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Cartas de Ucrania

La humanidad del cuidado

Columnista invitado EE: Volodymyr Yermolenko*
12 de noviembre de 2023 - 02:00 a. m.

Al entrar a Izyum, giramos a la derecha desde la carretera principal. Hay un camino con casas a la izquierda y un bosque a la derecha.

Es un hermoso pinar, y el sol atraviesa los altos árboles formando un juego extraordinario de luz y sombras.

Pero no es un simple bosque. Es uno de los lugares más horribles de esta guerra. Adentrándonos un poco más, empezamos a ver hileras de tumbas. Tumbas cavadas en el suave suelo arenoso, ni profundas, ni anchas. Estas tumbas contienen los cuerpos de los que murieron durante los bombardeos rusos y la ocupación de la ciudad ucraniana de Izyum.

Aún hay unas cruces rústicas de madera cerca de cada una de las tumbas. Llevan números en lugar de nombres.

Izyum es una ciudad de Slobidska Ucrania, una región en el noreste de Ucrania en la que vivían cerca de 50.000 personas antes de la gran guerra. Era una región de fortalezas cosacas ucranianas, hasta cuando fue ocupada por el Imperio ruso. Durante la Segunda Guerra Mundial, la ciudad y los pueblos aledaños sufrieron intensos combates entre los ejércitos soviéticos y los nazis, en los que murieron cientos de miles de soldados y civiles. La invasión rusa de Ucrania trajo de vuelta la guerra.

Los bombardeos rusos de Izyum en marzo de 2022 han sido de los más horribles de esta guerra. Se lanzaron bombas pesadas sobre dos edificios de cinco pisos; un tercio de cada edificio se desplomó y murieron personas que estaban escondidas en el subsuelo.

Hablamos con un hombre llamado Mykhaylo, que perdió a siete miembros de su familia durante uno de esos ataques. Transcurrió más de un mes antes de que pudiera rescatar de entre las ruinas los cuerpos de sus queridos familiares, incluidos tres nietos.

La mayoría de quienes fueron enterrados en el bosque de Izyum ya no tenían personas que pudieran cuidar de ellos. Por eso no había nombres en sus cruces, sólo números.

Cuando los rusos entraron a Izyum el 1 de abril de 2022, no quisieron ocuparse de los muertos. Los cuerpos yacían aquí y allá en las calles. La realidad de esta guerra es así: los cuerpos reposan cerca de las casas bombardeadas durante semanas y aguardan ser rescatados bajo las ruinas de una casa durante más de un mes. Esta es la historia de Izyum, de Mariupol, de Bucha y de muchos otros lugares.

Los rusos no querían hacerse cargo de los cuerpos, así que obligaron al único servicio funerario que permanecía en la ciudad a recorrer las calles y recoger los cadáveres. Hablamos con una mujer de este servicio. Nos contó cómo sus colegas metían un cuerpo en una bolsa de plástico (o, excepcionalmente, en un ataúd), lo llevaban al bosque, cavaban una fosa, lo sepultaban, hacían una cruz con dos tablas de madera, ponían un número en la cruz. Los números se anotaban en un cuaderno.

La comunicación con los muertos es uno de los elementos importantes de la cultura humana. La cultura comienza con el recuerdo de los muertos. Los muertos también tienen dignidad, como nos lo recuerda el ritual funerario.

La guerra puede realzar este cuidado humano, o borrarlo. Las tropas rusas dejan insepultos los cadáveres de los civiles ucranianos. Tampoco reclaman los cuerpos de sus propios soldados. Un paramédico de Kostiantynivka nos contó cómo caminó por un campo cubierto por cientos de cadáveres de soldados rusos que el ejército ruso dejó pudrirse a cielo abierto. Nos lo contó como la historia de un apocalipsis.

Los ucranianos, por el contrario, convierten los funerales de sus soldados en acontecimientos para pueblos o incluso ciudades enteras. Los cementerios militares, con las banderas nacionales ucranianas sobre cada tumba, ondeando como las alas de un batallón interminable de pájaros, nos recuerdan cuánta gente hemos perdido.

Esta guerra es también una lucha entre la vida y la muerte. La ocupación rusa trae consigo torturas, secuestros, campos de concentración, desapariciones. La liberación ucraniana no trae nada semejante, como lo atestigua la historia de Izyum y de muchas otras ciudades y pueblos.

A pesar de los horrores de la guerra, los ucranianos intentan seguir viviendo sus vidas incluso sobre las ruinas. En muchos lugares destruidos vemos a campesinos cultivando flores y verduras junto a las ruinas de sus casas. Como si intentaran ayudar a que la vida crezca a pesar de la destrucción y la muerte.

La cultura comienza con el cultivo. Cultivar es cuidar. La libertad es comprender que hay tantas cosas que debemos cuidar. La indiferencia y la falta de cuidado son elementos de la barbarie. Los humanos se convierten en bárbaros cuando no se preocupan, cuando no cuidan. El mal surge cuando nos volvemos indiferentes.

Los seres humanos no nacen libres. La libertad es una larga tarea que requiere el cuidado de siglos y generaciones. Es lenta. La destrucción, por el contrario, es rápida. Nuestros cuerpos, almas y recuerdos son frágiles y fáciles de aniquilar. Construir un hogar lleva décadas, destruirlo segundos.

Estemos del lado de los que cuidan. De los que cultivan. De los que resisten a las fuerzas de la destrucción. De los que intentan proteger la vida con sus manos frágiles, con la esperanza de que otros millones de manos, cuerpos y almas sobrevivan.

* Filósofo y escritor ucraniano, presidente de PEN Ucrania.

Por Volodymyr Yermolenko*

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Atenas(06773)12 de noviembre de 2023 - 04:42 p. m.
Qué bello texto este, de dolor inconmensurable, pa la indefensa Ucrania cuya tierra y población se ve desolada e igual pa los soldados rusos q’ sólo sirven a sus generales y al déspota V. Putin pa q’ marchen a masacrar mientras los matan en la obvia reacción. Está sometida Ucrania a un sistemático genocidio. Pero igual se está desnudando las deficiencias del ejército rojo: un mero tigre de papel.
  • Atenas(06773)12 de noviembre de 2023 - 04:42 p. m.
    Comentario hecho por Atenas, el clásico, no por ningún Usuario.
Alfredo(08585)12 de noviembre de 2023 - 02:43 p. m.
El cuidado de la vida, en todas sus manifestaciones, es la expresión más profunda de amor. Implica una atención dedicada, una conexión consciente con la fragilidad y la vitalidad inherentes a cada ser. El acto de cuidar trasciende más allá de las acciones; es un compromiso emocional que reconoce la inherente interdependencia de todas las formas de vida.
anibal(20690)12 de noviembre de 2023 - 01:00 p. m.
Los fanatismos políticos y religiosos, y la codicia por el poder y los bienes materiales convierten al hombre en una bestia cruel y mortífera contra sus propios semejantes, como está ocurriendo en el Medio Oriente y seguirá hasta el fin de los tiempos.
Fabio(23081)12 de noviembre de 2023 - 11:24 a. m.
Las grandes potencias hacen la guerra en otros países, cuando están destruidos y no hay más armas para vender les dan la espalda. Qué vergüenza Europa. Qué vergüenza EEUU. Pobre Ucrania! Qué será del pueblo palestino víctimas del sionismo con la complicidad de los que auparon la guerra en Ucrania.
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