Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El mes pasado se conmemoró el día mundial contra el Trabajo Infantil, una fecha que nos invita a reflexionar sobre una realidad que sigue vigente en Colombia y nos recuerda que aún existen millones de niñas y niños en el mundo expuestos a labores que vulneran sus derechos. Entre las formas más invisibilizadas de esta problemática está el trabajo doméstico infantil, una práctica normalizada en muchas familias que también constituye un abuso contra la niñez.
Este año, en la Fundación Barco entregamos el Premio Antonio Restrepo Barco, el galardón más prestigioso en investigación sobre familia en Colombia, a un trabajo que visibiliza una verdad que muchos prefieren no mirar, pero que sigue ahí, punzante, latente y dolorosa: la de miles de niñas que crecieron trabajando como parte del servicio doméstico, invisibles dentro de hogares ajenos, subordinadas desde su infancia y en silencio.
Ángela Catalina Joya, a sus 25 años, logró a través de su tesis, ‘Infancias Subordinadas: Historias de familia en el trabajo doméstico’, revelar una problemática histórica, y además poner el foco donde más se necesita: en la estructura familiar como un lugar en donde se reproducen los ciclos de desigualdad. Con una mirada íntima y rigurosa, Catalina reconstruyó la historia de su bisabuela Tránsito y su abuela Ofelia, mujeres que desde niñas estuvieron atrapadas en una red de subordinación que las integró al servicio doméstico sin cuestionamientos, como si fuera su destino.
Lo que Catalina revela en su investigación no es una historia del pasado. En días recientes, ANIF reveló que por cada niño que hace trabajo doméstico y de cuidado no remunerado en Colombia, hay casi tres niñas. En zonas rurales, esta brecha se amplía a cinco por cada uno. Así mismo, según el DANE, para finales de 2024 más de 850.000 niños, niñas y adolescentes realizaron trabajo doméstico y de cuidado no remunerado por más de 15 horas semanales en Colombia. De ellos, el 72 % son mujeres. Esta sobrecarga de tareas domésticas desde la infancia no solo limita su acceso al estudio, sino que compromete su autonomía futura, al convertir esas responsabilidades en una carga naturalizada en la adultez.
Este tipo de realidades muchas veces ocurren con el disfraz de “ayuda”, incluso familiar, y la línea que separa el aprendizaje de responsabilidades de la explotación infantil puede ser muy delgada. Es por eso que investigaciones como la mencionada son tan importantes. La familia puede ser tanto un lugar de protección como un espacio de reproducción de desigualdad. Entender, estudiar y visibilizar sus tensiones es fundamental para generar políticas públicas.
Este año, con la tesis de Ángela Catalina Joya, sentimos que se ha tocado una de las fibras más sensibles de la historia social de Colombia. Su investigación rompe el silencio sobre las niñas en el servicio doméstico y propone un concepto poderoso: infancias subordinadas. Nos obliga a preguntarnos cuántas niñas siguen atrapadas hoy en relaciones desiguales bajo la apariencia de “buena crianza”. ¿Cuántas Tránsitos y Ofelias siguen invisibles en nuestro país?
Estas preguntas no son retóricas, son preguntas que deberían guiar nuestras concepciones como sociedad, nuestras políticas públicas, nuestras intervenciones comunitarias. Porque una niña que deja de ser niña para dedicarse a algo diferente al estudio es un espejo roto de nuestras fallas colectivas. Debemos tomar conciencia y trabajar para que ninguna niña crezca creyendo que su único destino es servir en silencio. Para que la familia sea, como debería ser, un lugar de oportunidades, de afecto y de equidad.
Como Fundación Barco, seguiremos apoyando la investigación, no solo como un fin en sí mismo, sino como una herramienta fundamental para transformar realidades.
* Director de la Fundación Barco.