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Marihuanicen la legalihuana

Columnista invitado EE y Rafael López

21 de abril de 2025 - 12:05 a. m.
“Primero veremos el Metro de Bogotá andando que los porros legales rotando”: Rafael López
Foto: EFE - Luis Eduardo Noriega A.

El pasado 2 de marzo, el capataz de nuestra finca tropical, nuestro presidente de hablar pausado y ojitos brotados, le pidió al Congreso de la República legalizar el uso recreativo de la marihuana. Los fumetas del país aplaudimos como focas pensando que con la orden del emperadorcito ahora sí se iba a legalizar, pero no. Primero porque el capital político del presi está más gastado que las muelas de mi abuela y, segundo, porque cuando, en 2023, se iba a aprobar el octavo y último debate que regulaba el cilantro salvaje perdimos por siete votos. Háblame de qué es un coitus interruptus.

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En Colombia usted puede tener maracachafa, cultivarla e incluso fumarla, pero ni se le ocurra venderla ni comprarla. Digamos que usted quiere un taxi, puede tener el taxi, manejarlo, llevar gente en él, pero nanay cucas de cobrarle al pasajero o que el pasajero le pague. Eso es entre ridículo y esquizofrénico, que son dos palabras que bien podrían estar en nuestro escudo nacional y que nos describen mejor que “Libertad y Orden”.

Cabe recordar que la prohibición de la bareta empezó en Estados Unidos en 1914 con la excusa de proteger el orden público, pero que en realidad fue una medida para controlar a la población mexicana que estaba migrando a ese país. Esta prohibición tuvo un carácter local hasta que, en 1937, Harry Anslinger, un puritano machista, racista y clasista, la volvió una franquicia mundial basada en argumentos tan sólidos como: “La marihuana provoca a los negros mirar a los blancos a los ojos y tener relaciones sexuales con mujeres blancas”. En esta campaña negra, valga la ironía, se llegó a decir que a los hombres nos salían tetas y que a las mujeres las ponía más calientes que el Catatumbo. He fumado la rúgula del amor durante años y sigo más plano que las ondas cerebrales de Iván Duque, y la libido femenina la he visto más afectada por su ovulación que por un cigarrillo locochón.

Fue Richard Nixon, el segundo presidente más impopular de Gringolandia, quien se inventó la guerra contra las drogas, un intento fallido por subir su aprobación y un éxito comercial para los señores de la guerra. Nixon nombró la comisión Shafer para estudiar el caso de la mota, que concluyó: “El daño relativo de la marihuana no justifica una política social de castigo severo”. Pero a Nixon le importaron un carajo las conclusiones de la comisión y declaró a la weed el enemigo público número uno, lo que le sirvió para perseguir movimientos sociales y minorías que no le caían bien. Hoy por hoy, el cannabis medicinal es legal en 38 estados gringos, de los cuales 24 aprobaron su uso recreativo. Sin embargo, aquí seguimos creyendo que el cilantro chistoso es un problema moral y no de salud pública. Debemos aceptarlo, su abuso es perjudicial para la salud, pero no es más nocivo que el abuso del cigarrillo, las redes sociales, las hamburguesas o tu exnovio, el tóxico.

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La regulación del mercado del incienso de Bob Marley es una tendencia mundial y su prohibición sólo favorece a los narcos, los señores de la guerra y los políticos corruptos; pero en este punto creo que aquí no sucederá pronto y primero veremos el Metro de Bogotá andando que los porros legales rotando.

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