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La más reciente manifestación de unidad de los colombianos, el pasado 15 de junio con la Marcha del Silencio, reconforta y anima a contribuir al aporte de iniciativas que puedan ser útiles para la consolidación de esos propósitos de paz, prosperidad y equidad.
Se ha vuelto paisaje la frase “Los buenos somos más”, con la cual me identifico plenamente, pero no hemos encontrado la manera de medir y demostrar dicha aseveración. Una idea copiada de los países desarrollados es la de permitir que el Estado conozca quienes somos, donde estamos, qué necesitamos y recibimos del Estado, entre otra información muy pertinente para garantizar el bienestar, la equidad y la seguridad. Esta ausencia de conocimiento oportuno sobre nosotros mismos es quizás la pieza que hace falta para empezar a detener el deterioro de nuestro país.
Colombia, un paraíso en franco deterioro
Riquezas naturales de todo tipo, recursos naturales renovables y no renovables en abundancia, expoliados principalmente por actividades ilícitas que tienen graves repercusiones en lo social, económico y, sobre todo, en la seguridad ciudadana. Una indiscutible riqueza en talento humano, gracias a los más de 50 millones de habitantes con significativos niveles de formación gracias a esfuerzos de varias décadas, que hoy en día buscan en la migración oportunidades de mejorar sus condiciones de vida.
Se puede hablar de una riqueza institucional, construida a lo largo de la historia con grandes dificultades y sacrificios. Tanto la institucionalidad pública como privada en Colombia son un activo muy importante, que es objeto de embates para reducirlas o ponerlas al servicio de intereses particulares.
El tejido empresarial colombiano hace parte de esta riqueza, con una participación mayoritaria en número de empresas pequeñas y medianas, pero también con presencia de grandes empresas, algunas de ellas llamadas Multilatinas, que son generadoras de empleo, ingresos fiscales y riqueza.
La trayectoria democrática de Colombia es absolutamente destacable en el entorno latinoamericano, lo que la constituye en otro activo que contribuye a esa riqueza, con episodios críticos y retadores como los vividos en los años 80 y 90 por cuenta del narcotráfico.
La indiferencia sobre lo que ocurre en otras regiones distintas a las nuestras es quizás lo que les ha permitido a los actores ilegales e informales consolidar un control territorial que les permite deteriorar las riquezas ya descritas. Lo paradójico de la situación es que lo vienen haciendo con el apoyo del Estado, gracias a esa pieza faltante que es la información oportuna sobre nosotros mismos.
En los medios de comunicación nos hablan de la instrumentalización de comunidades para realizar manifestaciones ante, por ejemplo, acciones de erradicación de cultivos de coca. Lo que no se logra demostrar, porque no se mide, es que la mayoría de estas “comunidades” son nómadas, es decir, residen en las grandes ciudades de Colombia, se benefician de los subsidios y servicios públicos que les ofrece el Estado colombiano, pero van por temporadas a “raspar” hoja de coca, incluso dentro de las áreas protegidas, como los parques nacionales naturales.
Otro ejemplo de factores de deterioro del paraíso es la corrupción, que aprovecha la ausencia de información sobre nosotros mismos para justificar inversiones de obras públicas o asistencia social donde no se requiere, o bien, no hay forma de verificar y dimensionar el alcance de la necesidad.
Todas estas situaciones están resueltas en los países desarrollados con la implementación de un instrumento de gestión pública, que además es indispensable para temas de seguridad ciudadana, el EMPADRONAMIENTO.
En la Unión Europea, todos sus estados miembros cuentan con esta herramienta, que les permite conocer en tiempo real la composición de su población, que es dinámica y no estática, por diferentes criterios como edad, género, situación laboral, residencia, entre otros. Se trata de un registro oficial de toda la población en manos del Estado, que es obligatorio tenerlo actualizado para poder ser beneficiario de los diferentes servicios públicos, como salud, educación, etc. Con esta información, la inversión pública se hace más asertiva y se evita en gran medida el fraude de estar recibiendo beneficios del Estado simultáneamente en diferentes regiones del país.
En lo ambiental es muy importante consultar a la comunidad local sobre la pertinencia de un proyecto; sin embargo, en Colombia no hay forma confiable de determinar quiénes hacen parte de dicha comunidad. El empadronamiento puede llegar a ser adicionalmente, esa pieza que nos permita evidenciar que los buenos somos más.
* Presidente Ejecutivo de la Corporación Ambiental Empresarial - CAEM.