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Por qué las semillas agámicas son el referente de la UNESCO para alimentar al mundo

Columnista invitado EE y Gabriela Jiménez

30 de diciembre de 2025 - 12:05 a. m.
“Hablar de semillas agámicas es hablar de futuro”: Gabriela Jiménez.
Foto: Freepick

Cada 20 de diciembre, el mundo conmemora el Día Internacional de la Solidaridad Humana, una fecha que nos invita a reflexionar sobre la corresponsabilidad global frente a los grandes desafíos de nuestro tiempo. Hoy, más de 735 millones de personas padecen hambre en el mundo, según estimaciones de organismos internacionales, una realidad que nos exige pasar del discurso a la acción colectiva, con ciencia, cooperación y humanidad como ejes fundamentales.

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Desde la ciencia e innovación, entendemos que la solidaridad no es un concepto abstracto, sino una práctica concreta que se construye desde los territorios. En ese camino, el Centro de Biotecnología para la Formación en la Producción de Semillas Agámicas (CEBISA), en Venezuela, representa una experiencia viva de cómo la investigación puede ponerse al servicio del bien común.

Fundado hace más de 16 años en el páramo venezolano, el CEBISA ha logrado articular conocimiento científico, saberes ancestrales y producción campesina para proteger uno de los bienes más valiosos de la humanidad: las semillas.

La reciente designación del CEBISA como Centro Categoría II de la UNESCO, único laboratorio de semillas de este nivel en el mundo confirma que la solidaridad también se expresa en la cooperación científica internacional. Este reconocimiento no solo valida un modelo de soberanía alimentaria, sino que compromete al centro a compartir conocimiento, formar talento y acompañar a otros países en la construcción de sistemas agrícolas más justos, resilientes y sostenibles.

Hablar de semillas agámicas es hablar de futuro. En los laboratorios del CEBISA se resguardan más de 80 variedades de papa, junto con cultivos estratégicos como café, ñame, ajo y batata, adaptados a distintos ecosistemas. Preservarlas es un acto de solidaridad intergeneracional: garantiza alimentos hoy, pero también dignidad y autonomía para las generaciones que vendrán.

En un mundo marcado por la desigualdad, la crisis climática y la concentración del conocimiento, la solidaridad humana se convierte en un principio político, ético y científico. Apostar por centros como el CEBISA es apostar por una ciencia abierta, inclusiva y profundamente humana.

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Porque solo cuando compartimos saberes, cuidamos la biodiversidad y ponemos la vida en el centro, podemos hablar de un futuro verdaderamente sostenible para todos.

* Ministra del Poder Popular para Ciencia y Tecnología de Venezuela.

Por Gabriela Jiménez

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