Un país de inventores y creadores está mejor conectado con la naturaleza y la cultura, es más educado y rico en recursos monetarios, porque la sociedad moderna mundial se basa en el entretenimiento y la eficiencia. No basta tener leyes que protegen sin personas que solicitan protección. No es suficiente educar en lo que son intangibles como marcas, patentes, variedades vegetales o derecho de autor, si su utilización para el desarrollo humano y económico del país no va impulsada por una política general que comprenda que es su explotación económica, lo que garantiza sostenibilidad.
Sostenibilidad es una palabra trillada, que se usa de manera inadecuada en muchas ocasiones. Su empleo ha sido prácticamente limitado al medio ambiente, para el cual es importante, pero no lo describe. En cambio, sí sirve para explicar la relación entre cualquier labor humana y su perdurabilidad. Que una actividad sea sostenible en el tiempo, depende de factores internos y externos. La preservación de las condiciones que garanticen que pueda realizarse por un largo periodo, es lo que define su permanencia.
Es cierto que resulta más fácil ejemplificar el concepto cuando hablamos de acciones con impacto en el medio ambiente. Si la renta de una empresa viene de extraer algo de la tierra y ese algo se puede acabar, guarda límites de sostenibilidad evidentes. No es tan clara la falta de durabilidad de una actividad basada en el conocimiento, la creatividad o la cultura, pero existe. No es tan evidente la falta de sostenibilidad de una actividad basada en la ciencia, pero existe. Las universidades, los laboratorios, los teatros, y hasta los individuos tienen problemas en ese sentido. Una universidad sin estudiantes o profesores, es insostenible, un laboratorio sin actividad investigativa, sin investigadores o sin clientes, es insostenible, un teatro sin auditorio, dramaturgos, intérpretes o su equipo tras bambalinas, no tiene futuro.
Una de las herramientas más sostenibles es la utilización adecuada y continua del sistema de propiedad intelectual. Una patente se concede por veinte años, pero quien la solicita debe hacer público su invento, y vencida la patente cualquiera puede reproducirlo. Es más, el sistema es tan equilibrado, que, si un solicitante decide no proteger su invención en Colombia, así obtenga patentes en otros países, aquella será de libre uso. Una marca que no se usa, está sometida a ser cancelada por ello a los tres años. El Derecho de Autor protege la expresión concreta de la idea, permitiendo la circulación de conceptos, al tiempo que facilita una renta derivada de la forma de expresión de que se trate, la cual llamamos obra.
La propiedad intelectual permite, además, rentas pasivas para creativos e inventores, que pueden reinvertirse en la investigación o la creación de nuevas ideas. No basta con quienes dicen que los grandes avances en propiedad intelectual se basan directa o indirectamente en inversión estatal.
Eso es parcialmente cierto. El Estado es un vital motor de la economía, pero también puede ser el principal cercenador de la iniciativa humana y libertad individual. Con el Estado planificador invirtiendo en ciencia, se pueden dar notables aciertos, aunque también grandes tragedias. Las segundas más comunes que los primeros. En países tiranizados es normal que la investigación sea en armas, instrumentos de control poblacional y energía nuclear para la guerra que en medicamentos, comunicaciones o facilidades de producción. Pero en uno y otro caso, los héroes no son ni Estado ni el resultado, son las personas, los individuos, que invierten su tiempo y esfuerzo en desarrollar la invención. Siempre hay un privado al final, así el financiador sea el Estado.
Desde luego, la preservación de la iniciativa privada en la creación y la investigación sí puede estar acompañada de políticas públicas de educación e inversión social, con créditos o incentivos que garanticen sistemas sostenibles. Por ejemplo, bien valdría la pena una cátedra transversal en las carreras no jurídicas en propiedad intelectual. Sobra decir que en las jurídicas también, pero no solo en ellas. El sistema es sostenible siempre que genere activos individuales y sociales al mismo tiempo y estos se aprovechen. El sistema es perdurable en la medida en que el Estado y la sociedad comprendan la renta que les deja y construyan los pilares económicos para su impulso.
Conocemos en el mundo miles de compañías que basan su crecimiento estrictamente en intangibles. Las condiciones legales están dadas, la tarea pendiente radica en el liderazgo colectivo, puede ser o no Estatal, que refuerce el ecosistema de innovación, protección y transferencia colombianos. Hay pasos en el camino correcto y solo falta una visión de sostenibilidad productiva y la inversión de más recursos. Proteger adecuadamente los intangibles, de manera que su rentabilidad sea escalable en el mundo, tiene su precio, pero es una inversión corta para el retorno, tal cual lo ha demostrado el sistema. Cuando se habla de países exitosos en productividad, europeos o asiáticos, bien vale la pena que se miren no solo los sistemas impositivos o educativos, sino también el sistema de propiedad intelectual: se llevarán importantes sorpresas.
* Abogado y profesor de diversas universidades, magíster de la OMPI, socio de la firma OlarteMoure.