El diario brasileño Folha aclara a sus lectores que debemos llamarlo “Râmes”, con R, que aquí se pronuncia como nuestra J (si fuera con la J lo pronunciarían “Shames”).
Y con el acento circunflexo en la a. Un lector enojado del español Marca recuerda a su vez que James procede del latín Iacomus. Y que, en castellano, James debería haber sido llamado por sus padres como Jacobo o Santiago. Pero si le pusieron James deberíamos pronunciarlo “Yeims”, como lo dirían los ingleses.
El otro debate es de qué juega. Si es enganche, mediapunta, interior izquierdo, asistidor o goleador. Y también muchos se preguntan cuál es su fuerte: si el pase largo, la gambeta corta, la inteligencia, la visión de juego, el gol y hasta el sacrificio. Porque, según el momento del partido, de todo eso nos ha mostrado un poco. No hablamos de Neymar ni de Lionel Messi, que siguen en carrera por el trono (Cristiano Ronaldo apenas estrenó algunos peinados). El mejor jugador del Mundial, según dictaminó la Fifa, por ahora es colombiano y se llama James Rodríguez. Ayer le dedicaron grandes espacios todos los diarios brasileños, cada vez más preocupados por lo que pueda suceder el viernes 4 en Fortaleza.
Soy argentino. Y siendo José Pékerman el DT de Colombia me tienta decir que James, salvando todas las distancias y diferencias, más que El Pibe Valderrama moderno, es algo así como el Juan Román Riquelme que José tuvo en el Mundial de Alemania 2006. Riquelme, claro, era más estático. Quienes siempre dijeron que no triunfó en Europa por lento olvidan decir que Román, primero con Boca, bailó a Real Madrid en final Intercontinental en Japón y, luego con Villarreal, bailó también 3-0 al Barcelona de Ronaldinho y Samuel Eto’o en Liga de España y al poderoso Inter en Europa, para llevar a su equipo a una semifinal inédita de Liga de Campeones. James, más dinámico y disciplinado para marcar, se parece a Román porque ralentiza lo veloz. Hace parecer lento lo rápido. Y acelera lo que está detenido. Es algo más que correr o trotar. Es colocar a todo lo que está en ese espacio en un movimiento diferente. En su propia velocidad.
Es, en rigor, la velocidad de una Colombia que, a diferencia de Chile, hace correr más a la pelota que al jugador. Y que podrá seguir haciendo historia el viernes si sabe jugar con la tremenda presión y falta de elaboración que sufre Brasil en el medio juego. Así como cité a Riquelme, apelo ahora a los San Antonio Spurs, flamantes tetracampeones de la NBA con otro compatriota como figura, Emmanuel Ginóbili, y admirados por todos por su juego colectivo. Defienden solidariamente y se pasan la pelota buscando siempre al compañero mejor situado. Danny Green, que fue figura en los playoffs que los Spurs ganaron a los Miami Heat de LeBron James (estrella solitaria) dijo una frase que resumió de modo impecable el juego de los Spurs. “Soy el resultado del movimiento de pelota del equipo”. Acaso podría decirlo también hoy el James colombiano.