vidas, parados en sus propias peñas: sus juramentos, algunos cumplidos y otros incumplidos con ustedes mismos; la peña de Gustavo, el concejal preso de Zipaquirá en el Bolivar 83; o la peña de Gustavo, el alcalde destituido; o la peña de Gustavo, el presidente que fue incómodo a la casta de 200 años y que quiso cien años más de soledad para Macondo. La peña de Germán, el ministro atacado, el fabricante de sueños. La peña de Jairo, en la Escuela General Santander, o de Jairo, nuestro JB. La peña de Gonzalo, el misterioso o enigmático, aquel obrerol (no obrero, aclaro).

Compañeros, hoy he querido propiciar este reencuentro porque considero que las mejores historias son las que se cuentan al revés; las que hablan de todos los sonidos de los aplausos por nuestros éxitos, pero que también hablan de todas las carcajadas por nuestros fracasos: ustedes, como yo, han escuchado los aplausos y las carcajadas, las historias de la magia y el cuarzo de Afranio, son nuestro mayor patrimonio. Enaltezco a quienes ofrendaron su vida sin distingos de derechas, izquierdas ni centros, en esta absurda confrontación que abrazamos cuando éramos más jóvenes, cuando cargábamos en el estuche del “Volín” y junto a nuestros cuadernos el mortero que rompería la pared de la embajada aquella, tanta locura y tanta ilusión y tanta muerte junta no han sido en vano.

No convoco acá a discusiones de logros y fracasos, de planes de gobiernos, de estrategias de seguridad, de buena gobernabilidad. Solo me adelanto a festejar la vida que nos tiene acá después de la cárcel, la tortura, la muerte y la desaparición; los invito a pararnos en nuestras peñas y a mirar tanto camino andado, tanta tristeza junta y tanta esperanza acumulada, tanto por hacer ante invasiones de hegemonía. Como siempre, solo repito con la fuerza de la dignidad: a paso de vencedores. Gracias Jairo, Gonzalo, Gustavo y Germán, gracias miembros del JG3.

Por René Guarín Cortés

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Carlina Moreira(32547)26 de agosto de 2025 - 08:28 p. m.
CONTENIDO PATROCINADO Qué vaina más loba y de mal gusto, además.
Pathos(78770)26 de agosto de 2025 - 08:15 p. m.
Ese es el problema de la utopia q al idealizar la realidad, la abandona y exacerba el narcisismo q separa de la historia,maestra de la vida,gracias la cual se evita la imitación de Robin Hoot cómo le sucedió al M19 con tantas acciones heroicas,violentas y hasta criminales q destruyeron más q construir
Lucila Castro de Sanchez(60806)26 de agosto de 2025 - 08:14 p. m.
Me conmueve gratamente esa historia,que casi todos los jôvenes utôpicos,que ha tenido Colombia,sobre todo en provincia, hayan podido reunirse y dar fe de la vida,recordar a los que se fueron,igualmente optimistas y valientes , cuyos anhelos Uds.han podido llevar a cabo,siempre optimistas y luchadores,sin rendirse ante la ignominia de quienes no pueden concebir,que sean Uds.los artîfices de un mejor vivir,para el pueblo de Colombia.Sigan queriêndose y compartiendo utopîas!!!!
Watasabi(56195)26 de agosto de 2025 - 08:00 p. m.
No sabría si indignarme o no con esta oda guerrillera, pero supongo que si hubo una amnistía y dejaron las armas y se integraron a la vida política por fuera de ellos sería mejor celebrarlo que indignarse... Contradicciones de este país complejo, y reflexiones con las que nos confronta este periódico ciertamente diferente. Así no esté de acuerdo muchas veces, valoro esos retos más allá del sonsonete unísono de los medios
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