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Con el hundimiento de la consulta popular propuesta por el Gobierno Nacional y la resurrección de la reforma laboral, bajo la pantomima de la preocupación por los derechos sociales de las y los colombianos, el Senado de la República hace una pésima lectura del ambiente político y social en Colombia. Convencidos del error del archivo de la reforma en la Comisión Séptima del Senado y atemorizados por la amplia aceptación de la consulta, el Poder Legislativo se las arregló para hacerle la zancadilla.
Al cierre de la votación de la propuesta gubernamental, se escucharon vítores, gritos y uno que otro video infantil de algún congresista celebrando el fracaso de uno de los más audaces movimientos políticos del gobierno del presidente Petro. Al tiempo, la indignación llenó los pasillos por los que caminaba la oposición en el Congreso y se volcó a las redes sociales. En la noche del miércoles, parte de las tendencias en X (antes Twitter) eran “tramposo” y “corruptos”, dos palabras que acompañaban en muchos de los trinos a otras: Congreso y Efraín Cepeda.
El Congreso parece olvidar que el 2021 no está tan lejos del 2025 y que muchas de las demandas del estallido social, la movilización ciudadana más larga de la historia de Colombia, siguen sin ser atendidas. En ese momento histórico, mientras la Policía golpeaba brutalmente a los jóvenes y sacaba ojos, la gente exigía la mejora de las condiciones sociales para tener una vida digna. No fue solo una protesta en contra del mal gobierno de Iván Duque, sino contra un establecimiento político y económico capaz de ejercer sobre la gente, sin la menor de las piedades, todos los tipos de violencia.
Gran parte de esa movilización ciudadana impulsó la candidatura y la posterior victoria de Gustavo Petro en 2022, pero más allá del líder, la gente abrazó la idea del cambio y la necesidad de reestructurar el Estado a favor de la ciudadanía y no de la clase política. Eso quería la gente en el 2021 y eso quiere la gente en el 2025.
Que la gestión del presidente de la República no cuente hoy con la aprobación contundente de las mayorías, no quiere decir que esa simpatía se haya ido al lado de sus opositores: la misma gente que hoy no está de acuerdo con la gestión de Petro, al tiempo también aborrece al Congreso. Si Petro tiene el 61,9 % de desaprobación, el Congreso tiene el 71 %, como lo dice el más reciente resultado del Opinómetro que Datexco hace para W Radio. Así que es poco probable que alguien les crea a senadores como Efraín Cepeda o Miguel Uribe cuando intentan fungir como representantes del pueblo.
El fracaso de la consulta popular, además, le dará un nuevo elemento al presidente Petro para argumentar el bloqueo institucional que sufre el Gobierno Nacional por parte del Poder Legislativo. Y el llamado está hecho: el pueblo debe ir a las calles a reclamar lo que le pertenece, como respuesta a la censura impuesta por el Congreso. La petición de la movilización del presidente, quien ya demostró que tiene viva la capacidad de convocatoria, se podría sumar al inconformismo velado de la ciudadanía con los honorables parlamentarios.
Aún está por comprobarse el compromiso del Legislativo con las reformas en materia laboral que plantea la propuesta del Gobierno; sin embargo, en su obtusa lectura de la realidad de Colombia, el Congreso de la República, con el hundimiento de la consulta popular, ha osado torear al estallido social.