La próxima semana se inaugura el Bogotá Audiovisual Market (BAM). Una plataforma de desarrollo del sector audiovisual impulsada por la Cámara de Comercio de Bogotá, la Dirección de Cine del Ministerio de Cultura, el Fondo de Desarrollo Cinematográfico y Proimágenes, la entidad estatal que administra los recursos parafiscales del cine. No es un festival, no hay exhibiciones: se trata de un evento anual, un encuentro del sector del cine en forma de mercado. El objetivo del BAM es generar transacciones, acuerdos, financiación de proyectos y reconocimiento de proveedores. El impacto de esa política de impulsar acuerdos comerciales y transacciones en la industria audiovisual es enorme.
Lo que es curioso es la poca presencia de las actrices y de los actores en un encuentro que genera tantas producciones, que incentiva proyectos y crea obras en las que hay trabajo y oportunidades.
Cuando se trata del trabajo de actrices y actores, la política pública se enfoca en la formación. Es una prioridad de las organizaciones de base y así ha respondido el Estado. Sin duda, las fortalezas de los actores y las actrices son el talento, la calidad, la pertinencia de la expresión y el sentido.
El otro gran tema de las actrices y los actores es el laboral. Cabe anotar que el 90 % de las actrices y los actores no son grandes estrellas y sus ingresos son bajos o apenas razonables. Hay una condición de empleo especial: hay intermitencia, horarios variables, múltiples contratos y contratantes, contratos consecutivos y simultáneos; hay inestabilidad y variaciones extremas de acceso al trabajo durante toda la carrera. Se sabe también que el empleo creativo, diverso, centrado en habilidades no medibles y en talento, es cada vez más importante en el mercado laboral. Es necesario generar regulaciones acordes a las necesidades. Ni lo laboral ni la formación son el foco del BAM, donde se habla de oferta, demanda, financiación y proyecciones de audiencias e ingresos.
¿Cuál es el lugar de la interpretación en un espacio donde prevalece la lógica de mercado? Los datos de interés son otros: las actrices y los actores son el 30 % de los presupuestos, son la imagen del afiche, el centro de las campañas de promoción y ventas, el eje del interés del público masivo, el vehículo de narraciones identitarias y las figuras de vinculación directa con el imaginario del espectador. Preparados y estudiados o improvisados y espontáneos, la interpretación crea los personajes y da a las historias un sentido con el que los jefes de marketing les hacen señas a las audiencias. El chisme y la historia personal son la comidilla de las revistas de promoción del cine y la televisión comercial.
Los productores, para manejar el riesgo y la extrema incertidumbre que tiene todo proyecto audiovisual, consolidan un elenco de estrellas y de talento de reparto que atraiga a la audiencia y que también asegure calidad. No se trata solamente del cine comercial y de las grandes taquillas. Los proyectos de autor, los que les apuestan a narrativas identitarias o a historias con valores culturales y simbólicos, también se benefician de las capacidades de las actrices y los actores.
El impacto del BAM en el sector audiovisual es indiscutible y hay que celebrarlo. La política de promoción de las industrias culturales no puede omitir la importancia de los creadores individuales y debe afinar su lugar en la cadena de valor, promover sus ventajas y permitir competencia, iniciativa y descubrimientos. Parece evidente lo importante que es incluir en esos espacios de desarrollo de proyectos, de gestión, de promoción, de acuerdos comerciales y de mercadeo del sector audiovisual a las actrices y a los actores. La taquilla, la financiación, el resultado económico, la proyección internacional y la relación con los públicos lo demandan.
Por Juan Ángel
