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Crítica teatral

No hay que contar ovejas

Columnista invitado EE: Daniel Schwartz
14 de agosto de 2021 - 04:02 p. m.

Escribo estas páginas porque no encontré ningún texto crítico sobre una obra que merece ser discutida. Es lamentable que en Colombia, donde hay tan buen teatro, no haya en los medios una crítica especializada. Yo no sé mucho de teatro, y dudo que a esto se le pueda llamar una crítica, por lo que mi opinión es la de un simple espectador.

Luego de dos años de encierro y pandemia volví a teatro, a visitar la escena cultural de esta bendita ciudad que tanto tiene para ofrecer. Volví, y esta vez por la puerta grande, al Colón recién remodelado. Me gusta el teatro, pero todo lo que sucede a su alrededor me pone un poco nervioso, en especial esa sala de espera en la que se convierte el vestíbulo antes del primer llamado, donde todos escaneamos pintas ajenas y murmuramos ante la llegada de alguna de esas señoras de la cultura bogotona que no pueden faltar, siempre crespas y con el pelo pintado.

Teatro Petra, una de las compañías con más prensa en Colombia, ganadora de varios premios nacionales e internacionales y reconocida por su crítica inteligente de la realidad del país, presentaba, luego del parón pandémico, “La historia de una oveja”, una obra sobre el conflicto armado narrada desde la perspectiva de una oveja tan inocente como un niño que, junto a su familia, debe abandonar su hogar y comenzar el doloroso camino del desplazamiento. Debo decir que estaba un poco predispuesto ante la dura crítica que le hizo mi madre a la obra, quien de todas formas me pidió que fuera a verla, quizá para comprobar que ella misma no estaba loca por no haberle gustado, o para poner a prueba mi espíritu crítico y mi buen gusto.

Fui a ver “La historia de una Oveja” el jueves pasado con mis amigas que saben de teatro, para escuchar voces un tanto más especializadas que la mía. El despliegue en medios escritos, revistas, noticieros, fue tan amplio y convincente, que teníamos gran expectativa. Menos mal a ninguno de nosotros le gustó la obra; qué incómodo habría sido que a mis amigas les gustara y a mí no. Con la misma suerte no corrió un conocido de una de ellas, quien, a la salida del teatro, nos saludó con la mano agarrada al pecho y balbuceando, con emoción, sobre lo mucho que lo conmovió la obra.

A mí ni me conmovió ni me dio risa, y no porque el dolor del conflicto me sea ajeno, tampoco porque me parezca que la tragedia no pueda volverse comedia. Por querer meter chistes a diestra y siniestra en una trama que de chistosa no tiene nada, “La historia de una oveja” termina siendo una obra sin tono: no es ni tragedia ni comedia. De la tragedia toma los hechos, aquella desventura que cae sobre los personajes, y nada más; de la comedia, el chiste, el chascarrillo, el “punchline”, el ingrediente azucarado que busca una carcajada.

La comedia y la tragedia son géneros literarios, formas del lenguaje que permiten reflexiones profundas y que son formas elevadas de la expresión humana. El Teatro Petra toma prestados los ingredientes básicos de ambas y los fusiona para crear una obra que no parece tener propósito, sin la poética de la tragedia y sin el desparpajo de una comedia bien contada.

Ahí veo yo el problema: Teatro Petra, y esta crítica vale para todo el humor colombiano salvo contadas excepciones, ve el chiste como una herramienta para que el público se ría. ¿De qué se ríe? De nada. El público se ríe porque toca, porque nombraron un lugar común que ha de ser chistoso porque sí. Se ríe de las referencias que todos los colombianos supuestamente debemos reconocer. Reírnos de la corrupción porque a todos nos molesta y nos da risa a la vez. O reírnos del hablado del gomelo, porque todos odiamos a los gomelos. Reírnos del árabe solo porque habla chistoso y se parece al señor de la portada del Álgebra de Baldor (un personaje, este árabe, que además no tiene razón de ser, pues representa al migrante que viaja con la esperanza de un nuevo comienzo y no al desplazado que lo deja todo en contra de su voluntad). El humor colombiano, irreflexivo como pocos, vive del costumbrismo simplón, la forma del humor más generalizante, obvia y engañosa. De ese tipo de chistes se aprovecha Teatro Petra para, supuestamente, conmover, o mejor, entretener a su audiencia. Un tipo de humor que, además de banalizar la tragedia de las víctimas del conflicto armado, banaliza la comedia al convertirla en un espacio para la irreflexión.

La comedia abre una oportunidad para pensar el mundo, para ver cosas que sin los ojos del cinismo y la risa jamás podrían verse. Los grandes comediantes lo hacen, piensan en clave de humor y es ese su mecanismo para la reflexión, para nombrar no sólo todo lo que los rodea, sino para entenderse a sí mismos. El humor de “La historia de una oveja” no es distinto al de Sábados Felices, salvo por esa apuesta, de todas formas fallida, por hacer crítica social. En ella importa el chiste y nada más que el chiste, así sea sacado de contexto, así sea forzado.

Insisto, hacer de una tragedia una comedia no tiene nada de malo. El problema es la banalización, el uso del cliché por sobre todas las cosas. El humor, como toda expresión artística, debe ser inteligente. Más aún cuando se trata de un tema tan sensible como el conflicto armado colombiano, más aún cuando nos estamos burlando de la tragedia ajena: no importa de quién me burlo, pues todos podemos ser objetos de una burla. Lo que importa es el cómo, y el cómo de esta obra es tan ingenuo como ofensivo. Convirtieron la historia de las víctimas de nuestra guerra en una especie de mapa turístico de la violencia. Yo me sentí asistiendo a la obra de teatro de un colegio, pero sin el orgullo que da ver actuar a los hijos. Pienso en el proceso creativo de esta obra y solo se me ocurre una cosa: que vieron en el chistecito el mejor recurso para que al público no le aburriera la simpleza, la falta de profundidad y de poética que tiene esta obra. No hace falta contar muchas ovejas para dormirse, porque con la “Historia de una oveja” basta y sobra.

Por Daniel Schwartz

 

Magdalena(45338)15 de agosto de 2021 - 02:17 a. m.
Menos mal nos advirtió,para no perder el tiempo .
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