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¿Cómo la pregunta por las mujeres en la historia puede cambiar nuestra vida?

Columnista invitado EE y Cindy Bautista Vásquez

01 de octubre de 2020 - 10:35 p. m.

Por alguna razón y aunque hoy me parece extraño, durante la mayor parte de mi adolescencia no me pregunté por las mujeres en la historia ni por las heroínas que la construían ni siquiera tuve una ídola en mis momentos de ensoñación compulsiva. En retrospectiva es triste y me parece que fueron años en los que estuve enfrascada en un ejercicio estéril de acoplarme a historias que no me representaban, pero, por supuesto, a esta conclusión llegué luego de extensas charlas con amigas, lecturas, divagaciones, experiencias propias, rabia y cansancio.

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Esta toma de conciencia se convirtió en una búsqueda por tener referentes y por entender por qué y cómo empezamos a dar por sentado ciertas apreciaciones sobre los roles de género. Eventualmente me di cuenta de que es un camino que lleva años andando. Desde la segunda mitad del siglo XX, se han realizado análisis históricos con una perspectiva feminista y se han publicado modelos que “intentaron formular nuevas categorías teóricas que permitieran explicar la subordinación y la ausencia de mujeres de la narrativa histórica”, así lo advierte Lorena González en su texto La historia, las mujeres y el género en Colombia (1970-2013).

Estos estudios tuvieron desde entonces un doble objetivo: por un lado, reexaminar toda la narrativa histórica para entender los procesos bajo los cuales se construyen los supuestos sobre el género y, por otro, en palabras de la historiadora Susan Pedersen, “recuperar las vidas, experiencias y mentalidades de las mujeres de la condescendencia y oscuridad en las que habían sido colocadas”. La concurrencia de estos dos propósitos es sumamente necesaria, en la medida en que el trabajo de revisión implica cuestionar los referentes con los que se había leído la historia tradicionalmente. De modo que “la incorporación (de las mujeres en los relatos históricos) no podía llevarse a cabo bajo los presupuestos, categorías y metodologías que habían producido la marginación”, así lo señala Juan Ignacio Veleda en su texto Joan Scott: aportes para una perspectiva feminista sobre la historia.

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En efecto este nuevo contexto que se va dibujando es imprescindible para llenar el gran silencio alrededor de la historia de las mujeres. Allí se encuentran inquietantes relatos que se desempolvan y nos hacen conscientes de la necesidad de ver el mundo a través de una perspectiva de género. Sin embargo, el camino no está terminado, todavía hay mucho por explorar, sin contar que la visibilización de estos nuevos relatos no se reproducen de forma masiva. Así que seamos tajantes: es apremiante que comencemos a dimensionar las consecuencias nefastas de que la vida esté marcada por “una presencia ausente con forma femenina”. Esta lógica, por ejemplo, existe en algo que Caroline Criado en su libro La mujer invisible llama la brecha de datos de género.

Criado explora desde la planeación urbana hasta el lenguaje la forma en que al no incluir la perspectiva de género se impulsa un sesgo masculino, en buena parte no intencionado, que fomenta la creación de unos entornos donde no se contemplan nuestras necesidades o perspectivas. Tal vez un ejemplo claro que expone Criado es la supuesta igualdad de tener el mismo número de baños para hombres y mujeres. Esa distribución ignora que “las mujeres constituyen el mayor número de personas mayores y discapacitadas, dos grupos que suelen necesitar más el baño, que cerca del 25% de las mujeres en edad de procrear pueden tener el periodo en cualquier momento, por lo que necesitarán ir al baño para cambiarse un tampón o toalla higiénica (...) y que el embarazo reduce significativamente la capacidad de la vejiga lo que aumenta la necesidad de ir al baño”, esas solo son diferencias anatómicas que demuestran que esta medida tiene un sesgo que no considera las vivencias femeninas.

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Como el anterior, hay infinitos ejemplos que Criado expone. Es irrebatible que las instituciones, los relatos históricos y buena parte de las situaciones más íntimas y cotidianas de nuestra vida han sido construidas desde lo masculino. Por eso todavía sigue vigente la necesidad de mirar al detalle y desentrañar lo que hay detrás de situaciones que históricamente hemos dado por hechos.

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