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Mucha política y poca sabiduría de Estados Unidos con China

Columnista invitado EE y Guillermo Puyana Ramos

19 de abril de 2025 - 02:41 p. m.

En la historia de la diplomacia no hay un caso de ceguera intencional más complejo que el de Estados Unidos con China, el país más estudiado del mundo: la enciclopedia Cambridge de Historia China tiene 19 tomos, algunos de ellos tienen hasta 1.100 páginas. La colección de escritos revolucionarios de Mao Zedong hasta 1949 compilada y comentada por Stuart Schram tiene 10 volúmenes.

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Hay cientos de análisis de expertos desde las ciencias sociales, la burocracia, los centros de pensamiento, incluso de la “comunidad de inteligencia” recomendando el compromiso con China en vez de la confrontación, pero sistemáticamente los políticos hacen todo lo contrario.

Algunos de esos expertos han sido perseguidos y aislados. El general Joseph Stilwell, comandante de la operación aliada en China y Birmania en la II Guerra Mundial, reportó a su gobierno la corrupción e incompetencia de los nacionalistas de Chiang Kaishek y sugirió cooperar con los comunistas como una fuerza política y militar más confiable para enfrentar a Japón. En 1944 fue relevado de su cargo y a su regreso a Estados Unidos se le prohibió hablar de la situación en China.

Lo mismo pasó con el SSSG (Sino-Soviet Studies Group) de la CIA, formado por Tay Cline, Walter Southard, oficial de inteligencia naval experto en China, Donald S. Zagoria, experto en la Unión Soviética, y Philip L. Bridgham, experto en Asia del Este. El SSSG redactó a partir de 1957 los memorandos “Esaú, Polo, Cesar” que se desclasificaron en 2007, que analizaban la alianza sino-soviética y señalaron las profundas fisuras y la desconfianza recíproca entre chinos y soviéticos; decían que la alianza no duraría y recomendaban acercarse a los chinos. Esto iba contra la idea prevaleciente de que China era un satélite de la Unión Soviética y que ambos debían ser enfrentados política y militarmente como bloque.

Los expertos del SSSG fueron calificados como “renegados” y reemplazados por funcionarios con menor experiencia pero más “halcones”. Con la presidencia de Richard Nixon los trabajos del SSSG fueron estudiados por Henry Kissinger para variar la política con China hacia el compromiso.

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Esta es solo una referencia lejana de una actitud política que se impone sobre la experiencia para conducir a decisiones equivocadas y situaciones de riesgo económico y geopolítico. La literatura es abundante: America’s failure with China (Tang Tsou 1963), La Chine s’est éveillée (Alain Peyrefitte 1997), Tangled Titans (David Shambaugh, 2012), On China (Henry Kissinger) America’s Cold War against China: Destined to Fail (Peter Nolan, 2024) y el reciente Broken Engagement, con entrevistas de Bob Davis (Wall Street Journal) a quienes han configurado la política norteamericana con China en los últimos 30 años.

En esta dislocación entre el conocimiento experto y la política se generan prejuicios que se expanden rápidamente, integran una concepción errada del desarrollo y la posición de China en el mundo, con teorías que refuerzan la paranoia: la Trampa de Tucídides, el colapso de la economía china, o China como nuevo “hegemón”.

Estados Unidos, “incapaz de controlar los demonios que desata con sus conjuros” como decía Marx, desató una crisis que desbordó sus propios cálculos y ha causado un enorme daño a la economía y a la confianza del mundo. Los países digieren la insoportable receta americana, algunos cediendo a la presión y otros acercándose a China como alternativa por ser un socio igualmente importante y nada “mercurial”, para usar un excelente término en inglés equivalente a volátil, explosivo, temperamental y altamente inestable.

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Simultáneamente, expertos y líderes económicos de todos los sectores recomiendan al gobierno acercarse a China, pero las decisiones políticas las toman unos halcones que han construido su capital político atacando a China. Es cierto que eso viene de administraciones anteriores, pero ahora se ha agravado por la extensión de las medidas y el estilo antidiplomático del nuevo gobierno.

Vale la pena oír y leer a personas como Martin Wolff (Financial Times), Tom Friedman (New York Times), Jeffrey Sachs (Universidad de Columbia), Kishore Mahbubani (Universidad Nacional de Singapur), Joseph Nye (Project Syndicate) o Graham Allison (Harvard Kennedy School), explicando por qué la ruptura del compromiso con China es uno de los mayores errores que puede cometer Estados Unidos. Restablecer el contacto y el compromiso es urgente pero no inminente; en Estados Unidos el consenso bipartidista cambió de considerar a China como socio a verla como competidora estratégica o enemiga.

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Aunque los efectos de la política trumpista son perniciosos para el mundo, dudo que en el corto plazo haya una reformulación de fondo que vuelva por la senda que dejaron de transitar desde, por lo menos, el segundo gobierno de Barack Obama, quien dijo que Estados Unidos no debía permitir que China participara en la definición de la gobernanza internacional: “We do the rules”, fue su sentencia. Si hubiera un acercamiento pronto, es difícil que los efectos de los desaciertos se corrijan en el mediano plazo.

La tarea de los diplomáticos de ambas partes va a ser enorme y compleja, pero es inevitable porque es la única sensata. Los peligros de intensificar la discordia son terribles, siendo frenar el desarrollo mundial el menor de ellos.

Durante la Guerra Fría se acuñó el término MAD, equivalente inglés de “loco”, como acrónimo de “Mutually Assured Destruction”, la más probable consecuencia de una confrontación real entre la OTAN y el Pacto de Varsovia. Hoy varios piden cambiar el MAD de la Guerra Fría a uno que corresponda al ascenso de China y el Sur Global: Mutually Assured Development.

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La mayor dificultad es qué hará un actor tan importante y decisivo como Estados Unidos y el tiempo que toma en darse cuenta que cuando sus propios expertos le aconsejan el compromiso y la cooperación no están traicionando al país sino buscando que siga siendo relevante en un contexto internacional que cambió para siempre con el ascenso de China.

Seguramente lo harán, pero habrá retrocesos y más conflictos porque, como dijo Winston Churchill, los americanos hacen lo correcto luego de intentar todo lo demás.

Por Guillermo Puyana Ramos

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