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Qué cansancio…

Columnista invitado EE: Miguel Villa Uribe
01 de enero de 2022 - 10:25 a. m.

A pocos días de cumplir 38 años de edad, quisiera hacer un poco de memoria histórica sobre cómo he vivido la violencia de este país y cómo nuestra generación posiblemente ha tenido que moldearse a través de lo que podríamos llamar un conflicto sin fin.

Desde que tengo uso de razón recuerdo a mi tío, quien prestó servicio militar, contar una y otra vez el día de la toma del Palacio de Justicia, al cual fue trasladado con todo un batallón a hacer presencia en el lugar. No olvido oírlo decir que nunca había sentido tanto miedo en su vida, y cómo no, el M-19 entró a quemar el palacio con todos sus funcionarios, incluidos magistrados, adentro; por otro lado, el Ejército, muy creativo, consideró pertinente entrar a la fuerza un tanque de guerra por la puerta principal del edificio para “defender la democracia maestro”, como replicó el coronel Plazas Vega, y dejar en nuestra mente imágenes imborrables, como el cañonazo que estremeció el recinto, o ver arder toda la noche un lugar tan sagrado para la democracia como lo son las altas cortes del país. Vale también recordar las desafortunadas muertes por las que aún al día de hoy se indaga, ya que varias personas salieron por la puerta principal del palacio escoltadas por militares y nunca más fueron vistas por sus familiares; supongo yo que el Ejército confundió a la señora de los tintos con un guerrillero del M-19.

Más adelante recuerdo muy bien la noche en que salí de cine de la mano de mi padre y en los pasillos de Unicentro gritaba la gente: “¡mataron a Galán, mataron a Galán!”. Días después la bomba en El Espectador y así, a mis cortos cinco años, fue como conocí el régimen de terror absoluto de Pablo Emilio Escobar Gaviria. Era dantesca la situación, en el colegio, en la casa, la calle, a donde fuera no se hablaba de nada más.

Cómo olvidar también la bomba de la 93; mi madre tenía ahí su oficina y la bomba explotó justamente al frente del local, con tan buena suerte que ese día no fue a trabajar dado que mi hermana menor tenía solo pocos meses de nacida y trataba de estar más tiempo en la casa. Al mismo tiempo, mi padre estaba en el memorable restaurante Hernandos, el cual quedaba al respaldo del centro comercial. La onda expansiva de la bomba reventó todos los vidrios cortándolo en varios lugares del cuerpo; entre toda la conmoción nos comentaba que había olvidado que mi madre no había ido a trabajar ese día y salió corriendo a la oficina, completamente aturdido, a ver seguramente los cuerpos sin vida de su esposa e hija. Mi hermana mayor y yo estábamos en el colegio, y las directivas nos negaron la posibilidad de llamar a la casa para indagar qué había sucedido. Tuvimos que esperar a llegar hasta la casa para saber si algún miembro de la familia había muerto. Qué locura, ese recorrido del bus pareció de unas 10 horas, no recuerdo otra vez en mi vida ver pasar tan lento el tiempo. Todo mientras los profesores y compañeros del colegio nos miraban con cara de: estos pobres niños se quedaron sin familia. Al bajarnos del bus corrimos a la casa lo más rápido posible y ahí estaban todos, historia que desafortunadamente no todos pueden contar.

En este intermedio otra bomba explotó en la fábrica de mi padre en la carrera 10 con 58. Fue de noche y por suerte no hubo víctimas. Solo recuerdo días después salir en un avión rumbo a Estados Unidos. Me dijeron simplemente: de ahora en adelante esta es tu nueva casa y colegio. No entendía nada, pero así es la vida, uno solo se adapta. Por incómodo alivio luego pudimos volver al enterarnos de que la bomba estaba dirigida al vecino y no a mi padre, pero no se podía correr riesgos, era mejor salir corriendo como lo hemos sido varios en Colombia, como un refugiado de guerra.

Otro de esos días que llegué a la casa para enterarme que habían matado a Pablo Escobar, todos, incluyéndome, dudamos que esto fuera real. Recuerdo esa noche viendo Panorama, cuyos periodistas, en un experimento social, salieron a la calle a entrevistar a la gente sobre qué pensaba de la muerte de Pablo Escobar; la gran mayoría no podía digerir la idea, “hasta no ver su cuerpo no lo creo”, decían. La dicha, contrario a lo que pensábamos todos, solamente le dio la bienvenida al nuevo régimen de terror, las Farc, el Eln y las Autodefensas... ¡Atrévase a pasar del peaje! Si habla de plata, ¡lo secuestran! Mi familia, como la de millones más, volvió a sufrir las consecuencias: al papá de mis primos lo secuestró las Farc. Acá no aguantaron y más de la mitad de la familia se fue a vivir a otros países, entre esos mi madre con mi hermana menor, para nunca más volver a vivir acá.

No sé si las bombas eran o son parte de nuestro destino, pero también somos miembros del Club El Nogal; el día de la bomba no fui por la única razón de que ese viernes estaba celebrando mi cumpleaños; hubiera sido dos días antes, no estaría contando esta historia: yo jugaba squash y todas las canchas se cayeron con la explosión; ahí hubo parte de las víctimas mortales. Esto me generó un miedo constante, que aún persiste, a los parqueaderos de los centros comerciales; cada vez que entro a uno me produce ansiedad y quiero salir volado. De una forma u otra todos tenemos algún tipo de trastorno de estrés postraumático por la guerra, como sentir miedo al oír fuegos artificiales o hasta sentir cierto temor al ver botas de hule, cualquier colombiano me entenderá.

Pero bueno, a estas alturas ya se estarán preguntando: ¿y a qué va todo esto? Debido a que ya se acercan las elecciones presidenciales y nos preguntan por quién vamos a votar, respondo con lo que me sale del alma: “¡por el que sea, menos por el uribismo; estoy muy cansado de la guerra; ya es hora de hacer la paz, a las malas no vamos a arreglar nada!”. Y siempre, pero siempre, me responde cualquiera que tenga más años que yo: ¿y tú cuantos años tienes? ¡Es que a ti seguramente no te tocó vivir la guerra que vivimos nosotros, entonces no entiendes nada! Por lo que vuelvo a repetir estas mismas historias que nunca más quisiera volver a contar, quisiera que solo fuera un recuerdo lejano. Qué cansancio, qué frustrante este tipo de aseveraciones sin sentido. Todos los colombianos somos víctimas de la guerra, y todos tenemos una historia para contar. Seguir peleando es solo una decisión que nada tiene que ver con la edad.

Por Miguel Villa Uribe

 

ERWIN(18151)02 de enero de 2022 - 11:35 p. m.
somos una sociedad enferma ..lo que no aceptamos es que no haya esperanza ..si la hay ..es hora de cambiar ..bandidos en las esferas del poder ..robandose todo ..hasta la alimentacion de los niños ..por eso la paz no les conviene ..la guerra es distraccion ..y ellos robando ..no mas centro demoniaco ..no mas
Edgar(22146)02 de enero de 2022 - 06:54 p. m.
Colombia desafortunadamente ha estado en guerra toda su historia, los liberales y conservadores nunca se han puesto de acuerdo en como y cuanto robar. Por desgracia aparecio uribe y tocamos fondo. Debemos de votar por un cambio drastico, no mas de lo mismo. Ni un voto para uribe y sus hampones narco-genocidas. En medio del caos Petro me parece una buena opcion, no mas cuento de castro-chavismo.
benjamin(68913)02 de enero de 2022 - 01:08 p. m.
....Mas sin embargo al saqueo la muerte y el abandono nuestra repuesta sigue siendo la vida...
Claudio(58980)02 de enero de 2022 - 03:47 a. m.
Don Miguel, a ésa parte que a usted le ha tocado vivir, ésa cuota de horrores incomprensibles, hay que añadirle centenares màs, que a diez generaciones anteriores a la suya, han forjado lo que hoy somos: Una sociedad corrupta, sin ninguna clase de solidaridad impresentable ante el mundo y muy cerca a la inviabilidad. Cambiar tanta podredumbre es el imperativo. El comienzo es ahora. Valentía !!
Igor(19369)02 de enero de 2022 - 03:46 a. m.
Miguel, la estrategia militar de Uribe fue la que permitió que se acabaran esos años nefastos de bombas y secuestros. El pacifismo ciego tampoco es una buena idea, en ocasiones hay que pararse y luchar, eso fue lo que hizo Uribe y ya vimos cómo logró reducir a las Farc al 20% de los que eran. Es más, luego de las muertes de Romaña y el Paisa, ya algunos dicen que las derrotamos.
  • Megas Alexandros(2475)02 de enero de 2022 - 02:09 p. m.
    Eso es cuestionable. Hay 6402 razones que lo prueban.
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