Servidores

Columnista invitado EE
18 de julio de 2017 - 02:00 a. m.

Por Liliana Caballero

En su columna “Funcionarios” publicada en El Espectador el pasado 1° de julio, la columnista Tatiana Acevedo cuenta la historia de Jorge, un funcionario que ayudó a un ciudadano a solucionar una acusación de fraude ante el no reporte de su pago de un servicio público. Jorge no sólo le apoyó para resolver su situación particular, sino que lo capacitó en cómo hacer valer sus derechos en situaciones similares. Su labor no se limitó a solucionar el problema de un ciudadano: se convirtió en una inspiración para consolidarlo como líder social dedicado a ayudar a sus vecinos.

Esta historia es una invitación a enaltecer la labor de funcionarios del Estado, héroes anónimos acostumbrados a trabajar en situaciones de escasez y alta responsabilidad, que van más allá de lo estrictamente necesario porque están convencidos de que pueden aportar a la construcción de sociedades más equitativas y a alzar la voz de los más vulnerables. Como dice la columnista, es triste que los medios solo enfaticen los casos de corrupción y fomenten estereotipos negativos sobre las personas que trabajan en las entidades públicas, dejando de lado miles de estas historias.

La Constitución de 1991, intentando capturar el espíritu de esta manera de trabajar en el Estado, cambió el término funcionario —o quien cumple una función—por el de servidor público. Los servidores públicos son mujeres y hombres que han dedicado sus vidas al servicio de los demás. Maestros, soldados, policías, médicos o trabajadores de escritorio, en Colombia existen miles de ejemplos de personas que hacen todo lo que sea necesario para cambiarles la vida a los ciudadanos. Sin embargo, es tal la negatividad que envuelve la imagen de los servidores públicos, la desconfianza en ellos y en las instituciones públicas que el reconocimiento social es cada vez menor y poco les anima a vincularse al Estado.

Pensando en maneras de recordar a la sociedad y a los mismos servidores que su labor es valiosísima, el presidente de la República, en el marco del Día Nacional del Servidor Público, lanzó el “Código de Integridad del Servicio Público”, una guía práctica que recoge los valores que deben caracterizar a quienes trabajan para el Estado.

Los valores del Código de Integridad —la honestidad, el respeto, el compromiso, la diligencia y la justicia— fueron identificados por 25.000 servidores públicos a partir del significado de su trabajo. Sin duda Jorge, el funcionario de la historia que cuenta Tatiana Acevedo, es un servidor honesto, respetuoso, comprometido, diligente y justo. El Código de Integridad no es otra cosa que un intento por sistematizar, de manera pedagógica y sencilla, la guía, sello e ideal de cómo deben ser y obrar los servidores públicos, de cómo las actividades cotidianas deben simbolizar esos valores que todos los colombianos esperan los identifiquen. Con esto el Gobierno quiere cambiar las precepciones, las actitudes y los comportamientos de servidores y ciudadanos. Y fue el Día del Servidor Público la excusa para compartir y visibilizar algunas de las historias transformadoras de quienes trabajan para los colombianos.

En Cali, por ejemplo, Édgar Escobar, un servidor público del área de salud mental del Centro de Salud ESE, tras observar las incomodidades de las personas en situación de discapacidad a la hora de pedir citas, inició un proyecto que llamó “Entretejidos” con la idea de no sólo brindar una atención psicológica y psiquiátrica especial a esta población, sino también de propiciar espacios de emprendimiento, capacitación en actividades productivas, y actividades recreativas.

En Popayán, Marilú Dorado, una enfermera del Hospital Universitario San José que trabaja allí hace 22 años, lidera el proyecto de humanización del hospital. Ella decidió certificarse como “payasa hospitalaria” para dar un acompañamiento humano a los pacientes de este hospital y otros centros médicos de la ciudad. Marilú ha logrado conseguir todo tipo de donaciones y voluntarios, quienes apadrinan a los pacientes más pequeños y comparten sus días con ellos.

En Tunja, Maribel Galindo trabaja para la Gobernación de Boyacá y con el proyecto “Los hijos enseñan a sus padres” en la Biblioteca Eduardo Torres ha creado un espacio de interacción de los hijos de los vendedores informales, los jóvenes que prestan el servicio social y los adultos mayores. Juntos, este diverso grupo de ciudadanos comparte saberes y experiencias a través del uso de las tecnologías, de los juegos, de la lectura de libros, entre otras actividades.

Un último ejemplo es el Grupo de Atención al Ciudadano del Ministerio de Salud, quienes al percibir la dificultad que tuvo una ciudadana con discapacidad auditiva para comunicarse con el Ministerio, decidieron capacitarse en lengua de señas colombiana.

Las historias de Édgar, Marilú, Maribel y el Ministerio de Salud son solo cuatro de muchos casos en el servicio público. Seguramente existen miles de historias parecidas de servidores que en silencio y con vocación cambian la vida de los ciudadanos. No sigamos permitiendo que los hechos de corrupción —afortunadamente detectados, sancionados y rechazados socialmente— dañen la percepción sobre la integridad de la gran mayoría de servidores públicos y que estos héroes pasen desapercibidos. Hoy, más que nunca, es fundamental que los ciudadanos conozcan la grandeza de sus servidores públicos y confíen en su gestión. Hoy, más que nunca, es primordial que los servidores públicos se sientan reconocidos, felices y orgullosos por su trabajo para poder construir un país en paz. Como dice Tatiana: “Mucho está en manos de estos funcionarios”. No los dejemos solos en esto.

* Directora de la Función Pública.

 

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