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Los conceptos han sido un elemento de disputa fundamental en la política. La izquierda usualmente hace uso de conceptos como igualdad, justicia social y redistribución. La derecha, en cambio, suele hablar de orden, jerarquía y tradición.
Uno de esos conceptos políticos que se ha reposicionado en el debate nacional es el de seguridad. En las últimas encuestas, la inseguridad aparece como uno de los principales problemas. El primer gobierno de izquierda puso al país a hablar de trabajo, pensiones y salud, temas que hoy son parte de la discusión cotidiana. Sin embargo, nuevamente el tema de la seguridad se consolida en los medios de comunicación y debates de opinión.
La seguridad ha sido un tema incómodo para la izquierda. Y esto no es del todo injustificado, después de que por décadas se utilizara esta idea para estigmatizar a quien pensaba diferente. Pero, entonces, ¿debemos asumir que el de seguridad es un concepto que solo puede usar la derecha? No creo que ese sea el camino. Tampoco que hablar de seguridad desde la izquierda implique que nos volvamos más punitivistas.
Cuando la gente habla de seguridad no lo hace en los términos de la derecha. No piden armas, ni guerra ni militarización. Quieren vivir sin miedo. Y eso solo se puede lograr con una verdadera política integral de seguridad, que le hable a la cotidianidad de la gente y que aborde las estructuras que hacen posibles las violencias.
Desde la izquierda, me atrevo a decir que contamos con mejores herramientas para comprender y responder a estas problemáticas. Porque la derecha no ha desarrollado una verdadera política de seguridad, sino que ha administrado la inseguridad en función de intereses que nutren a la economía de la codicia que genera violencia. Criminaliza a jóvenes y campesinos sin tocar las estructuras del blanqueo y circulación que hacen posible los millonarios negocios del narcotráfico, la minería ilegal, la trata, etc.
Propongo entonces que nos apropiemos de la seguridad y cambiemos su sentido. Seguridad, sin duda, es garantía integral de derechos. Pero también hay mucho por decir, desde la izquierda, frente a las economías criminales, el lavado de activos, la regulación sobre armas y muchos otros temas de los que la derecha se ha apropiado.
Lejos de resolver la inseguridad, el enfoque represivo agrava la fragmentación social e incrementa la dependencia de las armas como mediador político. Militarizar los barrios, criminalizar la pobreza y gobernar desde el miedo genera ciclos de violencia. A más represión, más criminalidad organizada; a más vigilancia, menos comunidad.
Una sociedad gobernada por el miedo es una sociedad que se paraliza. El miedo reduce la vida pública al encierro, militariza la política y empobrece la democracia. Cuando el Estado se comunica con amenazas en vez de garantías, lo que crece no es la seguridad, sino la resignación frente al control mafioso. El miedo es control, no libertad. Debemos darle la vuelta al concepto de seguridad, para responder al mandato de la gente: vivir sin miedo, salir con tranquilidad a la calle y saber que se regresará a casa sano y salvo.
* Senador de la República.