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Las negociaciones entre gánsteres son complejas de leer. Lo que trasciende a la esfera pública suele ser generalmente lo contrario de lo que se dice en privado o no se dice. Las transacciones pueden incluir acuerdos políticos, económicos, repartos de pasteles varios e incluso el diseño conjunto de asesinatos o complots diseñados para confundir a los vivos y a los muertos. Pero algo está hoy más claro en esta telenovela inagotable, mientras el portaviones USS Gerald R. Ford se ancla sobre la fachada atlántica del Caribe venezolano: los usos habituales con los que la diplomacia bolivariana se ha relacionado con la diplomacia internacional han sido superados con la llegada de la Administración Trump. Un cambio brusco de timón, que Maduro está empezando a digerir a marchas forzadas.
A pesar de los discretos contactos, mensajes, excarcelaciones y acuerdos en materia migratoria, donde Caracas ha cedido a las presiones de Washington con la deportación silenciosa de cientos de migrantes a Maiquetía, las señales que se emiten desde Washington invitan a pensar que el objetivo de esta presión militar no es acordar nada que no sea una salida del régimen. Podría ser esta negociada. A Maduro se le está poniendo cara de jubilado millonario paseando con sus guardaespaldas por Bodrum o Sochi. O podría ser impulsada a través de una implosión interna, siempre más compleja de manejar en el día después. Menos probable parece una acción directa con los marines desembarcando en La Carlota, aunque peores cosas contiene el abultado expediente de agresiones gringas en la región y fuera de ella. Quizás algo quirúrgico, un retoque, una teta o un glúteo bien puesto. Operaciones estéticas que tanto gustan en las altas jerarquías del régimen y círculos de poder caraqueño.
Lo que sí parece quedar atrás es la idea de que estemos ante un ejercicio de asedio para forzar una transición empresarial sobre el uso exclusivo de los campos de petróleo, sosteniendo al actual régimen en Miraflores. Es una industria destruida que no puede ser reflotada sin una inversión multimillonaria que nadie va a realizar sin unas condiciones de estabilidad distintas. También parece poco creíble pensar que todo este despliegue responda, exclusivamente, a dificultar el negocio del narco. Coartadas iniciales casi siempre falsas en este tipo de partidas de alto nivel donde las cartas no se marcan.
La diplomacia bolivariana se construyó sobre un discurso obsesivo de identidad nacionalista latinoamericana e integración regional, apoyada en la fuerza del barril de crudo. Este ejercicio de poderío y rebeldía en el patio trasero, que pretendía contrarrestar el neocolonialismo yankee, encontró eco en la izquierda carnívora latinoamericana y en la izquierda europea. También en los grandes bancos y multinacionales, y en los oligarcas de toda la vida, que hicieron jugosos negocios en una época de enorme bonanza y riqueza, dilapidada y robada toda ella. Al fin y al cabo, Chávez era un hombre con una energía deslumbrante, un seductor, un encantador de serpientes y un corrupto. No era un criminal, aunque sentara con sus políticas y decisiones las bases de una cleptocracia que ha derivado en una mafia esquizofrénica. Una gran parte de esa diplomacia bolivariana fue construida por el canciller Maduro, entonces la cara de una política que daba de comer a mucha gente alrededor del mundo. Con la prematura muerte de Chávez, en una coyuntura petrolera que se iba deteriorando al mismo ritmo que las condiciones de vida de la población venezolana y el colapso de PDVSA (recomendable el documental “De la esperanza al colapso”), la diplomacia bolivariana se encogió. El barril del petróleo fue sustituido por la necesidad de préstamos, negociaciones de deuda, imágenes y narrativas vacías para sostener un país agonizante que se hundía a un ritmo vertiginoso.
En los últimos años, la diplomacia de Maduro se ha dedicado a oxigenar al régimen. Ganar tiempo como único camino para sobrevivir a cualquier precio. Achicar agua en medio de la ruina. Vaciada de la herramienta del petróleo para construir adeptos y silencios, y asediada por una imagen internacional manchada por graves violaciones de derechos humanos, una diáspora de millones de hombres, mujeres y niños vagabundeando por selvas y montañas huyendo del hambre y una crisis humanitaria de alto voltaje, el régimen ha sobrevivido gracias al constante ninguneo de sus interlocutores. Marca de la casa. La parodia de los diálogos en México con la oposición en 2023, auspiciados por Noruega, el clamoroso fraude electoral de 2024 y la represión posterior, como hitos recientes, demuestran que el régimen nunca tuvo vocación alguna de diálogo. No aceptar la derrota electoral vuelve después de un año como un boomerang sobre el ajardinado complejo del Fuerte Tiuna. La historia a veces ofrece una salida decente frente a un legado catastrófico.
A pesar de los intentos del régimen por negar la realidad y defenderse de los enemigos de la patria, con el inestimable apoyo de los propagandistas internacionales bien pagados, los esfuerzos de lavado de cara resultan insostenibles. En privado, tanto dentro como fuera, el agotamiento cunde. Todos entienden que Venezuela es un gran problema para la región y genera profundos impactos en la agenda económica, de seguridad y en el ámbito humanitario y de derechos humanos. Ganar tiempo para seguir manejando las coyunturas regionales y globales resulta ya insuficiente para contener los intereses de la Administración Trump, entre las que subyace el capital político de algunos influyentes republicanos, como el actual secretario de Estado, con ambiciones futuras. Tampoco es descabellado pensar que Putin haya dado el visto bueno en Alaska a un cambio en Caracas a cambio de que su portavoz Trump imponga un acuerdo en Kiev. Siempre hay mafias más poderosas que otras que acaban imponiéndose e intereses superiores que defender.
La diplomacia bolivariana tiene el tiempo en contra y no parece encontrar caminos para contener lo que se viene. De cómo se hablen las cosas o no se hablen dependerá el desenlace de una tragedia venezolana que aún no ha escrito su última página.