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Hace un mes, un faro de esperanza iluminó el futuro de la justicia climática sobre las Américas. La Corte Interamericana de Derechos Humanos reconoció el derecho al clima como un derecho autónomo y de suma relevancia para el ejercicio del resto de derechos. Tres años después de que los Estados de Colombia y Chile le pidieran a la Corte su opinión sobre la responsabilidad estatal frente a la crisis climática, el 3 de julio de este año, la Corte finalmente, tras el proceso de audiencias públicas más amplio y participativo de la historia del Tribunal –recibiendo 265 aportes escritos y escucharon 172 intervenciones orales; tuve el honor de dirigirme a la Corte en la audiencia pública en Brasilia, instando a la ecoesperanza y señalando los efectos diferenciados de la crisis climática sobre los niños, niñas y adolescentes.
La Corte reconoció el derecho al “clima sano” como un derecho autónomo y que afecta el pleno ejercicio de otros derechos sustantivos. Incluso, habló de la naturaleza como sujeto de derechos y enfatizó en la protección de los defensores de derechos humanos que trabajan reforzando la democracia y el Estado de Derecho enfrentandose valientemente a las causas de la crisis, y que justamente a raíz de su labor son condenados a la criminalización, persecución, exilio, o incluso asesinato. Nuestra región, lastimosamente, es la más peligrosa del mundo para defender el territorio y la vida, y esto contribuirá y dará legitimidad al reconocimiento de nuestra labor. Otro avance muy importante es el reconocimiento que hace la Corte de la “equidad intergeneracional e intrageneracional”, que hace referencia a la garantía de los Estados para que las presentes generaciones dejen un ambiente con condiciones habitables que permitan el ejercicio de sus derechos a las futuras generaciones.
Esta opinión consultiva, aunque parece una declaración más entre las muchas que se hacen, es un hecho histórico para la justicia climática en el mundo, al sentar un precedente para el derecho internacional de derechos humanos y su relación con el clima. Asimismo, es un poderoso instrumento legal con el que contamos para que las Américas avancen en la implementación de la justicia climática sin dejar a nadie atrás
Celebramos y saludamos con profunda alegría esta enorme victoria, ahora es momento de seguir trabajando arduamente para que los importantes reconocimientos y avances alcanzados por esta opinión consultiva se vean reflejados en nuestras realidades. Los Estados no pueden seguir haciendo caso omiso ni ignorando su responsabilidad; incluso esta opinión consultiva incluye al sector privado insistiendo en la necesidad de que los Estados establezcan una “debida diligencia reforzada” que evite los actuales daños masivos a los ecosistemas y a las personas provocados por la acciones humanas.
¡Justicia climática ya!
*Activista climático