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Esta semana se presentó la esperada reunión entre el precandidato Alejandro Gaviria y la Coalición de la Esperanza, que agrupa a los precandidatos que aspiran a ocupar el “centro” del espacio político. Se trata, presumiblemente, de ese centro que, en oposición a los extremos de izquierda y derecha, quiere presentarse ante los votantes con posiciones mesuradas, fruto de la concertación y el diálogo bajo el supuesto de que para avanzar es necesario negociar y entender las posiciones de los demás.
Las noticias que se filtraron de la reunión indican que los miembros de la Coalición rechazan el apoyo que el expresidente César Gaviria le habría dado, en nombre del liberalismo, a Alejandro Gaviria, lo que haría inviable que el “centro” tenga un candidato de unión. Se podría decir que han adoptado una “actitud de rebaño” frente a la figura del expresidente, la cual ha sido replicada en medios y por otros líderes de opinión que han encasillado a César Gaviria bajo el manto de la corrupción y la politiquería. Así, el término “rebaño”, usado hasta hace poco solo por ganaderos y sofisticados analistas financieros, y más recientemente por la famosa —y esquiva— inmunidad de rebaño o grupal a las enfermedades, está adquiriendo una dimensión política preocupante que obstaculiza necesarias alianzas y negociaciones. El ejemplo del debate en medios sobre el expresidente hace pensar que se están creando nuevos rebaños liderados sagazmente por personas con capacidad de influenciar y en muchos casos imponer narrativas simples que buscan explicar fenómenos o situaciones complejas. Más allá de juzgarlo bajo un único cedazo en un contexto preelectoral, es conveniente recordar que se trata de un político de diversas facetas, algunas cuestionables, otras muy positivas.
En este particular caso vale la pena recordar que el director del liberalismo ha tenido actuaciones y compañías cuestionables durante su larga vida pública y ha convivido con personas cuyo aporte a la vida nacional deja mucho que desear. Su reciente aparición en los Pandora Papers tampoco le ayuda, aunque no se le haya demostrado ningún ocultamiento de dineros. También se le ha escuchado, sobre todo recientemente, un tanto “pataletoso” en los medios, no con las actitudes frías y analíticas que se esperarían de un expresidente. La bancada del Partido Liberal bajo su dirección puede haber apoyado proyectos de ley y regulaciones que para muchos pueden resultar cuestionables o que surgieron de procesos de negociación que podrían, en muchos casos, ser considerados como el normal trasegar de la política.
Pero las monedas tienen dos caras. Estamos hablando del expresidente que lideró la redacción de la Constitución más progresista que haya tenido el país y del exsecretario general de la OEA que fue el artífice de la Carta Interamericana dirigida a proteger las democracias del continente. Del personaje que fue uno de los primeros en cuestionar los instintos antidemocráticos de Hugo Chávez cuando nadie se le enfrentaba. En el plano nacional, fue el único capaz de enfrentar tanto a Álvaro Uribe como a Juan Manuel Santos durante sus gobiernos cuando estuvo en desacuerdo con ellos o de apoyarlos cuando consideró que lo merecían en sus momentos más difíciles. Aunque se le puede tildar de tener una vocación de manzanillo, lo cierto es que también ha hecho un esfuerzo para que el Partido Liberal que dirige sea coherente, consistente con el ideario liberal y con una actitud responsable en materia económica. Cabe destacar que ese interés por la coherencia no es precisamente una característica de otros partidos, como el Partido Conservador, Cambio Radical o la U.
Qué fácil resulta tomar un personaje y caricaturizarlo para generar y alimentar rebaños e impedir el diálogo. Aunque le ha sucedido a Álvaro Uribe o a Gustavo Petro, políticos que muchos consideran de los extremos ideológicos, resulta sorprendente que también les suceda a políticos de centro. Son precisamente los periodistas y líderes de opinión los llamados a tener análisis ecuánimes y evitar dejarnos llevar tan fácilmente por una actitud de rebaño que contribuya a que la sociedad se atornille en estereotipos que impidan consensos. Ojalá cuando necesitemos a este tipo de personajes en las recurrentes crisis que azotan a Colombia, el rebaño al que dócilmente muchos adhieren no los extrañe. En el caso del expresidente Gaviria, estamos seguros de que es un personaje útil para la vida republicana de Colombia en su faceta de estadista y conocedor profundo de nuestra realidad.