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Allá ustedes, pero lo que soy yo, no pienso seguir comprando y consumiendo productos que vengan de países que -como los Estados Unidos- tengan un gobierno hostil a Colombia, a Latinoamérica y al tercer mundo. Al engendro Donald Trump se le ocurren todo tipo de agresiones y sin el más mínimo pudor las ejecuta: gravámenes a nuestros productos, maltrato, expulsión de nuestros paisanos y tratamiento como delincuentes, negación de la nacionalidad y/o residencia a muchos extranjeros que ya las habían adquirido, etc., etc., etc., amenazas, amenazas y amenazas…
Al resto del Mundo, Donaldo también lo trata mal: aumento de aranceles, se retira de la OMS y del Acuerdo de París, endurece el programa de admisión de personas refugiadas, paraliza la ayuda exterior, desmantela a USAID, se retira del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, sanciona a la Corte Penal Internacional, etc., etc., amenazas y amenazas…
Y a sus conciudadanos, Trump también los tiene amenazados, los trata como bandidos: persecución a las deportistas transgénero, reinstauración de la ley de mordaza global, aplicación de la pena de muerte con más severidad, en oposición al concepto de Amnistía internacional, restablecimiento de la “verdad biológica” que sólo reconoce los géneros masculino y femenino, etc., amenazas.
Remata Trump sus ataques contra el Mundo declarándose el dueño del planeta. Que el Canal de Panamá es de él, que la islita Groenlandia le pertenece, que va a quedarse con los minerales raros de Ucrania… ¿Y por qué? Porque sí, porque le da la gana, porque él no tiene por qué dar explicaciones. Y punto.
Los ciudadanos comunes poco podemos hacer para detener ese monstruo salido del averno, salvo la férrea decisión de no comprar artículos gringos. Coca Cola y Fanta, McDonald’s, KFC, Óreo, m&m, Hershey, Dunkin’ Donuts, Nike, Apple, Polo Ralph Laurent, Levi’s, Calvin Klein, Guess, café Starbucks y, en fin, tanto producto que nos ha invadido desde Gringolandia y que podemos sustituir por productos nacionales, de marcas colombianas. Que no nos digan que esas empresas gringas radicadas en Colombia dan empleo a mucha gente. Ni que sus productos son mejores que los nuestros. Son gringos, y eso nos debería bastar para rechazarlos. Por algo debemos empezar, la mínima dignidad nos debe mover…
¡Consumamos productos colombianos, carajo!