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¡Prefiero un Cambio democrático a un Polo radical!

Columnista invitado EE

10 de abril de 2017 - 06:31 p. m.

Por Julio César Mancera*

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"¡Nos están robando!", gritan unos. "¡Corruptos y más corruptos!", vociferan otras. Mientras tanto un país que parece ya no sorprenderse no sabe en qué dirección mirar, porque tantas arengas al tiempo parecen quererlo confundir.

Los políticos no son corruptos "per se". Hay políticos corruptos y es deber de la ciudadanía castigarlos en las urnas, de ahora en adelante.

Sin embargo, una ciudadanía desinformada es manipulable, tanto por algunos medios como por los líderes, cuyo ejercicio de la ética y la moral es tan profundo como un charco en verano, pero que gracias a maniobras dignas de series de la ficción como “House of Cards”, se presentan ante el país como adalides de las buenas costumbres.

Es precisamente por eso que, luego de estar en el Polo Democrático durante más de una década y liderar los procesos de los grupos poblacionales como vicepresidente nacional del Partido por cinco años, decidí aceptar la invitación que me hiciera el doctor Enrique Vargas Lleras para que formáramos un equipo nuevo, transparente, alejado de la corrupción y que trabajara desde Cambio Radical por los grupos poblacionales históricamente vulnerados, mientras el Polo de hoy dejó de ser ese partido que ayudé a forjar, que luchaba por los derechos humanos y que se escandalizaba por los hechos de corrupción, que tan duro golpearon sus cimientos con el "carrusel de la contratación".

Mientras Cambio Radical expulsa a personajes tan siniestros como "Kiko" Gómez y Oneida Pinto, quienes asaltaron en su buena fe a la gente buena que los eligió, el Polo de hoy discrimina a los grupos poblacionales, coarta los liderazgos, dogmatiza sus posturas y, en cabeza del Moir y su candidato Jorge Enrique Robledo, tapa los problemas de corrupción, que yo denuncié antes de retirarme.

Sí, el mismo Jorge Robledo que ha sido escogido como el mejor senador, aunque no tenga ni un solo proyecto de ley aprobado; el mismo que alza su voz contra altos dignatarios sin tacha comprobada como el fiscal general Néstor Humberto Martínez o el propio Enrique Vargas Lleras; el mismo que lanza dardos a ver cual alcanza un objetivo que le permita catapultar una imagen, a veces huraña, de un senador que a todo dice no, incluso a atacar la corrupción al interior de su propia colectividad.

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Cuando hechos que faltaban a la moral y acusaciones por delitos contra el erario, en los que estaban involucrados miembros del Comité Nacional, se dieron en el Polo, luego de la salida de la ministra Clara López (contra quien el propio Robledo se ha ensañado también), lideré una cruzada por evitar que estas prácticas hirieran de muerte a un partido maltratado por los sucesos que involucraron a los hermanos Moreno Rojas y llegué a pensar que el senador Robledo sería un aliado en dicha batalla, aun por encima de su candidatura e incluso, ¿por qué no?, para proteger su aspiración y al Polo mismo.

La gran sorpresa no fue que la ínfima mayoría que armaron en el Comité Nacional aprobara directrices que atentaran contra la democracia interna o que prohibieran a un miembro directivo elegido por voto popular recibir grabaciones de las sesiones en las que fueron hechas las acusaciones o incluso que excluyeran a los grupos otrora defendidos por el Partido, como los indígenas, los raizales, el pueblo rom o la población LGBTI, de las decisiones durante su última Junta Nacional. No, la gran sorpresa es que en una reunión que le solicitamos el senador Senén Niño y yo a Robledo, éste, frente a cuatro testigos, dijera sobre la corrupción del Polo: “Julio César, yo (Robledo) con moralismos, no hago política”; en ese momento, algo se quebró en mi incólume decisión de mantenerme dentro del Polo Democrático.

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Hacer despertar la desconfianza y los odios de clase en un país que está tratando de superar los vestigios de la guerra, que es lo que hace Jorge Robledo, por ejemplo, cuando busca enlodar el nombre del fiscal Martínez, no sólo genera un ambiente enrarecido, sino que en alguien que busca ser presidenciable se convierte en una ambigüedad, porque ello a lo que parece apuntar es a desestabilizar la institucionalidad, solamente con intereses electorales y para eso, también se está prestando la minoría que maneja ese partido actualmente.

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Hoy, viendo en qué han convertido ese proyecto político, que traiciona a quienes desde los sectores más pobres del país le han apoyado, siento que no me he equivocado en una decisión tan difícil de tomar.

Como politólogo sé que en Colombia no existen verdaderos partidos de políticos, pero sí sé que tenemos auténticos liderazgos, que aun creemos en un nuevo comienzo, en la transparencia y en la posibilidad de construir otra sociedad posible. Por eso y por un verdadero proyecto de país, prefiero un Cambio democrático y no un Polo radical.

* Miembro del Directorio Nacional de Cambio Radical

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